Más de un millar de veces al día, agentes de la policía de la Ciudad de Nueva York detienen y cachean a estadounidenses que se dirigen a sus quehaceres cotidianos. En 2011, realizaron tales requizas sobre 685.724 neoyorquinos. La principal justificación es la de mantener las armas fuera de las calles. Sin embargo, el año pasado, sólo encontraron un arma de fuego por cada doscientos cacheos. El alcalde Bloomberg, quien ha supervisado un aumento del 600 por ciento en estos registros, ha citado el escaso número de armas de fuego decomisadas como prueba de que el programa está funcionando.

Como era de esperar, las requisas se han realizado de manera desproporcionada sobre negros e hispanos. Según la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU es su sigla en inglés), el año pasado los cacheos policiales de jóvenes negros superaron el total de personas de este grupo demográfico que vive en la ciudad—168, 126 detenciones y requisas de varones negros de entre 14 y 24 años en 2011, frente a una población local de sólo 158.406.

Otro aspecto preocupante involucra a las mujeres que fueron detenidas y cacheadas por oficiales varones. Mientras que en la seguridad aeroportuaria, los funcionarios sólo pueden palpar a los de su mismo género, los oficiales de policía de la Ciudad de Nueva York carecen de tal restricción. Mujeres han acusado a la policía de darle una connotación sexual a sus requisas. Crystal Papa de 22 años, se queja de que una tarde agentes de policía que afirmaban estar buscando a un violador, les solicitaron sus identificaciones a ella y otras mujeres sentadas en una banca en proximidades de su casa en Harlem Heights y procedieron a registrarla. La escena que describe plantea serias preocupaciones.

Palparon alrededor de la cintura de mis jeans... Palparon los bolsillos traseros de mis jeans, alrededor de mi nalga. Fue algo irrespetuoso y degradante. Estaba fuera de lugar. No tenía ningún sentido. ¿Cómo van a detener a tres mujeres cuando se supone que están buscando a un violador masculino?

La justificación principal detrás de estos cacheos es desarmar a los posibles sospechosos, aunque se ha convertido en una medida generalizada de la ley y el orden, en particular tendiente a hacer cumplir las leyes sobre las armas. Después del horrible tiroteo de Aurora, Colorado, Bloomberg afirmó que los Estados Unidos deberían adoptar más controles sobre las armas en todo el país, ¿pero es esto lo que tiene en mente? ¿Es este el tipo de sociedad que deseamos tener?

En un artículo para el Wall Street Journal, la conservadora Heather MacDonald elogia a la política de detener y cachear como profiláctica, aplaudiendo ésta y otras medidas de mano dura contra el delito a fin de fomentar “el triunfo de Nueva York sobre el caos”, lo que ella denomina “el mayor éxito de política urbana del último cuarto de siglo”. Pero ninguno de sus compañeros conservadores que alardean de su incondicional apoyo a la Segunda Enmienda debería objetar cualquier programa cuya principal función fuese la de evitar que la gente porte armas. Los socialistas, por su parte, deberían reconocer la amenaza que políticas como las de Bloomberg representan para las libertades civiles.

En cuanto a la constitucionalidad de las detenciones y requisas, la misma se debatió en el pronunciamiento de la Corte Suprema de los EE.UU. en el caso Terry vs. Ohio* de 1968. Se estableció que la policía puede legalmente efectuar una requisa de Terry cuando tenga una “sospecha razonable” de que el sujeto ha cometido un delito o se encuentra a punto de cometer un delito. ¿Tiene la policía de Nueva York un motivo legítimo para sospechar del comportamiento criminal de entre uno y dos mil individuos cada día?

MacDonald sostiene que 680.000 requisas basadas en una sospecha razonable no son extraordinariamente altas, cuando consideramos que “hubo casi 900.000 arrestos y citaciones [sic] el año pasado bajo el estándar más estricto de la causa probable”. Que hubo una citación o arresto por cada diez neoyorquinos no debería resolver nuestras preocupaciones, sin embargo. Un gran número de ellos son arrestos por drogas y la guerra contra las drogas ha bajado notoriamente el umbral que la policía ha necesitado para superar los estándares para la requisa y la detención razonable. Por otra parte, muchas citaciones presumiblemente involucran contravenciones menores como las violaciones de tránsito.

Los delitos violentos ha caído de hecho en Nueva York, así como en gran parte del resto del país. Sin embargo, resulta difícil atribuir esto a una política en particular. Los socialistas suelen darle el crédito al aborto legal, sin embargo, las regiones con mínimas restricciones sobre las armas de fuego también han visto disminuir la delincuencia a pesar de las predicciones. Los conservadores dan el crédito a la mayor construcción de prisiones, sin embargo, han predicho erróneamente que las leyes sobre la liberalización de la marihuana podrían aumentar las tasas de criminalidad. Las normas comunitarias, la cultura civil y la seguridad privada probablemente tengan tanto que ver con los patrones delictivos como cualquier otra cosa, pero rara vez son incluidos en el análisis.

No obstante ello, el crimen es todavía mayor de lo que debería ser y ahora vemos otro tipo de amenaza en aumento: La criminalidad de la policía actuando de manera descontrolada.

Si sus posibilidades de ser robado se han reducido, pero sus chances de ser detenido, acosado o incluso tratado brutalmente por la policía han aumentado, ¿está usted mejor? Si el número de personas demoradas, cacheadas, arrestadas, encarceladas, golpeadas y baleadas por la policía ha aumentado, ¿puede realmente decirse que las comunidades se encuentran más seguras? Echando un vistazo alrededor de nuestra sociedad, vemos tendencias alarmantes: La militarización de la policía, oficiales disciplinando a niños violentamente, mascotas familiares abatidas sumariamente en equivocadas redadas nocturnas, un centenar de allanamientos al estilo SWAT al día, y la mayor población penitenciaria por habitante de la tierra. Actualmente, los ciudadanos de la ciudad más famosa de los Estados Unidos deben lidiar con el temor a ser detenidos, obligados a presentar su documentación y, potencialmente tanteados o acosados sin orden judicial. Los colonos americanos de fines del siglo XVIII libraron una revolución por menos.

Discutir sobre el efecto que las restricciones a las armas de fuego tienen sobre la delincuencia es sin duda importante, pero hay un debate aún más crítico involucrado en las políticas de detenciones y cacheos de Bloomberg: Una cuestión que atañe a los valores estadounidenses básicos. ¿En qué tipo de sociedad queremos vivir? Un estado policial no es mi respuesta y quisiera creer que no es la preferencia de la mayoría de la opinión pública estadounidense. Sin embargo, en ese caso, hay que hilar muy fino: si es que todavía no estamos allí, ciertamente estamos tomando ese camino.

*Nota del traductor:

En el precedente “Terry vs. Ohio” (392,U.S., 1, 1968), la Suprema Corte de los Estados Unidos convalidó la detención y requisa sin orden judicial efectuada por un policía al advertir que extraños actuaban de “manera sospechosa”, ocasión en que se les aproximó y luego de identificarse y girar alrededor, palpó sus ropas y encontró una pistola en el bolsillo del individuo sospechoso. Este luego fue condenado, admitiéndose el arma como prueba pese a las objeciones de la defensa.

Para llegar a este resultado el tribunal sostuvo que “cuando un oficial de policía advierte una conducta extraña que razonablemente lo lleva a concluir, a la luz de su experiencia, que se está preparando alguna actividad delictiva y que las personas que tiene enfrente pueden estar armadas y ser peligrosas, y en el curso de la investigación se identifica como policía y formula preguntas razonables, sin que nada en las etapas iniciales del procedimiento contribuya a disipar el temor razonable por su seguridad o la de los demás, tiene derecho para su propia protección y la de los demás en la zona a efectuar una revisación limitada de las ropas externas de tales personas tratando de descubrir armas que podían usarse para asaltarlo”.

La Corte consideró que conforme con la Cuarta Enmienda, “tal es una revisación razonable y las armas que se incauten pueden ser presentadas como prueba en contra de esas personas”.

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.