El «Viernes Negro» de la Michelle
Por Joaquín Lavín Infante
El Mercurio
Estoy seguro de que el reclamo de la señora de Chiguayante tuvo un efecto devastador en nuestra Presidenta: «Señora Michelle, ¿le puedo pedir un favor? ¿Se puede ir para que siga trabajando la máquina?» -aludiendo a que los bomberos habían parado de sacar los escombros donde se encontraban personas fallecidas, esperando que la Presidenta terminara de hacer sus declaraciones a la prensa-. Michelle Bachelet se dio cuenta de que tras esa frase se escondía una verdad que ya era inocultable: los errores del gobierno terminaban por tocarla a ella. Nunca lo vamos a saber, pero creo que volvió de Concepción convencida de que la cosa no daba para más, y que la suerte del gabinete más corto de la era de la Concertación se había sellado.
La Presidenta y su personalidad siguen siendo el principal activo del gobierno. Pero, claro, si el gobierno no funciona, finalmente el responsable principal no es otro que ella misma. Mucho de esto están diciendo las últimas encuestas, que hablan de la mayor caída rápida de popularidad de los cuatro gobiernos de la Concertación.
La frase de esa vecina parece indicar un asunto más de fondo: se rompió el encanto. Ya no basta la cercanía, la simpatía, la comprensión. Lo que se espera ahora es mucho más que eso. Se espera, ni más ni menos, lo que se espera de cualquier gobierno: que gobierne y solucione los problemas.
Sé muy bien que las encuestas cambian de un día para otro. Lo he vivido. Pero hoy están reflejando más que un fenómeno pasajero. Es como si la teoría del «gobierno ciudadano» se hubiera vuelto en contra y explotara ahora en la cara de la propia Presidenta.
Tenía mi columna escrita y lista el viernes antes de que se produjeran los hechos. La tesis era obvia, y no cabe duda de que todos íbamos a escribir lo mismo: llora a gritos un cambio de gabinete.
El cambio de gabinete ya está hecho, y el primer comentario es que está bien que la Presidenta se haya atrevido. No es fácil reconocer tan rápido que las personas nombradas hace ciento veinticinco días no servían.
¿Era éste el cambio que el equipo necesitaba? A simple vista parece que la Presidenta optó por sacar a los ministros mal evaluados en las encuestas. Está claro que Andrés Zaldívar no mandaba, y no podía seguir. ¿Mandará Belisario? ¿Será ahora el verdadero jefe de gabinete? El de Alejandro Ferreiro es un gran nombramiento. Sabe del tema. Conoce el servicio público y puede hacer una buena dupla con Velasco. ¿Cambiar a Zilic por Yasna Provoste? Fuera de sacar al ministro que «se quemó» con el conflicto estudiantil, no parece haber nada más profundo.
Dos cosas que me preocupan. La Presidenta se ha autoimpuesto un doble cuoteo que impide buscar con total libertad a las mejores personas. ¿No parece evidente que tuvo que buscar sólo entre los DC a su nuevo ministro del Interior? Así quedaron fuera Vidal, Bitar, Eyzaguirre y otros, que además de ser inconvenientes para el cuoteo -porque alguien de izquierda no podía reemplazar al único democratacristiano del equipo político-, significaban quebrar su palabra de que nadie se repetiría el plato. Pese a que si vamos al fondo, Belisario Velasco sí que se está repitiendo el plato por enésima vez. Además, tenía que mantener la paridad de género. Es decir, si sacaba a una mujer, debía necesariamente poner a otra. Y como no las encontró ni para Interior ni para Economía, tuvo que encontrarla para Educación. Con todas estas restricciones cuesta armar buenos equipos.
Lo que está por verse es si este cambio es de fondo, o simplemente «parchó» a los ministros que se desinflaron.
Vamos al fondo del asunto. ¿Por qué el gobierno no ha funcionado? Faltan tres cosas: agenda, equipo y liderazgo. ¿Agenda? Después del dudoso cumplimiento de las medidas de los primeros cien días, ¿ahora qué? Hay mucha comisión dando vuelta, muchas recomendaciones y proposiciones, pero en lo concreto es poco lo que verdaderamente está pasando. El que no haya una agenda clara se refleja también en la improvisación de cada día. Anteayer la educación, ayer la delincuencia, hoy los temporales, mañana el gas con Argentina. Pero, ¿en qué queda todo después?
¿Falta equipo? El cambio de gabinete lo reconoce. Pero es más que eso. ¿Por qué el ministro Foxley, por ejemplo, no parece ni la sombra del profesional brillante que es y del excelente ministro de Hacienda que fue? Por eso no creo que se trate sólo de un problema de personas. Es algo más profundo. Los ministros de Lagos operaban porque tenían el respaldo de Lagos. Los ministros de Bachelet no operan porque se sienten sin ningún respaldo. Parece que actuaran temerosos, como teniendo siempre en el trasfondo que si dan una entrevista o toman una medida, pueden encontrarse rápidamente con que les sacaron el piso. Es ese esquema de trabajo el que tiene que cambiar.
Y por último: ¿falta liderazgo? El cambio por lo menos muestra que la Presidenta retoma la iniciativa. Después del «Viernes Negro», a Michelle Bachelet se le abre una nueva oportunidad.
Centro de Políticas Públicas, Universidad del Desarrollo
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