Donde se pone el dedo, salta pus
Por Rómulo López Sabando
El Expreso de Guayaquil
Ángel Felicísimo Rojas, honorable caballero de Loja, cuando fue contralor general del Estado, hace 60 años conmovió al país al revelar que las aduanas y los ministerios estaban “podridos”. Y sus palabras: “en donde se pone el dedo salta la pus”, iniciaron el combate a la corrupción.
Pero, pese al tiempo transcurrido, los esfuerzos por “moralizar” los antros de corrupción, y a su poder resultante, son nulos. Ahora es peor que antes pues “la troncha”, “produce” más de 2.500 millones de dólares, sólo por corrupción.
Paul Craig Roberts y Karen LaFollette Araujo, en su obra “La revolución capitalista en América Latina”, dicen que “los orígenes históricos del subdesarrollo y de la corrupción de América Latina están en la Colonia. Las aduanas y los estancos, se vendían en subastas públicas, y su pago era al contado o a plazos”. (Dicen que, ahora, el precio por las aduanas es de, entrada, dos “melones” de “verdes” y después sumas innombrables cada semana).
“Lo que ahora llamamos “corrupción” era la forma en que funcionaba el sistema colonial. Todos querían “administrar” impuestos y regulaciones, verdaderas minas de oro para el lucro personal. Los procesos de recaudación y contabilidad garantizaban un sistema impositivo destructivo y tiránico”.
Y los tiempos no han cambiado. Las aduanas son peor que antes, pues ahora están sofisticadas. Tecnificadas. Computarizadas. Por ello, los recaudos aduaneros y los supuestos “aumentos” son migajas.
Políticos, parientes, empresarios comprometidos, amigos distinguidos, damas conocidas y desconocidas y hasta sacerdotes pasan “a mejor vida”, por la magia aduanera.
“Administrar” las aduanas ha sido poner a las ratas a cuidar el queso. Hay múltiples formas de corrupción y enriquecimiento ilícito e inmoral en las aduanas, pero lo más expedito, ahora, resulta ser el de “mirón” o “veedor”. Lo que en el argot delincuencial se conoce como el “campana”, o sea el que está presto a avisar que “ya viene la Policía”. También se lo conoce como el “ojo seco del jefe”, que “informa” que “todo está bajo control”, por lo cual recibe su millonaria tajada. Y que, incluso, vigila que “no le roben a su jefe”.
El “buen reparto” es parte del “bussines”. Para eso los nombran. Tan descarados, que los “servicios” de “mirones” son gratis, sin sueldo. Dicen que son “sacrificados por el bien de la patria”. Pero, no. Son ladrones legalizados que, además, “autorizan, por billeteo” la salida de contenedores.
Son “empresaurios” quebrados que, de la noche a la mañana, ¡están en jet set social! y en fotos en los periódicos. ¿ Ganaron la lotería? No. Son “mirones” aduaneros. Ahora esta corruptela se disfraza de “veeduría”. Cualquier corrupto n.n., pillado haciendo estafas en otros ámbitos, reaparece con el “estatus” de mirón, veedor. Verdaguer, el cómico uruguayo, decía: “para triunfar en la vida, se requiere ser audaz. Y yo soy audaz. Se requiere tener talento, y yo soy audaz”. Audacia es el juego.
La desfachatez, el cinismo y la inmoralidad predominan. Son corruptos de cuello y corbata, que compran conciencias para su delincuencial “defensa”. Son los que sostienen que “el billete es la plena” por encima de la cultura, la ética y el talento. Son corruptos mercachifles de falsedades que alardean que, a los “aniñados”, sólo les interesa “un título” y no la educación. No son empresarios. Adoran el becerro de oro.
La buena fe de algún funcionario, que intenta organizar las aduanas y combatir la corrupción, es manipulada por las “habilidades” de los antiguos, (“expertos”), que saben “cómo ehh la cosa” y que, en colusión y evidente parentesco, inducen al “nuevo superior” (que desconoce el medio) a nombrar como “veedor” a cualquier n.n. que los invita “a comer”. Ojo, vale “veer” cómo se “recupera” el veedor-roedor, rechoncho, diminuto y largas uñas.
No cabe duda. Las aduanas son la tabla de salvación de inescrupulosos y corruptos. Con “mirones” no se modernizan las aduanas ni se combate a la corrupción. Peor, cuando el “mirón” está bajo sospecha, por múltiples estafas. Por esto, si en las aduanas se pone el dedo, salta la pus.
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