El Presidente Obama promulgó un proyecto de ley bipartidista el 11 de febrero estableciendo que la televisión analógica continuará hasta junio. Si usted no estaba enterado de la conversión a nivel nacional a la TV digital, no era el único. “Quienes respaldan la postergación temían que 20 millones de personas, mayormente pobres, ancianos u hogares rurales” no estuviesen preparados para la conversión, informa la agencia Reuters.

Pese a ello, para la próxima semana 681 estaciones habrán abandonado sus transmisiones analógicas, según la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC es su sigla en inglés). La FCC podría incluso prohibirle a las estaciones cumplir con la fecha límite establecida originalmente por el gobierno.

En 2005, Bush promulgó la Ley para la Transición a la Televisión Digital y la Seguridad Pública, estableciendo el plazo límite este mes de febrero y asignando 1.500 millones de dólares en concepto de vales para adquirir conversores digital-analógicos. Los consumidores redimirían los cupones en las tiendas minoristas certificadas por la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información (NTIA es su sigla inglesa).

Pero Scott Wallstein del Technology Policy Institute concluye que estos vales le han “puesto un piso al precio” de los conversores. Las tiendas minoristas certificadas carecen de incentivos para cobrar menos de los 40 dólares que es el valor de los cupones. Analizando los precios minoristas de todo el país, Wallstein estima que los vales han “incrementado el precio de los equipos conversores entre 21 y 34 dólares” por unidad.

Además, los vales implicaban que la atención para la entrega de las unidades era conforme el orden de llegada. Fomentaron las ventas de conversores pero fallaron en preparar a un número suficiente de estadounidenses para el plazo límite original. Muchos ni se habían enterado de la novedad.

La reglamentación coercitiva supuestamente posibilita la coordinación a gran escala allí donde el mercado fallaría. Pero este plan de conversión de la televisión nacional pone en evidencia los límites de la planificación centralizada.

Wilmington, Carolina del Norte, fue el conejillo de indias, abandonando la transmisión analógica en septiembre pasado. La FCC recibió 1.800 llamados con pedidos de asistencia, incluidos los de cientos de personas que siguieron las instrucciones pero no recibieron ninguna señal. A escala nacional esto significaría un caos.

El terreno montañoso de Denver plantea severos problemas de interferencia. Las principales estaciones de Búfalo utilizan una señal analógica de alto poder para cubrir bastas áreas; tras el cambio muchos televidentes rurales se perderán la totalidad de la programación. Las señales digitales tienen problema tanto para llegar a los edificios urbanos como a las áreas rurales remotas. Una señal analógica débil significa una imagen borrosa. Una señal digital débil significa la ausencia de imagen o una imagen intermitente. Las estaciones y empresas de telecomunicaciones han bregado para ajustarse al cronograma nacional.

La mayoría de las estaciones y televidentes están preparados. Después de invertir en la conversión, algunos se resienten con la postergación. El congresista Joe Barton (republicano de Texas) protestaba, “[N]o importa cuándo usted fije la fecha—el 17 de febrero, el 12 de junio, el cuatro de julio, el Día de san Valentino—van a haber algunas personas que no estarán listas”.

La televisión digital universal es una prioridad nacional, pero cualquier plan central dejará a millones de personas rezagadas. Bajo la reglamentación de las ondas radiofónicas de la FCC, los grandes jugadores prosperan y los competidores más pequeños batallan. CBS, NBC y ABC fácilmente pueden continuar con sus transmisiones analógicas, mientras que las cadenas más chicas difícilmente puedan darse el lujo de obedecer los dictados caprichosos de la FCC y el Congreso.

¿En cualquier caso, por qué está involucrado el gobierno? ¿Por qué no una transición más orgánica y regional?

La FCC nació de la Comisión Federal de Radio creada en 1927. Supuestamente, el mercado había asignado pobremente a las ondas radiofónicas. En verdad, un sistema basado en los derechos de propiedad y el lugar de residencia ya funcionaba y fue sostenido en un fallo de 1926 en Illinois que recayó en la causa “Tribune Co. v. Oak Leaves Broadcasting Station”.

En la década de 1920, el Secretario de Comercio Herbert Hoover negó de manera arbitraria licencias de transmisión. Fue reprendido en el caso “United States v. Zenith Radio Corps”. Respondió asignando licencias de manera indiscriminada—“una clásica ‘tragedia de los comunes’”, tal como el economista Thomas Hazlett lo destacó. En vista de que la asignación del espectro radiofónico del derecho anglosajón funcionaba, la intervención federal creó el caos radial que supuestamente justificaba una nueva agencia reglamentadora.

La FCC se convirtió en una herramienta política, defendiendo a las cadenas favorecidas, castigando a las pequeñas y censurando a las disidentes. La agencia apuntaló al monopolio telefónico de AT&T durante muchos años, obstruyó el surgimiento del cable y mantuvo a los teléfonos celulares fuera del mercado durante una década.

Con la televisión convirtiéndose en digital, los reguladores federales pierden su clásica justificación—la necesidad de controlar a un espectro limitado. Pero no espere usted que los federales den un paso al costado. Lo que falla en servir a los consumidores todavía puede beneficiar a los políticos, reguladores y a los líderes de la industria bien vinculados.

En la era de Internet, un plan nacional para la TV digital universal es un torpe anacronismo. La imagen de alta calidad, la disponibilidad y la libertad para el consumidor estaría mejor satisfecha mediante una separación de la televisión y el Estado.

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.