Argentina: La mano invisible
Por Sergio Crivelli
La Prensa, Buenos Aires
El sábado último el Gobierno informó que no se entrometería en el mercado para frenar las subas de los alquileres. En un comunicado oficial sostuvo que “ante distintas versiones que circularon durante los últimos días” el Ministerio de Economía informaba que “no ha estado bajo análisis interferir en el libre juego de la oferta y la demanda del mercado de alquileres”.
Del parte del prensa y de la decisión de difundirlo en un día tan poco habitual pueden extraerse varias enseñanzas sobre el Gobierno. En primer lugar, su curiosa concepción de la comunicación masiva, porque las versiones que pretendía desautorizar la ministra Felisa Miceli fueron echadas a rodar desde el propio ministerio, según señaló la mayoría de los medios. Hubo al parecer una controversia entre la funcionaria y el secretario Guillermo Moreno sobre la manera de combatir la suba de los alquileres y la consecuente guerra de versiones alimentada desde despachos oficiales.
Más allá de versiones y conjeturas, lo más destacado es el realismo con que enfrentó el problema el presidente Néstor Kirchner. Comprendió con rapidez que en el choque entre la «mano dura» con que Moreno pretende frenar la inflación y la mano oculta del mercado de la que hablaba Adam Smith hace 230 años, la primera estaba condenada a la derrota, al menos en este caso. Entre la receta económica de Moreno y la de Smith no hay equivalencia posible. Kirchner lo comprendió y actuó sin dilaciones que sólo hubieran empeorado las cosas.
Del episodio también se deduce que para la actual administración resulta más fácil amedrentar a «poderosos» empresarios de la alimentación o a los supermercados o prohibir exportaciones tradicionales como la de carne, que enfrentarse con una infinidad de pequeños propietarios. Apenas se conoció la amenaza de un eventual congelamiento de alquileres -algo perfectamente verosímil dados los antecedentes del peronismo y la debilidad del Gobierno por el intervencionismo y las «políticas activas»- los propietarios amagaron con salir del mercado hasta que la tormenta pasase. La consecuencia de semejante conducta hubiese sido doblemente deletérea: en lo inmediato un aumento del precio de los alquileres y en lo mediato una reducción de la inversión y del crecimiento de la construcción, actividad que constituye uno de los principales motores del fenomenal aumento del PBI durante los últimos tres años.
Otra lección que deja lo ocurrido es la debilidad de la estrategia oficial para combatir la inflación congelando los precios. Desde 2003 muchos empresarios obtuvieron importantes ganancias por, entre otros factores, la caída de los salarios, el dólar alto y las tarifas congeladas. En ese marco pueden reducir los márgenes de utilidad, pero no por tiempo indefinido, porque cambiarán de negocio y se irán al sector del mercado con precios libres, lo que terminaría distorsionando toda la economía.
Por último, el episodio ratifica que la propiedad -en especial si está distribuida entre muchos- es la garantía más eficaz de la libertad. Y, no menos importante, que el Presidente es más pragmático que lo que a la mayoría de sus seguidores les gustaría admitir, a pesar del «revival» setentista.
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