La cara oculta del drama cubano
Por Iliana Lavastida Rodríguez
Diario Las Americas
De vicios, apropiaciones y prerrogativas atribuidas se habla; de corrupciones, manejos sucios e ilegalidades y hasta de crímenes que por insólitos y silenciados parecen salidos de la fantasía, pero nada supera la realidad tangible, cuando de describir la sociedad cubana contemporánea se trata, ahora que la efervescencia de los más recientes acontecimientos mantiene en vilo el interés de este pueblo y de todos los seguidores del acontecer social en el continente.
No por lejana la tierra es olvidada ni menos importante. Tal es así que en los grupos del exilio histórico, a casi cinco décadas de este destierro impuesto, los buenos cubanos siguen atentos al devenir de su nación que fuera privilegiada como precursora en el empleo de los adelantos de la revolución industrial, entre los países de Latinoamérica, durante los siglos XIX y XX: ferrocarriles, transmisiones de radio y televisión e importantes descubrimientos en el campo de la medicina y las ciencias entre otros.
Se entiende entonces que con dolor, la generación de los cincuenta, recuerde todo el tiempo tanta riqueza dilapidada, y es comprensible también que quienes nacieron en etapas posteriores, en las que el caos se había adueñado hasta el tuétano de la economía y lo que es peor, de todas las estructuras sociales, se sientan señalados con el estigma de pusilánimes e indulgentes.
Se encuentran aquí las razones de por qué, en jóvenes con un elevado nivel de instrucción, que emplearon en Cuba una parte irrecuperable de sus mejores años, se escuchan expresiones lacerantes, como de desprecio a su país, cuando realmente, esa queja constituye un grito sordo de frustración, desde lo más profundo.
Y he aquí la parte más dura del drama cubano, que no es ficción. Cuando la libertad y la democracia finalmente consigan arrancar de raíz cualquier vestigio posible de dictadura en la isla, comenzará una era de recuperación y serán pocos los esfuerzos para la subsanación de daños espirituales que transitan desde el rencor y la desconfianza hacia tus semejantes, hasta la pérdida de la autoestima, como ser social y en el plano individual.
Quienes por ignorancia o desidia han adoptado en Cuba la posición de soportar la arbitrariedad, padecen las consecuencias de un error histórico, que ha cambiado los destinos de un país; los que de forma conciente y por conveniencias personales respaldan esta deformación, son cómplices del genocidio de una sociedad; quienes se oponen y se enfrentan, y reaccionan dignamente arriesgando hasta sus vidas, son las víctimas que pagan por disentir y hasta por purgar las culpas de los poderosos.
Desnuda y sin el más mínimo velo simulador es esta, la cara oculta de un drama que no acabará de inmediato con la erradicación total de un régimen, ni la desaparición física de un individuo que sería el capítulo final a tantos años de espera. Es la verdad al descubierto de un pueblo que tendrá un país para reconstruir y una historia de la cual deberá aprender. Es un futuro, ojalá cercano, que requiere tiempo, responsabilidad y muy buena voluntad.
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