México, otros seis años de gobierno débil
Por Andres Oppenheimer
El Nuevo Herald
CIUDAD DE MEXICO – Perdónenme por echarle un balde de agua fría a un gran evento noticioso, pero contrariamente a lo que dicen muchos de que las elecciones presidenciales de México serán un punto de inflexión en la historia del país, creo que su impacto – no importa quién gane – será mucho menor de lo que muchos creen, y que nada verdaderamente importante va a cambiar.
México seguirá creciendo a tasas mediocres, porque su sistema político no le permitirá realizar las reformas profundas que requiere para producir un crecimiento económico significativo y duradero. El motivo es que es un país con tres grandes partidos políticos y sin segunda vuelta electoral, lo que produce presidentes débiles, sin mayoría en el Congreso, que no pueden hacer aprobar sus proyectos de ley más importantes.
De la manera en que funcionan las cosas aquí, los presidentes ganan las elecciones con un poco más de un tercio del voto, y enfrentan una obstruccion sistemática de los dos partidos de oposición en el Congreso.
Sorprendentemente, muchas personas con las que hablé en la Ciudad de México en días recientes parecen convencidas de que la elección será una suerte de referéndum sobre el proceso de globalización de México iniciado unas dos décadas atrás.
Si gana el candidato oficialista Felipe Calderón, dicen, se afianzará – quizás para siempre – el proceso de tibias reformas de libre mercado de los últimos años. Por el contrario, si gana el ex alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador y se convierte en el primer izquierdista en ganar la presidencia de este país, se le pondrá un freno al proceso de reformas económicas, y quizás podría haber una vuelta a las políticas populistas-nacionalistas de los años setenta, dicen ellos.
Sin embargo, los políticos más experimentados saben que la cosa no es tan sencilla. Según ellos, quien sea que gane las elecciones no podrá hacer mucho para poner a México a la par de China, India y otras potencias emergentes hasta que se resuelva el problema fundamental de la parálisis política mexicana.
El hecho de que el presidente Vicente Fox no pudiera hacer aprobar sus propuestas de reformas energéticas,laborales y fiscales en el Congreso, México se ha quedado gradualmente atrás de sus rivales internacionales. El año pasado, China lo superó como el segundo socio comercial de Estados Unidos, y México cayó del 31 al 48 lugar en los últimos cinco años en la tabla de competitividad del Foro Económico Mundial.
»Nuestra arquitectura política nos condena a la parálisis», me dijo el senador independiente Genaro Borrego, un ex presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI). «Y, a juzgar por las últimas encuestas, nada hace prever que las cosas cambien».
Según la encuestadora Mitofsky, el Congreso que sea electo hoy estará dividido equitativamente en tres bloques: el gobernante Partido Acción Nacional de centro derecha ganará entre 163 y 169 bancas en la Cámara Baja, de 500 miembros; el izquierdista Partido de la Revolución Democrática entre 145 y 169 bancas, y el PRI entre 144 y 168.
En una entrevista con el diario francés Le Figaro esta semana, Fox pidió públicamente cambiar las leyes para permitir una elección con segunda vuelta, »para dar más legitimidad al ganador». Fox dijo que a pesar de haber ganado las elecciones del 2000 con más del 42 por ciento del voto, no pudo evitar que sus iniciativas fueran bloquedas sistemáticamente por el Congreso. »Y será peor para mi sucesor: cualquiera que sea, no reunirá más de un 36 por ciento de los votos», dijo.
Hay otros problemas políticos estructurales: no existe la representación proporcional en el Congreso, algo que permitiría a la primera minoría tener una mayoría funcional. Y los legisladores no pueden ser reelectos, lo que hace que voten con su bancada porque dependen de los líderes partidarios para sus próximos puestos laborales.
¿Qué habría que hacer?, le pregunté a Borrego. Ha habido muchos proyectos para quebrar la parálisis política, y la mayoría de ellos han recomendado una segunda vuelta, o la creación de un cargo de primer ministro nominado por el presidente y aprobado por el Congreso, para lograr un engranaje con el Congreso. Y Calderón ha propuesto un gobierno de coalición. Pero hay demasiados intereses creados para mantener las cosas como están, dice Borrego.
»El PRI cree que obstruyendo durante 6 años no le fue tan mal electoralmente». dijo Borrego. «No hay un incentivo electoral para negociar un acuerdo estable».
Mi conclusión: desafortunadamente, las campañas presidenciales se han centrado en si este país debería encaminarse hacia el libre mercado, o hacia otro lado, en lugar de enfocarse en el tema mucho más importante de cómo quebrar su parálisis estructural. Hasta que México logre desastar su nudo político, no podrá hacer las reformas que necesita para competir con China, India y otras potencias emergentes.
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