Estados Unidos: ¿Hacia dónde?
Por Marcos Antonio Ramos
Diario Las Americas
La pregunta de hacia dónde nos la hacemos frecuentemente. La buena noticia es la reducción de la proyección del déficit para este año. Se anunciaron inicialmente $423 billones y ahora se habla de $296 billones. La mala noticia es que se trata de $296,000 millones. Cuando utilizamos cifras en billones no nos asustamos tanto. En enero del 2001 el superávit era de $305 billones. ¿Qué ha sucedido? Seguimos con la crisis del Medicare, Inmigración, los seguros médicos y el costo de las medicinas, la electricidad y la energía. ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Al Tercer Mundo?
¿Existirá una “clase media” en la próxima década? Las primeras planas prefieren resaltar las crisis inmigratorias, la interminable ocupación de Irak, el retorno de los talibanes en Afganistán, el empeoramiento del conflicto entre palestinos e israelíes y los proyectiles de Corea del Norte. La noticia de los últimos días fue el súbito cambio de política hacia esa nación asiática luego del lanzamiento experimental de siete proyectiles. Después de mantener una posición considerada firme se hace súbitamente prioritaria la diplomacia y se habla hasta de diálogo bilateral, antes descartado. Esa es la diferencia cuando se conoce realmente de la existencia de proyectiles nucleares.
Dejemos por un momento la política exterior. Pasemos a la realidad diaria en la vida de la población de este país. A un distinguido profesional que conocemos bien por su conducta intachable y su servicio a la comunidad le negaron derechos de atención médica que le correspondían en el Medicare por un serio fallo renal y tratamiento de diálisis. ¿Cuál fue la razón expuesta? El haber estado “cubierto” anteriormente en un empleo por un HMO. No importaron las irregularidades que le hicieron perder tal “cobertura”. Preferimos utilizar el lenguaje popular y no refugiarnos en sutilezas y explicaciones de políticos, propagandistas de “talk shows” y recaudadores de campaña.
Casi todos los días, después de leer las noticias escuchamos quejas de personas a quienes se les ha negado algún “beneficio” de Medicare o Medicaid o se les dificulta o impide adquirir ciertos medicamentos. Otros se refieren al aumento espantoso del costo de las medicinas. Se trata de cuestiones complejas que no sólo tienen relación con gobiernos sino con gigantescas empresas que dominan no sólo la economía sino la política. Si usted lo duda puede quizás regresar a una vieja pregunta: ¿para qué se hacen contribuciones a las campañas políticas? Además, ¿qué curioso resulta que haya siempre a mano una explicación cuando se trata de la tendencia favorita del opinante? Los contrarios son siempre los malos. Los demócratas culpan a los republicanos y estos a los demócratas. Al votar, ciertos liberales exigen solamente que el candidato sea claramente “progresista” y ciertos conservadores que éste defienda públicamente algunos valores morales seleccionados entre una larga lista. En cuanto a lo demás, ya veremos.
Desde la Segunda Guerra Mundial este país ha sido gobernado 28 años por demócratas y 33 por republicanos. ¿Tendrá acaso la culpa de todo la Administración del olvidado presidente Millard Fillmore? Al intentar regresar a la Casa Blanca en 1853 sólo lo apoyó el partido de los “Know Nothing” (“no sabemos nada”). En esas palabras pudiera estar la piedra filosofal. Regresando a nuestro propio tiempo. ¿A quién culpar por los problemas? ¿Clinton, Reagan, Polk, Jefferson, Jorge III, los Peregrinos del Mayflower, Juan Calvino? ¿La doctora Madeleine Albright, la doctora Condolezza Rice o el doctor Martín Lutero?
Siempre habrá fondos para contratos en Irak, como siempre los ha habido para la agenda preferida del momento, ya sea de carácter “liberal” o “conservador”, aunque ahora en Estados Unidos existe un nuevo estilo de conservadores o neoconservadores que defienden los déficits sin precedentes, para consternación de los verdaderos conservadores de siempre. Y a los que nos hemos opuesto a los déficits tanto de demócratas como de republicanos ¿cómo clasificarnos?, somos conservadores o liberales? Cuando cualquier administración estatal, republicana o demócrata, no se pone de acuerdo para el presupuesto, se prorrumpe en gritos por parte de la burocracia. Así sucedió en Puerto Rico y New Jersey. ¿Quién protesta cuando un anciano queda indefenso? ¿Quién sitúa prioritariamente en su agenda cuestiones de seguros, vivienda, educación? ¿Qué es lo más importante? ¿Será necesario escoger entre reconstrucción y ocupación en los antípodas y medicinas para americanos?
¿Es qué acaso todos creen ingenuamente que se puede comer las cifras macroeconómicas e indicadores económicos? La confianza se debilita cuando se conoce que a heroicos soldados destacados en campos de batalla no se les entregan siempre los mejores equipos para su protección personal, tampoco se cumplen estrictamente las promesas de los reclutadores. Ni siquiera podemos esperar ayuda de la oposición congresional pues muchos de sus miembros se preocupan más de las asignaciones presupuestarias para su distrito o estado que de las crisis nacionales que se avecinan aquí para aquellos estadounidenses que no tienen su futuro asegurado.
En Cuba se habla de “socialismo” e “igualdad”. Dos palabras que no alimentan a nadie ni producen medicinas. No en balde nos oponemos al estatismo, cuyos peligros son evidentes. La libre empresa es siempre preferible. Pero exigir se revise la lista de prioridades gubernamentales es otro asunto. ¿Hacia dónde vamos? No lo sabemos. ¿Cuál será la próxima subida? ¡Preparémonos para el golpe!
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