Chile: Todavía no aparece el norte
Por Hernán Cheyre V.
El Mercurio
Muchas veces se recurre a los dichos del líder chino Den Xiao Ping (“no importa el color del gato, lo que importa es que cace ratones”) para ilustrar la preponderancia del pragmatismo por sobre las ideologías en el diseño de políticas públicas. Los resultados exhibidos por los países que han adoptado un enfoque de esta naturaleza -incluida la propia China, por cierto- ilustran cuán acertada es esta visión. La experiencia chilena a partir de 1990 cae también dentro de esta categoría, por cuanto los gobiernos de la Concertación en la práctica validaron la esencia de lo que se había comenzado a construir a mediados de los años setenta, si bien con énfasis diferentes en algunas materias. Los auspiciosos resultados que se cosecharon en las últimas décadas son un claro reflejo de los efectos del consenso que en la práctica ha prevalecido, en cuanto a situar la capacidad de emprendimiento del sector privado como eje motor del crecimiento y desarrollo, con un aparato estatal concebido para actuar desempeñando un papel eminentemente subsidiario.
Ante una realidad que da cuenta de una evidente pérdida de dinamismo y de potencial de crecimiento de la economía chilena luego de finalizado el impulso reformista anterior, no se observa en esta oportunidad de parte de la coalición oficialista la misma claridad que predominó a comienzos de la década de 1990. Frente a la necesidad de continuar avanzando, no son pocas las declaraciones formuladas por dirigentes de la Concertación que apuntan a una mayor participación del Estado en la economía, volviendo a campear nuevamente la retórica ideológica. A su turno, quienes pertenecen al ala más liberal del conglomerado muestran un exagerado cuidado por no aparecer en una posición muy antagónica con la de sus aliados políticos, y el resultado práctico de ello es que se ha perdido el norte.
El conjunto de medidas que conforma la propuesta “Chile compite” ha sido catalogado de insuficiente no tanto por falta de profundidad o por ausencia de otras iniciativas -que ciertamente las hay-, sino que fundamentalmente por carecer de un relato que muestre la decisión de avanzar con convicción en una determinada dirección.
En este confuso cuadro está surgiendo cada vez con mayor claridad la voz de los que apuntan a fortalecer la noción de un Estado de Bienestar, en el marco de una economía cada vez más rígida. Se teje así una combinación que puede conducir a una peligrosa parálisis, tal como lo muestra la experiencia de las economías europeas más tradicionales, que día tras día pierden posiciones frente a países más flexibles y con mayor capacidad de innovación. Ciertas reacciones frente a las propuestas contenidas en el informe de la Comisión Marcel son ilustrativas de esta tendencia. Por ejemplo, la idea de establecer una pensión básica universal con características de derecho ciudadano puede convertirse en un importante perfeccionamiento del actual sistema previsional si se establece en forma adecuada, pero también puede transformarse en la antesala de una situación altamente inconveniente a futuro si no se entregan los incentivos correctos.
Cuando los “derechos” se confunden con los “deberes” existe el riesgo evidente de que en forma progresiva el “derecho” asociado a la pensión que entrega el pilar solidario se vaya convirtiendo en presa de las disputas por ofrecer mejores condiciones, con una permanente presión por ir subiendo este valor. En la medida en que ello ocurra, el estímulo a los trabajadores por forjar su pensión futura sobre la base del ahorro individual va a ir disminuyendo, y en forma paulatina el régimen previsional irá evolucionando hacia un esquema que descansará fundamentalmente en el sistema estatal. Esta concepción idealizada de un Estado de bienestar ha mostrado no ser conveniente, al punto que los países aquejados de este problema buscan fórmulas para alejarse de él, tomando como referencia precisamente la experiencia chilena. Si en el debate que viene en esta materia prevalecen las consideraciones ideológicas, el riesgo de un retroceso se hace evidente.
Cabe esperar que en este y otros temas lo que prime sea un criterio basado en el pragmatismo, asignando a cada institución el rol para el que esté mejor preparada. Los dichos de Den Xiao Ping tal vez sean una fuente inspiradora para quienes hoy están confundidos.
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