La radicalización de López Obrador
Por Humberto Caspa
El Nuevo Herald
Desde que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en candidato a la presidencia de México, el gobierno de Vicente Fox ha subestimado su voluntad política. A más de un año del primer atentado contra el proyecto económico de López Obrador, a Fox se le unieron Felipe Calderón y su partido político, el Consejo Coordinador Empresarial, Luis Carlos Ugalde del Instituto Federal Electoral y recientemente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
La coyuntura política de México es tan clara como el agua. Cuanto más subestiman a López Obrador, más lo energizan; y cuanto más energizado éste se encuentra, mayor es el apoyo que recibe de sus bases sociales.
Este hecho fue patentizado por el proceso de desafuero que el gobierno panista de Fox buscó para evitar que López Obrador consiguiera, por lo menos, la candidatura de su partido para la presidencia de su país. Como todos sabemos el intento fue fallido, nunca existieron fundamentos legales para alejarlo de las casillas electorales y se notó que hubo una conspicua manipulación política por parte del gobierno.
López Obrador, en consecuencia, fue absuelto de toda culpa, pero Fox y los suyos terminaron con una estocada en plena yugular.
Como un »zorro» que se refugia en su escondite cuando es perseguido por la jauría de un cazador, Fox también empezó a depender de Los Pinos –a manera del presidencialismo corrupto de los gobierno priistas– para extenuar el vigor de López Obrador. Desde allí Fox marcó la pauta, incitando a sus colaboradores del sector empresarial para que utilizaran sus dólares con el fin de propagar malas noticias en torno a la capacidad de gobernar de su contrincante.
¿Qué le pasaría a México si el »Peje» llegara a la presidencia?, era una de las frecuentes conjeturas que los opositores de López Obrador publicaban en la televisión y en los medios de comunicación escrita. La respuesta era simple, sin fundamentos, pero alcanzó con bastante éxito a aquellos sectores que todavía no habían decidido por quién votar.
A pocas horas de las elecciones presidenciales del pasado mes, Fox pensó que tenía a su contrincante tendido y moribundo en el cuadrilátero político. Sin embargo, éste nuevamente volvió a levantarse, aunque esta vez tambaleante y herido de muerte, pero con la firme convicción de que un sector de la población mexicana estaba allí para otorgarle su apoyo, incluso a dar su vida por su proyecto político.
Hoy, López Obrador está restablecido y reenergizado, pero se parece más al subcomandante Marcos que al brasileño Lula da Silva, con quien académicos especialistas lo comparaban. Probablemente los ideales de López Obrador, como el cambio de modelo ortodoxo neoliberal a una economía mixta y la conclusión a un proceso de privatizaciones, todavía no han cambiado. No obstante, la forma de realizar esos ideales ya no son las mismas.
Irónicamente, Vicente Fox terminó con radicalizar a un colega suyo que sólo buscaba »el bien de todos» los mexicanos y no la migaja impura que normalmente terminan por agarrar los más pobres de ese país.
Como el »Peje», las bases sociales de su partido político también terminaron por radicalizarse. A ellos lo único que les queda es su dignidad y una anticipada revisión de sus votos, como ellos dicen: «Casilla por casilla».
Es probable que los jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación hayan actuado conforme a la ley. Su capacidad de evaluación fue determinada por los preceptos legales de la federación mexicana que no permiten el inmediato recuento de voto por voto, tal como López Obrador y la agrupación perredista lo solicitan.
De todos modos, esta historia todavía esta inconclusa. Mucha gente se olvida de que la presidencia de México y de cualquier país democrático, las instituciones representativas, el sistema judicial, entre otros, son respuestas a la intensa pugna de diversos grupos de interés que se enfrentan en la sociedad civil.
El gobierno de Fox tampoco entiende que López Obrador representa el movimiento legítimo de una generación de ciudadanos que busca insertarse y reivindicar sus derechos políticos y económicos. Estas bases sociales se resienten y agitan al resto de la población cuando atacan a su líder. El resultado puede tener consecuencias irreparables para el pueblo de México. Esperemos que eso no suceda.
El autor es Profesor Adjunto en la Universidad Estatal de California en Long Beach.
- 23 de julio, 2015
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