El crecimiento chino se dispara y pone en entredicho la estrategia del gobierno
Por Andrew Browne
The Wall Street Journal
PEKÍN — La aceleración experimentada en el segundo trimestre por la ya boyante economía china pone de manifiesto el cada vez mayor riesgo de un crecimiento desbocado, alimentado por su enorme superávit comercial. La Oficina Nacional de Estadísticas informó ayer que la economía creció un 11,3% en el segundo trimestre con respecto al mismo período del año pasado. Esto representa un punto porcentual más que la tasa registrada en el primer trimestre.
El crecimiento del segundo trimestre —el mayor en más de una década— se produjo a pesar de los esfuerzos gubernamentales para bajar el ritmo a través de mayores restricciones a la inversión, la que se ha disparado gracias al dinero generado por el boom exportador. El crecimiento del primer semestre fue del 10,9%.
El frenético ritmo genera una serie de espinosos dilemas políticos para el gobierno chino.
El peligro es que el exceso de inversión ocasione un exceso de capacidad, lo que podría provocar ganancias menores para las empresas y bancarrotas. Esto, a su vez, tendría un impacto devastador sobre los bancos chinos y provocar un estancamiento económico, algo que tendría amplias repercusiones en todo el mundo. El robusto crecimiento chino ha levantado a la economía mundial gracias a su enorme consumo de importaciones, beneficiando a todos, desde las minas chilenas de cobre a los fabricantes japoneses de los componentes electrónicos usados en los teléfonos celulares y las computadoras portátiles made in China. El efecto de una desacelaración china podría magnificarse si, como creen muchos economistas, la economía estadounidense también pierde vuelo a fines de este año, cuando el alza en las tasas de interés empiece a tener efectos reales.
Uno de los mayores dilemas para los líderes chinos, a la hora de intentar controlar el exceso de inversión, es el valor del yuan. Las autoridades occidentales han presionado para que China permita una apreciación más acelerada del yuan, lo que podría reducir las exportaciones chinas, al encarecer su valor en dólares.
El principal problema de los chinos es «el superávit comercial, y detrás del superávit está la moneda», afirma Hong Liang, economista especializada en China para la firma estadounidense de inversión Goldman Sachs.
Restricción de inversiones
Pero Pekín se ha resistido a un fortalecimiento importante del yuan. Por el contrario, las autoridades parecen decididas a seguir adelante con su estrategia de enfriar el crecimiento mediante la restricción de inversiones.
Muchos economistas creen que el próximo paso será subir por segunda vez en el año las tasas de los préstamos bancarios. Esta política, sin embargo, pondrá a prueba la voluntad de Pekín de frenar el gasto de los gobiernos locales, cuya afición por extravagantes obras de construcción ha contribuido al estallido de la inversión. También pondrá al Banco del Pueblo de China, el banco central del país, en contra de los poderosos bancos comerciales estatales que financian muchas de estas inversiones.
En la raíz de este desequilibrio está el dinero generado por las exportaciones. El superávit comercial de junio llegó a la cifra récord de US$14.500 millones, lo que hizo que el superávit de la primera mitad de 2006 se encumbrara a US$61.450 millones, un 54% más que en el mismo lapso del año pasado.
Después de triplicarse y llegar a US$102.000 millones en 2005, el superávit de este año se encamina a trepar a los US$150.000 millones o más. Es probable que a fines de año China acumule reservas en moneda extranjera de más de US$1 billón, el fondo de efectivo más cuantioso del mundo.
A medida que los dólares ingresan a China, el banco central los compra y los paga en moneda local, un proceso que mantiene la estabilidad cambiaria pero al mismo tiempo inunda de efectivo a los bancos locales.
Las grandes entidades financieras, como el Banco de China y el Banco Industrial y de Comercio, prestan la mayor parte de estos fondos, que constituyen su principal vertiente de ganancias.
Al dar a conocer el crecimiento del PIB, Zheng Jingping, portavoz de la oficina de estadísticas, calificó al ritmo de expansión como «rápido y estable», pero añadió que la inversión en activos fijos era «excesiva» y que la oferta de crédito estaba «sobredimensionada».
Lecciones de 2003
Muchos economistas creen que, aun cuando Pekín logre superar la resistencia de los gobiernos locales y de los bancos sedientos de ganancias, la estrategia de restringir la inversión podría exacerbar el problema del superávit comercial. Si las restricciones afectan negativamente la demanda china de acero y de grúas, por ejemplo, la importación de estos bienes caería.
Al mismo tiempo, un exceso de productos chinos inundaría los mercados extranjeros, agudizando el desequilibrio comercial. Esto es lo que pasó cuando las autoridades adoptaron medidas similares ante el sobrecalentamiento de la economía en 2003, cuando el ritmo del crecimiento era más lento que el actual.
Las autoridades chinas se han resistido a revaluar el yuan para combatir el crecimiento excesivo, porque temen que el fortalecimiento repentino de la divisa genere bancarrotas al afectar a los exportadores. Algunos sectores agrícolas también podrían verse arruinados con un yuan más fuerte, ya que esto atraería un raudal de productos extranjeros más baratos.
El yuan ha subido cerca de 1,4% frente al dólar desde la última vez que fue revaluado, en 2,1%, hace un año. Hoy, un dólar equivale a unos ocho yuanes.
La alternativa a una revaluación significativa del yuan, en los últimos meses, han sido medidas para frenar los préstamos bancarios. El banco central subió la tasa de referencia en abril en 0,27 puntos porcentuales y ha estado llamando a los ejecutivos de los bancos comerciales para reprenderlos por sus crecientes carteras crediticias.
A la luz de las cifras entregadas ayer, muchos economistas esperan un nuevo aumento de la tasa de referencia, similar al de abril.
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