El Cono Sur, dividido en la Cumbre de Viena
Las cuestiones ambiental y energética del Cono Sur invadieron inesperadamente la agenda de la Cumbre de Viena amplificando las disidencias regionales y postergando el tratamiento de temas cruciales en la relación intercontinental.
En su discurso ante la Cumbre y en relación a la instalación de las papeleras en Uruguay, el presidente Néstor Kirchner sostuvo que el país no admitirá que pretendan trasladarle industrias consideradas contaminantes en los países ricos.
El Presidente aludió de este modo a una cuestión clave de las relaciones económicas contemporáneas ya que los avances en la conciencia y en la legislación ambientales en Europa y Estados Unidos han profundizado la tendencia a emplazar industrias contaminantes en países con legislaciones más permisivas, gobiernos más fáciles de corromper o poblaciones necesitadas, más proclives a intercambiar salud por puestos de trabajo.
En este contexto, los países receptores de inversiones tienen que evaluar prudentemente la ecuación de costos y beneficios de industrias peligrosas, pensando no sólo en lo inmediato, sino también en el futuro.
Sin embargo, en el caso de las papeleras uruguayas no hay pruebas taxativas de su potencial contaminante y sí hay una elevada incertidumbre por la insuficiencia de informes sobre el tema. De hecho, la Corporación Financiera Internacional acaba de solicitar a las empresas ENCE y Botnia una ampliación de la información ambiental antes de otorgarles el financiamiento que solicitaron.
El caso es que la política confrontativa con que se encararon las diferencias con Uruguay obstaculizaron la posibilidad de ahondar en el conocimiento del impacto ambiental y de acordar un programa de monitoreo conjunto sobre el impacto de las plantas.
No puede olvidarse, además, que la Argentina sufre numerosos problemas de contaminación que no fueron introducidos por empresas extranjeras, y que subsistieron y se agravaron a lo largo de los años por la pasividad de sucesivos gobiernos nacionales, provinciales y municipales.
Viena presenció, también, la disputa energética desatada por la nacionalización de los hidrocarburos decidida por el gobierno de Evo Morales. La medida fue realizada en el ejercicio del derecho de los países a disponer de sus recursos naturales, aspecto que fue reconocido explícitamente por Brasil y por los jefes de Estado en la declaración final de la Cumbre. Pero la medida estuvo acompañada de actitudes —como el involucramiento de las Fuerzas Armadas— y de declaraciones que contribuyeron a exacerbar un conflicto de intereses que era, de cualquier forma, inevitable. El gobierno boliviano debe comprender que, si bien tiene un combustible que otros países necesitan, depende del aporte de las empresas privadas o estatales que trabajan en su territorio para aprovecharlo. Y que, para seguir recibiendo inversiones, necesita garantizar la seguridad jurídica de las empresas.
En rigor, todos los participantes del nudo energético latinoamericano están obligados a convivir, por lo cual la mejor alternativa a los conflictos es la razonabilidad y la negociación. La derivación del incomprensible conflicto entre Argentina y Uruguay y las consecuencias imprevisibles que promete son el mejor espejo en el que pueden mirarse.
Las dos cuestiones comentadas dejaron de lado lo que hubiera debido ser el tema principal de la Cumbre: el incumplimiento, por parte de Europa, de sus promesas de reducción del proteccionismo agrícola. En la reunión de la OMC realizada en Cancún en setiembre de 2003, el acuerdo de países agredidos por el proteccionismo logró fortalecer las negociaciones ante los industrializados. En Viena, los conflictos intestinos en la región colocaron, para beneficio de la Unión Europea, el proteccionismo agrícola en un lugar subordinado.
Los conflictos ambiental y energético llevaron al Cono Sur dividido a la Cumbre de Viena. La preocupación por la inversión externa contaminante es legítima, pero la Argentina tiene mucha contaminación doméstica. Las reivindicaciones energéticas, por otra parte, deben tener en cuenta la necesidad de la inversión. La división regional diluyó el tema del proteccionismo agrícola, importante para el Mercosur.
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