Progresismo básico
Por Carlos Rodríguez Braun
ABC
Que cada europeo cobre 421 euros al mes como «renta básica», por el sólo hecho de ser ciudadano. ¡Qué progreso, oiga! Esta semana informó «Expansión» de que el Parlamento Europeo acaba de admitir esta propuesta de la Asociación Renta Ciudadana, por intermedio de la eurodiputada socialista española Elena Valenciano, de cuyas hazañas no habíamos tenido noticia hasta ahora.
Nótese que otros amigos del progreso ya han agitado esta consigna. ERC e IU, cuyo amor por la libertad es bien conocido, presentaron en el Parlamento español una propuesta sobre «renta básica ciudadana», y existe una subcomisión que actualmente, imagino que con diligencia, estudia la «viabilidad» de esta iniciativa, algo más rácana que la europea: 300 euros por mes para cada españolito.
Es tal la locura demagógica de este proyecto que tendemos a olvidar que se trata de una degeneración política de una idea sensata: acabar con todos los demás capítulos del gasto público redistributivo.
Leí esta idea hace tiempo en trabajos de laboristas británicos tan solventes como Meghnad Desai -veáse el libro de Robert Skidelsky y otros, «The state of the future» (Londres, The Social Market Foundation, 1998)-. Se trata, efectivamente, de redistribuir, de que el Estado le dé a la gente dinero, pero sólo dinero. Se privatizaría todo el Estado menos el Ministerio de Hacienda, se acabaría con el Estado del Bienestar, todo el mundo recibiría en su cuenta bancaria todos los meses su «renta básica», y a partir de ahí compraría los bienes y servicios, que serían todos privados.
Sé muy bien que esta versión original de la renta básica no es una propuesta liberal, porque preserva la misión redistribuidora del Estado. Pero no puedo evitar pensar en la mejoría que representaría con respecto a la situación actual. Imagínese: se acabarían la burocracia, la corrupción, la politiquería, el favoritismo. Si habría incentivos a la indolencia, serían nítidamente menores que los actuales.
En fin, hablando de actualidad, aclaremos que hoy nadie postula esa visión de la renta básica, nadie piensa en incorporarla suprimiendo el gasto público sino en añadirla al gasto público ya existente. Sobre eso versan los debates acerca de la famosa «viabilidad», porque el invento podría suponer la subida del gasto público hasta en diez puntos del PIB. Y los progresistas, que podrán ser básicos pero no son imbéciles, saben que un aumento de la presión fiscal de ese orden pondría en grave riesgo la «viabilidad» que más les interesa. La suya, claro.
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