El miedo a Humala es justificado
No se llega a entender cabalmente cuál es el contenido estricto del concepto de nacionalización económica que propone Ollanta Humala. Sin mayores definiciones habla de creación de empresas estatales, de “acciones doradas”, de aumentos de capital e ingreso accionarial a ciertas actividades estratégicas, de expansión de actividades de empresas públicas ya existentes.
Asimismo, no define con claridad qué es lo que tiene como objetivo al plantear tales acciones. ¿Qué es lo que quiere? ¿Tener acciones para obligar a las empresas a tomar decisiones políticas antes que puramente empresariales?
¿Obtener utilidades para mejorar la caja fiscal? ¿Hasta dónde piensa avanzar? ¿Qué empresas tendrán acciones doradas o en cuáles sí entrará como accionista? Nada de eso es aclarado, no se sabe si por desconocimiento o por pura estrategia electoral.
Eso es lo que genera miedo en buena parte de la población. No es la oligarquía que teme el cambio nacionalista o la derecha empresarial aterrada porque le serán quitados algunos privilegios. Es el desconocimiento real de qué es lo que plantea el candidato de UPP.
Y lo mismo sucede con su proyecto político. Cuando uno lee su plan de gobierno no parece encontrarse mayor traumatismo respecto del statu quo, salvo, tal vez, en el tema descentralizador. Sin embargo, tampoco parece hallarse sustento para su proyecto máximo, como es la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
Los cambios que propone no requerirían, en verdad, de semejante decisión política. Y genera, por ello, legítima preocupación cuáles son los reales motivos que están detrás de tal proyecto.
Si a eso se le suma su inexplicable complacencia hacia un entorno más que controvertido, que comprende desde ex militares allegados al montesinismo, pasando por cortesías más que protocolares con la izquierda radical o evasivas lamentables sobre el tema Madre Mía, hasta llegar a padrinazgos repelentes como el que ejerce a favor del inefable Carlos Torres Caro (su reciente affaire con Genaro Delgado Parker huele realmente mal), se podrá entender que nadie le tiene miedo a su bravura, a su fuerza política o su verbo confrontacional.
Los peruanos hemos mostrado valor y tesón para enfrentar inmensos desafíos recientes que han forjado una actitud cívica poderosa (desde la lucha contra Sendero hasta la movilización democrática reciente).
Sólo un falso narcisismo puede hacerle pensar a Humala que su voz ronca y nacionalista genera pavor. Por el contrario, lo que produce pánico son sus debilidades, incoherencias y silencios.
- 31 de octubre, 2006
- 23 de enero, 2009
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