En peligro el 4 de julio
Por Uva de Aragón
Diario Las Americas
Miami – Han pasado ya el largo fin de semana de playa y barbacoa, las paradas con banderas y patrióticos discursos, y el efímero brillo de los fuegos artificiales. Hemos sobrevivido pese a los peligros de las insolaciones, los mosquitos, y los aeropuertos y carreteras abarrotadas. Pero el 4 de julio –parecemos olvidarlo— tiene un significado mucho mas profundo. Se conmemora, no sólo la independencia de las 13 colonias de Gran Bretaña, sino la creación de la primera democracia moderna.
El momento es propicio para reflexionar sobre la realidad actual de los Estados Unidos.
La visión que tuvieron los fundadores de este país fue asombrosa, pero quizás ningún aspecto merece mayor admiración que el delicado balance de poder que lograron establecer y proteger con la Constitución. A medida que la democracia estadounidense fue desarrollándose, la formación de dos partidos principales contribuyó a ese balance. Y a pesar de que como en todas partes del mundo, la política ha tenido su cuota de aspectos sucios, ha primado la voluntad de servicio de los políticos y la habilidad para llegar a acuerdos, compromisos. Los legisladores con frecuencia han trabajado juntos, sin importarles el partido a que pertenecen, a fin de crear leyes que beneficien a la ciudadanía.
En el presente, sin embargo, los legisladores rara vez votan de forma distinta a la línea de su partido. De hecho, en el último año, un 89% ha votado siguiendo orientaciones partidistas. Tanto es así, que cuando hay un proyecto en que colaboran ambos partidos, la prensa lo destaca, pues lo que antes era común, ahora sucede raramente. Además, las discusiones en los hemiciclos de la Cámara y el Senado son cada vez más subidas de tono y tienden a tensar más el ambiente.
Esta polarización entre los representantes del pueblo refleja una realidad también visible en las comunidades. Cada vez más, la gente que piensa igual tiende a vivir en los mismos pueblos o barrios.
Un estudio de los patrones de votación de las elecciones en los últimos 30 años revela que mientras antes una zona particular podía tener un voto dividido entre demócratas y republicanos, y el margen de ventaja de uno u otro partido podía variar, hoy en día hay áreas claramente “rojas” o conservadoras, y otras decididamente “azules” o demócratas. Esta tendencia sugiere una creciente polarización. Está comprobado que cuando hay personas que tienden hacia un pensamiento centro derecha o centro izquierda, prefieren irse a uno de los dos extremos si viven rodeadas de extremistas.
Hay dos factores más que contribuyen a la polarización de la sociedad norteamericana. Por una parte, la variedad de opciones en la televisión. Como hay canales de reconocida tendencia ideológica, las personas pueden escoger ver las noticias analizadas desde un punto de vista similar al que ellos sostienen. También en la pantalla chica las discusiones políticas se han tornado más agresivas, lo cual no ayuda al ciudadano a entender el punto de vista del otro, sino a reforzar el propio. Además de la televisión, otro elemento de creciente importancia es la Internet, donde prácticamente cualquiera puede tener un “blog” y publicar a diario, o varias veces al día, cuanto desee, sin censura alguna.
Otro elemento clave son los activistas profesionales, que intentan manipular a las masas. En este sentido, hay una variedad de coaliciones religiosas y grupos dedicados al activismo político, disfrazado de un discurso moralista.
¿Cuáles son los temas que dividen al país? Los principales: la guerra en Irak, los límites del poder ejecutivo, las libertades individuales, el aborto, los matrimonios “gay”. En ocasiones, surgen casos que se convierten en debate nacional, como el de Terri Schiavo, cuando se movilizaron miles de personas para salvarla y miles para que pudiera morir con dignidad, después de años en coma. Tal fue la atención que la prensa dio al caso, que el Congreso aprobó una ley, simbólica y tardía, para al menos quedar bien mostrando que habían intentado evitar su muerte. Sin embargo, días después las encuestas mostraran que la mayoría de los ciudadanos no desea la intervención del estado en tales asuntos.
¿Adónde puede llevar esta polarización interna? Es difícil predecirlo, pero el síntoma no es nada alentador en un país que durante más de dos siglos se ha destacado por su gran capacidad de consenso y compromiso.
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