El penúltimo dominó yugoslavo
Editorial – El Tiempo
Una vez más el ‘polvorín de Europa’ –la llamada región de los Balcanes– saltó al primer plano de la actualidad esta semana, aunque no por un hecho de guerra sino de cambio pacífico: la protocolización en las urnas del último (o tal vez penúltimo) desprendimiento de lo que fue la federación de naciones eslavas conocidas hasta hace una década con el nombre de Yugoslavia.
Por una votación que superó apenas por cuatro décimas el mínimo de 55 por ciento establecido por la Unión Europea, los 650.000 habitantes de Montenegro se decidieron el domingo pasado por la independencia y se libraron, así, de la asociación cada día más incómoda con Serbia. Esta última queda ahora como la única heredera de la gran nación que soñó el mariscal Tito y que Slobodan Milosevic, el último dictador comunista que imperó allí, intentó en vano preservar por la fuerza.
Con la separación de Montenegro llega a su culminación un proceso de desintegración que reprodujo en la región balcánica el derrumbe de la Unión Soviética en la década de los 90. En medio de feroces luchas, que tuvieron capítulos especialmente sangrientos en Bosnia (como la masacre por los serbios de miles de musulmanes y croatas en Srebrenica en 1995), se fueron desprendiendo de la federación Croacia, Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, hasta dejarla reducida a la unión de Serbia y Montenegro. Esta era, tal vez, la menos artificial de las asociaciones en aquella mezcla de pueblos, etnias, religiones y tradiciones que han compartido el espacio geográfico de los Balcanes. Los dos países tienen la misma cultura, pero se habían apartado en forma creciente, tanto en el terreno económico como en el político. Montenegro había adoptado el euro, mientras Serbia conservaba el dinar. Y, lo que es más importante, los montenegrinos estaban viendo alejar su anhelado ingreso a la UE y la Otan por culpa de Serbia, a la que se le cerraron las puertas de estas organizaciones por su incapacidad para entregar al Tribunal de La Haya al general Ratko Mladic, acusado de genocidio en el conflicto bosnio.
Montenegro no quería seguir compartiendo con su indeseable aliado el papel de Cenicienta del Viejo Continente, y esta fue la principal razón del paso que acaba de dar. Con él se pone fin a una historia iniciada en 1878, cuando el pequeño país, recién reconocido como república, se unió al reino de los serbios. Ahora lo que falta para completar la destrucción de la antigua Yugoslavia es la caída del último dominó: la separación de Kosovo, la región que reclama autonomía desde hace décadas y la tiene en el papel, pero que aún sigue siendo parte de Serbia.
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