Un continente a la deriva
Por Sergio Muñoz Bata
Listín Diario
De qué manera la incorporación del venezolano Hugo Chávez a Mercosur podría ayudarle a superar sus problemas de fragmentación económica y política es un misterio tremendo y fascinante que hoy recorre el continente con preguntas que no parecen tener respuestas. ¿Cómo justifican los cuatro países del cono sur invitar a su grupo al hombre más conflictivo del continente cuando el problema central de su unión es la desunión y la falta de integración económica y política del bloque?
¿Cómo explicar la bienvenida que Luiz Inácio Lula Da Silva le dio a Chávez en Córdoba, cuando apenas unos meses antes había dicho que Chávez “estimuló actividades incompatibles con el espíritu de integración” cuando se inmiscuyó en la disputa entre Paraguay y Brasil.
¿Cómo entender el desinterés de la administración de George W. Bush en Latinoamérica y su errática política reactiva que solo aparece para presionar a países amigos para que se opongan a iniciativas contrarias a los intereses norteamericanos y termina dándoles la espalda y pactando con los opositores? Si en sus orígenes Mercosur buscó promover el libre intercambio y movimiento de bienes, personas y capital entre los países que lo integran, y avanzar a una mayor integración política, la realidad ha sido otra. Como bien ha escrito Paulo Roberto de Almeida en Mercosur “la integración es una hipótesis pero la fragmentación es un hecho.”
El arribo de Chávez sólo puede agudizar el problema de la desunión al radicalizar la visión política del grupo. Lula, al igual que Tabaré Vázquez y, hasta cierto punto, Néstor Kirchner pertenecen a la izquierda moderna y democrática reformista que poco tiene que ver con el mesianismo, la estridencia anti-imperialista y el anacronismo estatizante de Chávez.
Chávez es el único presidente latinoamericano que ha reñido, en mayor o menor grado, con Bush, Vicente Fox, Tony Saca, Ricardo Lagos, Alan García y con Alejandro Toledo, Álvaro Uribe y Alfredo Palacio a propósito del tratado de libre comercio. ¿Qué irá a hacer con Uruguay y Paraguay que han anunciado su intención de negociar un tratado de libre comercio con Estados Unidos que les garantice el trato justo que sus vecinos les han negado?
En este horizonte, no menos lamentable ha sido el desinterés de la administración de Bush por la región. Aún admitiendo que la magnitud de los problemas que el país enfrenta en Irak, Afganistán y en el oriente próximo, Corea del Norte e Irán, en nada justifica la ausencia de un proyecto estadounidense viable hacia América Latina.
Negociar tratados de libre comercio individuales con algunas naciones del hemisferio, y siempre en la incertidumbre de si el congreso los aprobará o se dejará arrastrar por la inseguridad proteccionista, no constituye una política hemisférica digna de la nación más poderosa del mundo.
América Latina es la región de menor crecimiento relativo en el mundo y sólo saldrá de su marasmo insertándose en la economía mundial con políticas económicas modernas e integracionistas, no regresando al pasado aislacionista y retrógrado que propone el venezolano.
¿Hasta cuándo seguirá Chávez teniendo el silencio cómplice de Kirchner? ¿Cuándo superará Lula la ilusión de que su cercanía modera al coronel venezolano? ¿Habrá quien le diga al coronel que su proyecto alternativo bolivariano es incompatible con los principios originales de Mercosur?
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