La frontera México-EE.UU. se ha transformado
BROWNSVILLE, Texas.— Soldados de la Guardia Nacional en uniforme de combate aguardan en toque de atención para ser revistados. Niños mexicanos ofrecen golosinas a los automovilistas detenidos en largas filas de vehículos. Pero los estudiantes mexicanos que cruzan la frontera para ir a clases de inglés en Texas son menos que antes.
Cinco años después del 11 de septiembre de 2001, los ataques terroristas han dejado su huella visible en la frontera internacional entre México y Texas.
Muchos de esta región prácticamente binacional dicen que han visto amenazada su cultura y su manera de ser.
Hasta el 2 de febrero de 1848, el Valle del Río Grande era parte de México, y en los años 30 del siglo pasado se abrieron carreteras en la vasta expansión de tierra para vincular la región con el Texas de cultura anglo y con el resto de Estados Unidos. Aún hace unas pocas décadas, los viajes a "la ciudad" significaban, en realidad, desplazarse a las ciudades mexicanas de Matamoros o Reynosa.
Incluso hace un lustro, estadounidenses y mexicanos podían ir y volver de un país al otro a la hora del almuerzo. Los agentes de aduanas e inmigración eran menos y más indulgentes.
Pero ahora, los agentes fronterizos se consideran la línea del frente de la seguridad nacional y ven a cada persona que entra no solamente como posible inmigrante indocumentado, sino como "terrorista" en potencia.
El único arresto documentado relacionado con el terrorismo en la frontera texana, sin embargo, involucró a un ciudadano estadounidense que entró por El Paso en 2004. El estudiante universitario Mark Walker, de Wyoming, fue acusado de tratar de viajar a Somalia para contribuir al derrocamiento del gobierno de ese país. El año pasado se declaró culpable y fue sentenciado a dos años de prisión.
Un portavoz del Departamento de Seguridad Interna (DHS), Jarrod Agen, dijo que la ausencia de arrestos de terroristas en la frontera es una prueba de las mejoras en seguridad, y no un indicio de que no hubiera amenazas.
Mientras tanto, la inmigración indocumentada pasó a simbolizar la fragilidad de la frontera y la vulnerabilidad de Estados Unidos.
Se ha pasado la voz entre los extranjeros de que un funcionario aduanal puede revocar sus visas láser de 100 dólares si sospecha que no se propone regresar a su país cuando expire dicho documento. Los funcionarios tratan de detectar documentos falsos, y las nuevas tecnologías, como las máquinas de rayos X y los detectores de radiación, pueden detectar formas o artefactos sospechosos.
La demora para entrar en Estados Unidos puede variar entre 15 minutos y una hora o más.
"Podría decirse que antes del 11 de septiembre [de 2001] el área de la frontera que yo conocí más bien no preocupaba tanto", comentó el antropólogo Tony Zavaleta, de la Universidad de Texas en Brownsville.
"Eso ha cambiado. La realidad de la frontera es que es mucho más seria. Es una situación interesante cuando uno regresa y te preguntan tu ciudadanía", agregó.
Defensores de los inmigrantes, como el religioso Mike Seifert, ministro de una iglesia pobre en Brownsville y otra aun más pobre en Matamoros, dicen que la guerra antiterrorista se ha tornado en una actitud histérica sobre la inmigración.
Inmigrantes indocumentados que trabajan como mucamas en su parroquia y que ganan 100 dólares semanales no han visto a sus hijos en México durante años, debido a que las tarifas de los coyotes son más caras ahora que tienen que enfrentar una seguridad más estricta en la frontera. Otros han sido encarcelados después de asistir al funeral de algún familiar. Siempre regresan en busca de trabajos de escaso salario, dijo, pero cada vez se torna más peligroso.
"Cada viaje es como La odisea, de Homero, y sólo para ganar 100 dólares por semana", dijo Seifert.
Incluso los que reciben documentos legales para entrar en Estados Unidos, como turistas o compradores, arriesgan a que se los confisquen los agentes aduanales que duden de su palabra.
En la Universidad de Brownsville, en Texas, su instituto de idiomas ya no está lleno de estudiantes mexicanos que solían usar visas de corto plazo en vez de visas estudiantiles para venir a clases.
Antes del 11 de septiembre de 2001, el instituto tenía casi 1,500 alumnos inscritos, dijo Seifert. Desde entonces, han llegado a bajar hasta 200, y los estudiantes explican que temen que los inspectores fronterizos les quiten sus visas.
Una de las principales estrategias de comercialización del Valle del Río Grande han sido sus lazos culturales con México y la interdependencia de los funcionarios del valle por atraer compañías para abrir fábricas en el lado mexicano y hacer que sus directivos compren casas del lado estadounidense para integrarse a la comunidad aquí.
Pero se crean resentimientos cuando le revocan la visa al propietario de un restaurante de Reynosa, Tamaulipas, México, o cuando un mexicano de una clase social más afluente que viene de compras se siente menospreciado por un inspector fronterizo.
"Ha afectado las relaciones con nuestros amigos en México", se lamentó Bill Summers, director de una cámara de comercio regional conocida como Valley Partnership.
Pero Summers agregó que la gente de negocios y los funcionarios a ambos lados de la frontera también veían un aspecto positivo al refuerzo de la seguridad, por reconocer que la amenaza terrorista exigía cambios en el cruce fronterizo. "No quieren que pasen cosas allí tampoco", comentó.
Y Zavaleta, el profesor de Brownsville, dijo que su trayecto por un camino fronterizo se ha hecho un poco más seguro ahora que la seguridad impide que los narcotraficantes carguen sus camiones a la vera del camino y que lleguen inmigrantes indocumentados en bote a las costas del golfo de México
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