¿América Latina se divide en dos?
Por Alejandro Deustua
El Comercio, Lima
Las recientes elecciones en México y la incorporación de Venezuela al Mercosur debieran haber sido factores generadores de estabilidad y cohesión democrática en la región.
Pero de la contestación de los resultados en la primera y de las dudas sobre los términos de acceso en la segunda han emergido fuerzas fragmentadoras que deben ser controladas si ambos procesos van a producir progreso.
En el caso mexicano ello depende de que los representantes del PRD, conmovidos por una derrota inicial de 0,5%, no intenten modificar en las calles lo que se ha mostrado legítimamente en las urnas. Si la normatividad y autoridad electorales –que han tenido el respaldo de la observación internacional– disponen que los reclamos sobre el proceso se realizan de manera ad hoc donde los hubiera y no de manera genérica, este es el camino que debe seguirse y respetarse.
De lo contrario, la polarización interna en México puede derramar sobre sus fronteras inestabilidad que ni la calidad de sus partidos ni la de sus candidatos o programas postulan.
En efecto, si en términos externos la apertura mexicana al mundo no será revertida (una red de 42 acuerdos de libre comercio lo confirman), la predominante relación con Estados Unidos tendrá continuidad (liderada por la aspiración a un buen trato del problema migratorio y la optimización de la relación comercial y de seguridad), la relación con Sudamérica se incrementará (especialmente con los países del cono sur y con los andinos con mayor vinculación), la contienda interna mexicana no debe frustrar ese propósito alimentando la contienda interna hemisférica.
Especialmente cuando el proceso de renovación democrática, que en México data de hace apenas unos años, está contribuyendo a la consolidación del proceso de modernización política en la región.
A esa evolución debiera contribuir también el progreso de la integración en la región bajo los principios liberales y de regionalismo abierto establecidos y sin propósito de predominio estratégico. Si este puede ser el caso de la próxima asociación de Chile a la CAN, no lo es necesariamente en el caso de la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur.
Y no lo es porque no queda claro si es Venezuela la que se ha incorporado a ese grupo de integración o si Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay se han asociado con Venezuela. Como la cláusula democrática –condición sine qua non para pertenecer al Mercosur– no ha sido plenamente exigida, la argumentación pública presentada por el presidente de la Comisión de Representantes (el señor Carlos Álvarez) fue más bien geopolítica que de mercado y el motivo de la asociación venezolana fue su desafiliación con la CAN y el cuestionamiento del principio de regionalismo abierto (los acuerdos con Estados Unidos), no parece que la homogeneidad de principios sustente ese vínculo.
Y si la vulnerabilidad energética de ciertos países del cono sur estimulada por ciertos compromisos de financiamiento facilitaron de manera complementaria el arreglo, la capacidad del Mercosur de absorber –y de contener– a Venezuela ha quedado en duda. Especialmente cuando el señor Chávez confirmó, luego de forzar la ceremonia de incorporación en Caracas, que él no respetará ciertos compromisos regionales como los de no proliferación (según el señor Chávez Corea del Norte está en su derecho cuando realiza pruebas de misiles intercontinentales). Si los miembros del Mercosur no pueden contener a Chávez esa organización habrá agregado a su escasa cohesión actual serios problemas de inestabilidad regional.
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