Este mes, como resultado de la crisis en el Asia, el Presidente Clinton empujará al Congreso a gastar $18 mil millones adicionales en “préstamos” del Fondo Monetario Internacional. La administración ha prometido al contribuyente estadounidense que estas ayudas no costarán nada porque, en el pasado, nuestros preocupados socios comerciales han pagado. Un ejemplo de esto es México, que devolvió el préstamo de $40 mil millones otorgado a principios de 1995 antes de lo programado. Entonces, ¿cuál es el problema?

Hay varios, en realidad.

Primero, el hecho de que México pagara su deuda no implica que cualquier otro lo hará. De hecho, el FMI tiene ya un número de exhaustos deudores en su haber, tales como Rusia y Kenia.

Es elemental que un préstamo o se recupera o se pierde. Pero esa opción binaria ciertamente no nos dice nada acerca de la relativa probabilidad de estas posibilidades. Sostener que un préstamo pagado tiene una probabilidad de reembolso del 100% es como sostener que un préstamo perdido tiene una probabilidad de reembolso del 0%. Si eso fuera verdad, nadie efectuaría malos préstamos.

Riesgo Anticipado

Los mercados de capitales evalúan los riesgos crediticios basados en la probabilidad de reembolso antes de que un préstamo se haga efectivo. Cuanto más alto sea el riesgo anticipado de pérdida, más alta es la tasa de interés. Por caso, los bonos brasileños son más riesgosos que los bonos suizos y por lo tanto los tomadores de créditos brasileños deben compensar a los inversionistas con rendimientos más altos. En la determinación de la prudencia de un préstamo, la pregunta crítica es si la tasa de interés es equivalente al riesgo. En la medida en que el FMI fija tasas por debajo de las del mercado, los gobiernos receptores reciben efectivamente dádivas de los Estados Unidos y de Europa occidental.

Y esto es lo que está ocurriendo. Los recientes paquetes del FMI a Corea del Sur, Tailandia, e Indonesia involucran tasas de interés que van del 4,6% al 4,8% en deuda denominada en dólares con una madurez de tres años. Incluso el gobierno de Estados Unidos tiene que pagar substancialmente más (cerca del 5,5%) por deuda de ese plazo. Lo que esto significa es que, aun si no hubiese riesgo alguno de pérdida, los contribuyentes estadounidenses todavía estarían perdiendo dinero, porque las tasas a las cuales están prestando los dólares son más bajas que las tasas a las cuales están pidiendo prestados dólares.

Los comerciantes en bonos del mundo han tasado el riesgo crediticio del Este asiático de manera algo diferente al FMI. En diciembre de 1997, mientras tenían lugar las negociaciones con los bancos acreedores en Nueva York, el Banco Coreano de Desarrollo, con garantía estatal, procuró emitir bonos por un valor de $2 mil millones con una prima de 500-puntos-básicos por sobre los del Tesoro de Estados Unidos (ofreciendo rendimientos anuales del 10,5% en dólares). Esta prima era demasiado baja y la falta de compradores forzó al suscriptor líder, J.P. Morgan, a cancelar el ofrecimiento. En ese momento, la deuda soberana secundaria de Corea del Sur era negociada con una diferencia de 900 puntos básicos por sobre la del Tesoro de los Estados Unidos (cerca del 14,5%). En las fechas de sus respectivas ayudas del FMI, la calificación crediticia para la deuda Tailandesa e Indonesa era incluso más baja.

Estos supuestos “préstamos” del FMI, entonces, ofrecían realmente descuentos extraordinariamente generosos de cerca del 10% por debajo de las tasas del mercado. En los $117 mil millones prestados a Asia del Este bajo auspicios del FMI hasta el momento, la región esta ahorrando cerca de $12 mil millones al año en pagos de intereses. Durante tres años, Corea del Sur, Tailandia, e Indonesia habrán recibido una transferencia directa de riqueza de por lo menos $35 mil millones, sobre todo de los contribuyentes de Estados Unidos y de Europa Occidental.

Pero esta cifra de $35 mil millones minimiza realmente la verdadera escala de la transferencia. Los inversionistas tasaron la deuda de Corea del Sur a un rendimiento del 14,5% solamente porque había una buena oportunidad de que el FMI acudiera tarde o temprano y los rescatara. Ausentes las distorsiones del mercado por parte del FMI, la prima de riesgo en esta deuda soberana habría sido incluso mayor.

Más específicamente, muchos de estos $35 mil millones implicarán una transferencia de riqueza de las clases medias occidentales a los gobiernos del Este asiático, a los bancos, y a sus ricos dueños de participaciones societarias, y de allí a los ricos inversionistas occidentales y japoneses que arriesgaron capital de maneras absurdas (o quizás no tan absurdas, puesto que existía una buena probabilidad de que estuvieran asegurados al final). Las series enteras de transacciones ascienden a un impuesto notablemente regresivo.

Curiosamente, el gobierno de los Estados Unidos presta dinero a través del FMI a tasas de interés mucho más bajas que las que le cobra en la mayoría de los préstamos domésticos a los estadounidenses. En el caso de los préstamos garantizados por la Administración de la Pequeña Empresa, por ejemplo, la tasa de interés que prevalece ronda alrededor del 10,75%; los estudiantes universitarios deben pagar cerca del 9% en préstamos de la universidad; y los veteranos deben pagar cerca del 7% en préstamos hipotecarios garantizados federalmente. Todos estos deudores son de riesgo crediticio más seguro que los gobiernos del Este Asiático.

Estos números explican porqué las prevalecientes racionalizaciones pro-FMI comienzan con la premisa de que las circunstancias son altamente anormales. En uno de los escenarios apocalípticos más comunes defendidos por quienes proponen la ayuda del FMI, la crisis en Asia implica un efecto dominó, conduciendo a un colapso bancario en Japón, a una recesión en Europa Occidental, y a una catástrofe económica en los EE.UU..

¿”Gripe Asiática”?

Los problemas con este escenario aterrador es que depende de la caracterización que hace la administración de Clinton acerca de la reducción del mercado refiriéndose a una “gripe asiática”—una bacteria que ataca sin causa y podría golpear a los EE.UU. No lo hace, y no lo hará.

La debacle en Asia fue causada por el “capitalismo de compinches”, una ambig�edad que describe la manera en la cual los políticos infectan a los mercados distorsionando los precios y creando artificialmente ganadores y perdedores. Los inversionistas fueron alentados a tomar enormes riesgos en propiedades inmobiliarias, en las finanzas, y en otras industrias—y cuando estos riesgos produjeron grandes pérdidas, sobrevino la crisis actual. No enfrentamos este problema en los Estados Unidos, así que no deberíamos temer ser infectados por las enfermedades de Asia.

Más peculiarmente, los remedios del FMI parecen diseñados para evitar un desastre económico teórico, reproduciendo las políticas que condujeron a un desastre económico real. Después de todo, la diferencia entre el capitalismo de compinches del Asia del Este y el capitalismo de compinches del FMI es sobre todo cuantitativa: mientras que los gobiernos en el Este de Asia subvencionaron a las empresas y a los sectores industriales, el FMI funciona en una escala mucho más significativa, subvencionando a países enteros. El FMI, a pesar de sus esfuerzos por empujar reformas económicas, recompensa a los malos regímenes intervencionista del mismo modo que el capitalismo de compinches de Asia del Este recompensó a las malas inversiones. Existe una buena razón para ser cuidadoso con una cura cuyos efectos secundarios incluyen la generación de más de la misma enfermedad.

Traducido por Gabriel Gasave


David Sacks y Peter Thiel son Investigadores Asociados en The Independent Institute. El Sr. Thiel dirige también Thiel Capital International, LLC, un fondo con sede en Palo Alto, California., el cual invierte en participaciones societarias globales, divisas y mercados de deuda.

Este articulo apareció en el Wall Street Journal, Viernes 13 de marzo, 1998.

Traducido por Gabriel Gasave