Argentina: La cultura del apriete
La conducta prepotente del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en su objetivo de frenar la inflación a cualquier costo es un reflejo del estilo que el presidente Néstor Kirchner imprime a su gestión cuando, en algunas ocasiones, recurre a las formas descorteses, a la prepotencia o a las amenazas veladas. Pero no es a los gritos o con actitudes desmedidas como la Argentina podrá terminar con el problema de la inflación, sino con un ataque frontal a las causas estructurales y macroeconómicas que provocan el alza de los precios.
Los controles de precios son medidas erróneas que nuestro país ya puso en práctica en el pasado y que, como ha demostrado la experiencia histórica, pueden ser efectivos en el corto plazo, pero a la larga generan presiones contenidas que en algún momento se corrigen. Y si no se combaten las causas reales que provocan el incremento de los precios, esa corrección puede terminar siendo traumática.
La modalidad para negociar o para obtener una respuesta determinada empleada por Moreno cuando estuvo al frente de la Secretaría de Comunicaciones se ha trasladado ahora al control de los precios. Frontal y con la convicción de que el que pega primero pega dos veces, el secretario de Comercio Interior se ha constituido en la principal espada de la administración nacional en la negociación con el sector privado para contener la suba de los precios. Sus actitudes hostiles, de las que se quejan con mayor asiduidad los empresarios, llevan a preguntarse si ése es el modo correcto que debe utilizar un destacado miembro de la administración en el desempeño de sus funciones.
Se trata de un funcionario extremadamente duro, al que le gusta marcar el territorio desde el mismo instante en que se enfrenta al ocasional visitante, a quien sorprende con una frase o actitud inesperada. Su receta parecería ser: primero golpear y después negociar. Es importante destacar que, al contrario de sus actitudes agresivas, nunca se oyó una sola versión sobre un acto deshonesto de su parte.
A pesar de los aumentos salariales en distintos sectores de la economía de los últimos meses, que naturalmente tienen que haber incidido en los costos de producción y comercialización, el Gobierno no ha sido permeable a ninguna modificación que pudiera reflejarse en aumentos de precios de los productos o de los servicios.
Es inaceptable la intromisión estatal en las estructuras de costos de las empresas del sector privado, otra de las prácticas corrientes en los últimos tiempos. Según ha publicado este diario a partir de comentarios de empresarios, Moreno ha respondido en más de una oportunidad que «un secretario de Estado les está diciendo lo que tienen que hacer y punto» cuando han intentado quebrar su resistencia a cualquier variación de precios. Su obsesión respecto de la estructura de costos ha dejado de ser una cuestión reservada, y con tal de tener información veraz y concreta sobre cómo se forman recurre a métodos nada aconsejables, como la delación y la amenaza directa.
Tan grande parece haber sido el impacto causado por el secretario de Comercio Interior en la comunidad de negocios que al término de las últimas reuniones con empresarios de distintos sectores, quienes oficiaron de voceros no sólo informaron sobre los asuntos tratados, sino que también se preocuparon por destacar el clima en el cual se desarrollaron. Así, uno de los empresarios de la alimentación calificó la reunión de hace unos días atrás de «amena, sin aprietes ni exabruptos».
Sin bien la dureza para negociar es válida y legítima la preocupación oficial para impedir una escalada inflacionaria, sería deseable que los funcionarios de turno tuvieran presente que el fin no justifica los medios y que su forma de actuar, por el contrario, debería estar impulsada con toda la firmeza que la situación requiera, pero dejando de lado las connotaciones prepotentes, amenazantes y sin ningún tipo de límites.
Es imprescindible que se rectifiquen estos procedimientos y se encare el problema de la inflación operando sobre sus verdaderas causas. Es probable que esto implique transitar por caminos políticamente menos atractivos, pero sin duda más sólidos y exitosos en el mediano y largo plazo que los controles de precios y el apriete como método.
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