Dos países
Por Ramón Pérez Maura
ABC
Después de la ronda electoral de los últimos meses -Colombia, Perú, Bolivia…- hoy está en juego el gordo de esta lotería política. Porque ningún otro país conjuga de igual manera el valor del premio con la igualdad de oportunidades por parte de los dos principales candidatos a llevárselo íntegramente. El problema radica en que para el verdadero destinatario de esta tómbola, el pueblo que ejerce como elector, las consecuencias serán diametralmente opuestas según quién gane.
Hace trece años México firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá -desatando la sublevación zapatista- y hace seis llevó al poder al PAN de Vicente Fox desbancando al PRI por primera vez desde 1929. Estos cambios de profundo calado económico no han sido suficientes para muchos, que con razón han reclamado mayor agilidad para las reformas en las áreas de telecomunicaciones, petróleo, electricidad y cemento. Todas ellas -y otras- son, de facto, monopolios que perjudican gravemente la competitividad mejicana. Estos fracasos parciales en una Administración reformista se vuelven argumentos para la oposición que juega con la nostalgia de un pasado en el que la gente se amamantaba de un Estado en una quiebra cada vez más irreversible, mas una quiebra aparentemente muy lejana de los intereses cotidianos de cada uno. Es el caso del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, que ha visto ante sí la oportunidad de reclamar la vuelta al pasado del México centralizado y de economía cerrada y con un TLC renegociado. Como recordaba The Wall Street Journal el pasado jueves, López Obrador parece querer ser un otro Franklin D. Roosevelt que con un nuevo New Deal promoverá un gigantesco programa de obras públicas y financiará la construcción de un millón de viviendas para los necesitados. Y eso, por no hablar de su insubordinación a la Justicia durante su etapa como alcalde del DF y su querencia a apoyarse en la muchedumbre.
Frente a eso, la alternativa, algo disminuida en las últimas encuestas, la encarna el panista Felipe Calderón. En pura lógica habría que decir que es el candidato oficialista por pertenecer al partido del presidente Fox, mas abandonó esa calidad cuando, surgiendo de la nada, derrotó al candidato del presidente en la carrera por la nominación del PAN a la Presidencia. Calderón promete simplificar el procedimiento impositivo, autorizar la explotación petrolífera privada en mar abierto y acabar con los monopolios. Si a ello añadimos su compromiso de mantener la estabilidad monetria y fiscal en las que la Administración Fox ha triunfado, es difícil acumular mayor número de propuestas llenas de sensatez. La clave está en saber si la mitad norte de México, en la que Calderón es el favorito, se impondrá a la mitad sur donde la ventaja es para López Obrador. Son dos Méxicos buscando imponerse el uno sobre el otro
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