Las barbas del vecino
Por Fernando Fernández
ABC
La visita de Kirchner a Madrid me recuerda la crisis argentina. Pero no para enturbiar la ya difícil situación de nuestras empresas en ese país sometidas con excesiva frecuencia a la arbitrariedad y no al imperio de la ley. La Argentina disfrutó de una edad dorada de crecimiento en los primeros años noventa antes de que el abandono de un presuntamente irreversible tipo fijo con el dólar acabara en una devaluación masiva, un colapso financiero y real y el impago de la deuda externa e interna. La causa última de la crisis estuvo en las alegrías fiscales provocadas por un escenario político que antepuso la reelección de Menem a la racionalidad económica y un sistema de transferencias fiscales a las Provincias Federales, allí todavía llaman La Nación al gobierno central, que hizo políticamente inviable el ajuste cuando su urgencia era dramática.
Y es oportuno recordarlo en la España actual que disfruta una expansión que nace de la Unión Monetaria, pero que alimenta unos desequilibrios alarmantes en la cuenta corriente, un endeudamiento histórico de las familias y una inflación de bienes y activos que erosiona sin pausa la competitividad. Los economistas españoles restan importancia a estos desequilibrios, aduciendo que estamos ante un cambio estructural en la inserción internacional del país que no permite soluciones dramáticas porque no hay problemas de financiación externa. Quizás arriesguemos un estancamiento a la italiana o la portuguesa, pero nunca una implosión a la argentina. Y probablemente sea así. Pero uno no puede más que inquietarse cuando lee en The Guardian, un periódico poco sospechoso de complacencia con los profetas del Apocalipsis del Partido Popular, que el comportamiento español amenaza la estabilidad del euro, o al economista jefe para Europa del Deutsche Bank, Thomas Mayer, afirmar que existe riesgo de «default» para la deuda externa española si continúan las tendencias actuales. Y no porque tengan razón. Bastaría con que les lean los inversores internacionales que están financiando nuestra prosperidad con capitales que en el cono sur llamarían golondrina por su volatilidad, para que subiera la prima de riesgo de la economía española y peligrara el frágil entramado de nuestra reciente prosperidad. Y es oportuno recordar Argentina ahora que acabamos de aprobar un Estatuto de Cataluña que no inspira confianza en el exterior y que el gobierno acaba de anunciar como un gran éxito la consecución de un superávit público apenas superior al 1% del PIB en la Administración Central, y ya nos enteraremos dentro de unos años del déficit de las Comunidades. ¿Saben usted cuál es el superávit chileno, que no es precisamente un país sin necesidades sociales, para evitar que la subida del precio del cobre arruine su competitividad? Más de 5% del PIB y sin fondos europeos.
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