El fin no está cerca

4 de February, 2010

El Panel Intergubernamental Sobre el Cambio Climático (IPCC) ha reconocido que cometió un error en su proyección de 2035 como el año en que se supone se derretirán los glaciares del Himalaya. Pero esta equivocación no es un error excepcional y es la última en la letanía de errores que ha afectado al panel durante los últimos diez años.

En su informe de 2001, alegaba que el siglo 20 fue “inusual” debido a los gases de efecto invernadero generados por el hombre. Su infame gráfico de la temperatura que exhibe el informe, con la forma de un palo de hockey, ignoró el bien establecido Periodo Cálido Medieval (alrededor de 1000 D.C.) y la siguiente Pequeña Era de Hielo (desde aproximadamente el 1400 hasta 1800 D.C.). Dos canadienses descubrieron la mala información utilizada por el panel y los errores estadísticos en sus análisis. A mediados de agosto, tras reiteradas solicitudes de que proporcione dichos datos en el marco de la Ley de Libertad de Información (FOIA en inglés), la Unidad de Investigación del Clima de la University of East Anglia (CRU-UEA), una de las tres agencias internacionales que calculan las temperaturas globales, anunció que se deshizo de los datos sin procesar utilizados para calcular las temperaturas de la superficie terrestre. Esta acción hace que sea imposible la revisión y verificación independiente de las tendencias de la temperatura publicadas en él—una clara violación de los principios de la ciencia y de la ley.

En la reunión anual de 2009 de la Geological Society of America, Don Easterbrook presentó gráficos que demuestran cómo los datos de los anillos de los árboles de Rusia que exhiben un enfriamiento después de 1961 fueron truncados y disfrazados en las publicaciones del IPCC. El engaño, así expuesto, indica que el Informe de Evaluación del IPCC 4 (AR4) contiene ardides que vuelven al documento científicamente cuestionable.

En noviembre, se filtrar correos electrónicos de la CRU y ellos revelaron los esfuerzos para suprimir los estudios independientes que fuesen contrarios a las conclusiones del IPCC de que los seres humanos causaron el calentamiento global. Así, el proceso de revisión científica del IPCC posee una sistemática inclinación de una magnitud inasequible en favor del calentamiento inducido por el hombre.

A mediados de diciembre, el Instituto de Análisis Económico de Rusia informó que el Centro Hadley para el Cambio Climático de la Oficina Meteorológica Británica (Met Office) probablemente había manipulado los datos climáticos rusos y que los datos de la estación meteorológica de Rusia no apoyan el calentamiento global causado por los humanos. La Met Office colabora con la CRU en informar las temperaturas globales. Las tendencias de la temperatura de la superficie terrestre informadas no son fiables y probablemente poseen un fuerte prejuicio sobre el calentamiento de una magnitud desconocida.

En enero, Joe D”Aleo y Michael E. Smith informaron que el National Climatic Data Center y el Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) suprimió a varias estaciones meteorológicas de sus bases de datos en los últimos años. Las estaciones eliminadas se encuentran por lo general en climas más fríos. Al parecer las tres principales organizaciones internacionales que emiten informes probablemente tienen un prejuicio respecto del calentamiento de una magnitud desconocida que hace que sus temperaturas anunciadas y tendencias de la temperatura no sean científicamente confiables.

El 23 de enero de 2010, el Sunday Times (Londres) informó que el AR4 del IPCC vinculaba erróneamente a los desastres naturales con el calentamiento global. No obstante daba cuenta de que el informe publicado en la que esta afirmación estaba basada, declaraba: “Hemos encontrado pruebas insuficientes para sostener una relación estadística entre el aumento de la temperatura global y los estragos catastróficos”.

En enero, Murari Lal, el escritor encargado de la coordinación del capítulo sobre Asia del AR4, señaló que el informe deliberadamente exageraba el posible derretimiento de los glaciares del Himalaya. “Pensábamos que si podemos ponerlo de relieve, impactará en los legisladores y políticos y los animará a adoptar algunas medidas concretas”. Este reconocimiento demuestra que el AR4 es un documento político y no uno científico.

La semana pasada, informes adicionales revelan que las aseveraciones del IPCC de que el calentamiento causará extensos efectos adversos sobre la selva amazónica y los arrecifes de coral no se originaron en investigaciones científicas revisadas por los pares sino en publicaciones de grupos ecologistas como el World Wildlife Fund y Greenpeace. De ese modo, la pretensión del IPCC de que representa a una ciencia revisada por los pares es falsa.

Más escandaloso aún, el IPCC basó sus predicciones en anécdotas, fuentes no revisadas por expertos—para nada de acuerdo con sus principios y estándares científicos solemnemente anunciados. Estos acontecimientos muestran no sólo un descuido general de los procedimientos del IPCC sino también un extremo prejuicio ideológico—bastante inapropiado para un estudio científico supuestamente imparcial. Por sí mismos, ellos no invalidan la conclusión básica del IPCC —que un calentamiento en la segunda mitad del siglo 20 fue causado por el hombre, probablemente a través del aumento de los gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono. Sin embargo, todos estos errores palidecen en comparación con el “ClimateGate”, que pone en duda a los propios datos sobre las temperaturas utilizados por el principal resultado político del IPCC.

En mi opinión, el ClimateGate es una cuestión mucho más grave que el simple descuido y la distorsión ideológica; el ClimateGate sugiere la existencia de una conspiración para cometer fraude.

En este cometido, el grupo fue asistido no sólo por los fanáticos del medio ambiente, los reaccionarios anti-tecnología, los utópicos de un mundo unificado y los fanáticos del control de la población, sino también por burócratas, empresas, corredores de bolsa y banqueros, que han aprendido a jugar con el sistema y a beneficiarse con las subvenciones y subsidios del gobierno para planes exóticos tendientes a producir energía “libre de carbono” y con el comercio de los permisos de carbono. Cientos de miles de millones ya han sido desperdiciados—la mayor parte en transferencias de ingresos fiscales hacia unos pocos favorecidos.

Sin embargo, estas sumas empalidecen si se las compara con los billones de dólares que se habrán gastado en el futuro si es que algunos de los planes de mitigación llegasen a entrar en vigor. Afortunadamente para la economía mundial, estos planes colapsaron en la conferencia de Copenhague. Claramente, las naciones en desarrollo no quisieron asumir los sacrificios y las restricciones a su crecimiento. Se expreso poca preocupación sobre el clima; Copenhague se trató mayormente de la transferencia de dinero de los países ricos a los países pobres—o más precisamente, de los pobres en los países ricos a los ricos en los países pobres.

Traducido por Gabriel Gasave

  • (1924–2020) fue Investigador Asociado en el Independent Institute, y Profesor Emérito de Ciencias Medioambientales en la University of Virginia.

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