El peligro de los inestables precios del petróleo

16 de marzo, 2000

¿Se está usted encolerizando por el precio de la gasolina que se acerca a los $2 el galón? Bien, tan sólo recuerde que el Protocolo de Kyoto (destinado combatir un hipotético recalentamiento global), promovido ávidamente por la Administración Clinton-Gore, elevará aún más los precios—¡de manera permanente!

Mientras los acólitos elitistas de Al Gore se encuentran anhelando precios más altos dado que los mismos pueden reducir el consumo de petróleo y la emisión de dióxido de carbono, los propietarios de hogares en Nueva Inglaterra y quienes deben viajar cada día a sus empleos en todas partes, no están muy felices por este costo adicional—por decir lo menos. La situación está inclusive poniendo nervioso al mercado de valores, dado que mayores precios de la energía provocan inflación al elevar también el costo de los alimentos y de las manufacturas. Afortunadamente, la producción de electricidad estadounidense está mayormente basada en el carbón y en la energía nuclear, y no se ve muy afectada por lo que la OPEC decide hacer con los precios del petróleo.

La rápida suba en el precio ha encendido pedidos parlamentarios en favor de la apertura del Refugio Nacional Ártico de la Vida Silvestre (ANWR son sus siglas en inglés) el que es rico en petróleo y constituye una importante zona petrolera estadounidense. La Casa Blanca ha prometido un veto, aún cuando solamente una fracción muy pequeña de esta vasta área será afectada. Pero si los ciudadanos permanecen descontentos, como lo demostraron los camioneros que condujeron sus equipamientos hacia Washington, Clinton-Gore pueden reconsiderarlo. Después de todo, este es un año electoral.

Otras reacciones al incremento de los precios varían desde las lastimosas hasta las ridículas. Los políticos están en campaña; el Secretario de Energía Bill Richardson, que aspira a candidatear a la Vicepresidencia en la boleta electoral de Gore, está tratando de romperle la quijada a los sheiks y a los emirs hacia una creciente producción. Al mismo tiempo, la anti-nuclear Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Preocupados) responsabiliza de los altos precios no a la OPEC sino a los vehículos utilitarios deportivos o SUV como se los conoce en inglés, los que son engullidores de gasolina y «poseídos por los estadounidenses ricos.»

Pero después de que los matemáticos de la Union of Confused Scientists (Unión de Científicos Confundidos) se encargasen de manejar prolijamente la propiedad privada desde el estado, nos percatamos que los números para el estado de Mississippi exceden a los del estado de Connecticut. Nunca supimos que había tanta gente rica en Mississippi.

Aquí el problema serio no es sólo el del precio elevado sino el de la inestabilidad. En unas pocas semanas, el precio mundial del petróleo se triplicó, moviéndose desde cerca de $10 el barril hasta más de $30. Esto se logró mediante las decisiones conjuntas de un puñado de ministros petroleros actuando en nombre de sus gobiernos. Estos mismos hombres pueden, en cualquier momento, retrotraer el precio a los $10 bombeando los pozos petroleros a su plena capacidad.

Tales manipulaciones del precio pueden perjudicar—y lo harán seriamente—a la industria petrolera local, y en particular a los pequeños operadores y a los independientes que realizan perforaciones en los Estados Unidos continentales. Cuando el precio cae por debajo de cierto nivel, típicamente a $15 el barril, muchos de los «pozos Stripper,» que producen tan sólo unos pocos barriles a la semana, deben cerrar en la medida que los costos operativos superan a los ingresos. Pero una vez que los pozos han sido bloqueados (según la ley), el petróleo restante es dejado sobre la tierra y se pierde para siempre—aún si el precio vuelve otra vez a subir. Es concebible que ciertos productores extranjeros de petróleo estén moviendo al precio del petróleo hacia arriba y hacia abajo a fin de justamente lograr eso—eliminar en la mayor medida posible a la producción petrolera estadounidense.

La actual Casa Blanca se ha puesto del lado de los productores extranjeros al prohibir un desarrollo petrolero adicional a la altura de las costas este y oeste. Pero ahora, con las importaciones de petróleo representando el 54% del consumo total, puede ser que Clinton y Gore reconsideren su actitud.

No obstante, tan sólo el pasado octubre, Al Gore prometió que, si era elegido, emitiría ordenes ejecutivas revocando los 180 y pico contratos petroleros federales de las costas de California y Florida, por los cuales las compañías petroleras ya le han pagado al gobierno miles de millones de dólares.

Si a usted le preocupa el medio ambiente, tome nota que tal iniciativa llevaría a incrementar la dependencia en el petróleo importado, el cual por supuesto, deberá ser transportado en buques cisternas. Es realmente una elección sencilla: ¿traerá usted al petróleo desde el exterior en buques-tanques propensos a los accidentes o a través de tuberías mucho más seguras desde la plataforma continental de los Estados Unidos? Y eso no está siquiera tomando en cuenta las implicancias de la seguridad y de la balanza comercial.

Los precios más altos probablemente no durarán mucho más allá del verano y entonces retornaremos a niveles más razonables. Pero la experiencia debería darnos una pausa para pensar muy cuidadosamente respecto de las políticas necesarias para salvaguardar al consumidor y al productor estadounidense de las oscilaciones de los precios. Esperamos escuchar sobre el particular cuando los candidatos presidenciales debatan sobre los temas atinentes a la energía y al medio ambiente.

Traducido por Gabriel Gasave

  • (1924–2020) fue Investigador Asociado en el Independent Institute, y Profesor Emérito de Ciencias Medioambientales en la University of Virginia.

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