«Yo crucé por aquí’
Activista regresa a la frontera para ayudar a los que como ella, un día buscaron una mejor vida para su familia en los Estados Unidos
Nunca imaginó que un viaje a la frontera para brindar un poco de alivio a los inmigrantes que todavía buscan llegar a la tierra prometida, se encontraría en el mismo lugar donde hace 26 años sintió que se ahogaba y donde otro de los inmigrantes que venían con ella desapareció ante la incesante corriente del canal.
"Yo cruce por aquí", dijo Etelvina Villalobos, una madre soltera salvadoreña.
De repente, todos los ojos de los activistas, líderes y religiosos se voltearon hacia ella a las orillas del canal The All American, lugar inevitable para cualquier inmigrante que cruce por Mexicali rumbo al norte.
Sus ojos empiezan a brillar y su mano derecha señala un lugar dentro del canal de 200 pies de ancho y por donde cada año mueren alrededor de 20 personas en su intento por llegar a Estados Unidos.
"Me acuerdo que el coyote nos dio una llanta. Sí, una llanta normal para cruzar. El iba frente a mí y yo tenía que ir pataleando para poder llegar a la orilla", expresó la ahora también activista.
"Fueron unos minutos, pero parecieron horas, porque yo no sabía nadar y pensaba que en cualquier momento me podría ahogar. Pero finalmente lo logramos, pero al final faltaba uno", expresó. "Una señora temblando y con ganas de llorar dijo que vio que a uno se lo llevó la corriente, pero nadie pudo hacer nada. Él pedía ayuda, pero nadie hizo nada y él se perdió en el agua".
Ésa es una de las razones por la que John Hunter, fundador de la organización Estaciones de Agua Inc., quiere poner unas conexiones de alambre de orilla a orilla para que por lo menos la gente no se ahogue."Si a una persona se lo lleva la corriente, tendrá oportunidad de agarrarse de algo y salvar su vida. No importa si después vienen las autoridades, lo importante es evitar que se muera", explicó Hunter.
La señora Villalobos indicó que después de haber cruzado en aquel abril de 1980 todavía dilató casi seis días para llegar a Los Ángeles, ya que permaneció abajo de una siembra de alfalfa por casi un día completo, y luego en una casa móvil por dos días.
Agregó que en esos momentos los coyotes les piden no comer de preferencia para que no les den ganas de ir al baño ya que por último les depara un viaje de varias horas dentro de una camioneta.
Villalobos tuvo que trabajar en tres empleos para juntar lo suficiente y regresar por sus dos hijas que había dejado con su madre en Apopa, El Salvador. En ese tiempo prefirió pagar 500 dólares pero no volver a pasar por el canal y arriesgar la vida de sus hijas y de ella.
Ahora la señora es una orgullosa profesional y abuelita. Ella se recibió de contadora y trabaja por su propia cuenta, tiene su negocio y su hija mayor es licenciada en administración de empresas y la otra está a punto de recibirse como psicóloga.
Debido a su posición más desahogada Villalobos pensó que era tiempo de ayudar a los que como ella un día trataron de cruzar la frontera y dona 25 horas a la semana como voluntaria en una organización no lucrativa.
"Nunca pensé que iba a regresar al lugar donde pasé por primera vez, al canal. Es muy triste recordar, pero eso me da más fuerzas y ganas de ayudar a aquellos que vienen detrás de nosotros", expresó. "Nosotros ya pasamos el canal, pero mucha gente todavía no lo hizo".
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