País de propietarios
La propiedad privada es parte de la evolución social en lo material y espiritual
Tuve la oportunidad especial de escuchar en el Comité Académico de Cedice la exposición directa y contundente de dos valiosos empresarios venezolanos (O. García y R. Alfonzo) que han tomado la iniciativa de promover el valor de la propiedad privada, su trascendencia y significado, entre el pueblo llano, jóvenes y estudiantes. Este proyecto está comenzando y ya ha provocado resonancia y entusiasmo entre diversos públicos en los eventos realizados. El tema es crucial, en momentos en que el régimen parece estar teniendo todo preparado para liquidar este componente fundamental de los derechos humanos en su afán de establecer una sociedad holística cobijada por el totalitarismo.
No puede decirse que la idea sea nueva. En diversas oportunidades, a lo largo de varias décadas, se han planteado iniciativas parecidas en el país, aunque sin la fuerza y profundidad que en ésta asoma tener. Pero al igual que en muchos otros campos, la promoción de lo fundamental y valioso de una sociedad libre y próspera, aquellos esfuerzos fueron de corto aliento y se desvanecieron. Ahora puede ser diferente, con verdadero propósito, y la colaboración indispensable.
La propiedad privada forma parte de la evolución social; en lo material y espiritual. También ha sido bandera de las revoluciones que han llevado a democratizar las sociedades y hacerlas más libres. Las democracias de propietarios prosperan, las democracias de desposeídos terminan en tumultos y caos; tampoco son verdaderas democracias. Las personas tienen que pensar con el corazón y el bolsillo. O debieran hacerlo. Así se equilibran las "razones del corazón que la razón no entiende" y las de la cabeza que a veces no tienen corazón.
En Venezuela la propiedad privada desde hace muchas décadas ha sufrido minusvalía. No tanto porque se ataque a la de los grandes, sino porque la de los pequeños no ha sido propiamente reconocida y su protección por parte del Estado suele ser precaria. Predomina todavía una vaga noción semifeudal de que el Estado es el único propietario "bueno" y de que el resto puede tener lo suyo casi bajo la tutela del Estado. Muy lejos de la tradición liberal que ha impulsado el progreso humano en los últimos siglos, según la cual el derecho de propiedad es tan sagrado como el de la vida y la libertad. Esa misma tradición enseña, por cierto, que donde se trata a todos como iguales, florece la libertad; donde se quiere forzar la igualación de todos, surge la opresión.
En el país existen millones de propietarios humildes, que conocen el valor de sus casas y terrenos porque les han costado esfuerzo y dedicación. Pero millones también carecen de títulos que los acrediten y no cuentan con la debida protección legal. El enorme potencial económico social que tendría la respectiva titularización es difícil de cuantificar con exactitud, pero para los beneficiarios, sería un camino justo y eficaz para salir de la pobreza. Los bienes de todos se valorizarían, podrían ser transados en el mercado con seguridad jurídica en provecho de todos.
Con el excelente apoyo técnico de Isabel Pereira, la iniciativa de este grupo apunta hacia la promoción de un valor fundamental de la democracia, en contraste con la falsa promesa de dejar de ser pobres viviendo del Estado.
- 3 de julio, 2025
- 29 de junio, 2025
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