Un reciente informe en The New York Times da cuenta de cómo en Ghana muchas muchachas preadolescentes se encuentran sometidas a la esclavitud, supuestamente para expiar los pecados de sus padres o de otros miembros de la familia.

Lo que sucede generalmente es que un sacerdote mantiene a una muchacha como una sirvienta sexual hasta que ella ya no lo satisface más, después de lo cual la familia debe substituirla por una nueva virgen y así sucesivamente hasta que la expiación se encuentra cumplida.

Un sacerdote ghanés, al que se cita como defensor de la práctica, dice que “la práctica proviene de una visión del mundo que ve a la justicia y al castigo en comunal antes que como términos individuales; un individuo que no tiene conexión alguna con un crimen puede ser castigado en lugar de otros.”

Algunos intelectuales occidentales sostienen que no existe modo alguno de juzgar tales prácticas debido a que cada comunidad establece sus propios estándares de justicia. Estos intelectuales ven a los esfuerzos reformistas como un “corrosivo” imperialismo individualista.

Mediante este razonamiento, la circuncisión femenina forzada en África, la censura de la literatura objetable en algunas culturas musulmanas y la matanza de esposas indeseadas en la India resultan también aceptables.

Los individualistas objetan que existen derechos humanos básicos que deben ser protegidos. Cualquier forma de esclavitud es una violación de la justicia. El sentido común se encuentra asegurado cuando los derechos individuales lo están. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch están correctamente invocando estos principios universales.

Muchos comunitarios ampliamente difundidos afirman que la justicia es una cuestión de equilibrar los derechos individuales y el bien común, mientras expresan horror por la práctica ghanesa. No obstante, es difícil ver cómo un comunitario pudiese oponerse. Después de todo, si “la comunidad” ha aceptado una práctica, ¿qué habría de malo con ella?

Los comunitarios sostienen que cada uno debe respetar las diferentes tradiciones de las variadas comunidades humanas alrededor del globo. ¿Pero si no existen principios básicos aplicables a todos, por qué deberíamos respetar todo aquello que una comunidad pudiese hacer?

Por supuesto, no existe ninguna fácil reparación para las víctimas de las violaciones de los derechos humanos alrededor del mundo. Abrirse paso en una sociedad con un ardiente entusiasmo reformista raramente ha hecho mucho bien. La educación y el arte de la diplomacia son importantes cuando se trata de cambiar las malas prácticas de la comunidad.

Pero debemos ser claros en que la violación de los derechos humanos es incorrecta dondequiera que acontezca.

Traducido por Gabriel Gasave


Tibor R. Machan, es Investigador Asociado en The Independent Institute y Profesor de Filosofía en la Chapman University. Para más información sobre el tema de esta columna, véase su libro, Private Rights and Public Illusions (The Independent Institute, 1995).