Indocumentados cruzan en bicicleta
Por Mark Stevenson
AP – La Opinión
SONOYTA, Sonora, México (AP).— Muchos inmigrantes ilegales ya no hacen el trayecto fronterizo a pie. Lo hacen en bicicleta.
El calor que supera los 43 grados centígrados y el terreno accidentado del desierto de Arizona agotarían al ciclista más avezado, pero pese a ser amas de casa de mediana edad o campesinos, estos inmigrantes indocumentados pedalean bicicletas usadas compradas por 30 dólares al sur de la frontera.
¿El premio? La oportunidad de conseguir un empleo de escasa paga.
«Aquí enfrente de la oficina pasan en bicicletas. Son migrantes, pasan grupos completos», dijo Mario López, un agente de la agencia Grupo Beta de asistencia a los emigrantes, a pocos cientos de metros de la frontera. «Son bicicletas ya viejas, a fin de cuentas, porque las abandonan».
La mayoría de los ciclistas inmigrantes inician su trayecto en el pueblo de Sonoyta, donde se venden bicicletas en un lote vacante a pocas cuadras de la cerca que marca la frontera con EU. A partir de allí, es un viaje atroz por el terreno accidentado de Organ Pipe. Pese a que el parque prohíbe circular en bicicleta fuera de los senderos, se pueden divisar numerosas huellas frescas en varios sitios.
Fred Patton, el director del parque, dice que «cientos y cientos y cientos» de inmigrantes pasan en bicicleta por el parque, aunque no lleva la cuenta y no puede dar una cifra más precisa. «Es un medio de transporte relativamente común», agrega.
El grupo de asistencia Fronteras Humanas, que vigila el desierto de Arizona en busca de inmigrantes en necesidad de ayuda, suele toparse con bicicletas abandonadas con pinchaduras.
Muchos inmigrantes sencillamente abandonan la bicicleta cuando llegan a un lugar convenido, donde un coyote los aguarda en un vehículo para trasladarlos a alguna ciudad cercana.
La odisea resultó abrumadora para Alejandra Valenzuela, de 27 años, que se quedó rezagada junto con otra mujer.
Valenzuela y la otra inmigrante lograron llegar a una carretera donde esperaron a que la Patrulla Fronteriza las encontrase.
Aunque las bicicletas podrían aliviar en alguna medida el cruce del parque de 1,300 kilómetros cuadrados, la aventura es una prueba de resistencia que asusta a cualquiera.
«Es casi imposible», dice Fred Patton.
Pero la fuerza que impulsa a los inmigrantes los lleva a enfrentar los obstáculos más arduos.
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