Destruir la economía
Por Axel Capriles M.
El Universal
LAS SEÑALES del gobierno son claras. No se trata sólo de cercenar o limitar la propiedad privada sino de destruir la economía en su totalidad o, por lo menos, lo que por economía se entiende en la contemporaneidad occidental. La distinción no es trivial. No hablamos de los sistemas de producción o intercambio de las sociedades semifeudales que aún subsisten en la actualidad. Una de la características que definen la modernidad es la constitución de un sistema económico autónomo e independiente de otros niveles del entramado social, la existencia de una esfera de la realidad regida por sus propias leyes, no por la política, la guerra, el parentesco o la religión. Estamos volviendo a lo que los antropólogos estudiosos de las sociedades primitivas han llamado sistemas de servicio total, engranajes colectivos en los que el acto económico es un suceso político, un posicionamiento jerárquico, un postulado ideológico, un pronunciamiento militar. E insisto en que este asunto no es insubstancial porque lo que nos estamos jugando es el fundamento mismo de la modernidad, un factor inevitablemente unido a los ideales de igualdad y libertad y a la noción de individualidad.
Como en la América colonial bajo el mando de los Habsburgo en la que todo pertenecía a la corona y los mercados de intercambio estaban determinados por el rey, en la Venezuela contemporánea el comercio y la integración regional no son producto de las necesidades o el consenso de los actores económicos sino del dictamen de la autoridad política. Con una paridad y un mercado de divisas controlado, con un mercado de capitales irrisorio y prácticamente inexistente en el que las casas de bolsa han quedado sólo para vender y permutar títulos de deuda pública, con una banca dedicada a la compra de los mismos papeles del Estado, con alqui leres controlados y precios establecidos taxativamente por voluntades subjetivas indiferentes a la idea de equilibrio, con una ganadería y agricultura intervenidas con el pretexto de crear cooperativas maniatadas y sobornadas por el gobierno, con un Estado convertido en comerciante e industrial de todo tipo y una rique za minera utilizada como caja chica del rey, los estudios universitarios de economía deberían ser sustitui dos por los de retórica y teología medieval.
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