La primera vuelta de las elecciones peruanas ha convertido al nacionalista Ollanta Humala, ex oficial del ejército y fuerte admirador de Hugo Chávez, en la principal fuerza de la política peruana, con cerca del 30 por ciento de los sufragios. No está cien por ciento claro quién lo enfrentará en el ballotage ya que todavía los votos no han sido contados en su totalidad, pero el ex presidente Alan García, un socialista, mantiene una pequeña ventaja sobre Lourdes Flores, la candidata de centro-derecha y partidaria de la empresa privada.

Contra lo que muchos ilusos están prediciendo, creo que Humala va ser difícil de parar incluso si obtiene sólo el 30 por ciento de los votos. Baso esta opinión en tres factores.

Humala es el único candidato con una presencia fuerte en todo el país: ganó en 19 de las 25 regiones. Sus bastiones en el sur y centro andino son los que eligieron a Alberto Fujimori y Alejandro Toledo en 1990 y 2001 respectivamente. Un candidato con una posición dominante en el sur, el centro, y el este, con una cuarta parte de los votos en Lima (que representa un tercio del electorado) y con cierto apoyo en las distintas provincias del norte, será difícil de vencer incluso si García resulta capaz de atraer muchos de los votos de clase media y media baja de Flores.

En segundo lugar, el país ha virado hacia la izquierda en términos ideológicos. A pesar de que el apoyo a Humala tiene más que ver con la sociología que con la ideología pues proviene de peruanos mestizos con sólidas raíces indígenas que se sienten excluidos de las instituciones prevalecientes, tanto él como el partido de García son críticos de la globalización y de lo que denominan el “neoliberalismo” o el libre mercado. Juntos, sus dos partidos ocuparán 78 de los 120 escaños en el Congreso. Sus votos combinados reflejan una masa crítica en el país que corre en sentido contrario a lo que Lourdes Flores representa. Sí García se mueve a la derecha a fin de cortejar a los votantes de Flores, puede perder parte de su base a manos de Humala.

Finalmente, una alianza o pacto entre García y Flores podría jugar a favor de Humala en la segunda vuelta (por definición un escenario altamente polarizado) porque él mismo se presenta como el azote del establishment político. Será una contienda entre los “políticos tradicionales” y el “outsider”.

La gran pregunta, en caso de una Victoria de Humala en el ballotage es si el candidato nacionalista se convertirá en otro Chávez. Ya ha anunciado que convocará a una asamblea constituyente a fin de modificar la Constitución, lo que a su vez le dará la facultad de llamar a nuevas elecciones para el Congreso. Ese es exactamente el modo en el que Chávez logró concentrar el poder y comenzó a erosionar la democracia en Venezuela. Sin embargo, Humala no obtuvo una mayoría absoluta en la primera vuelta y enfrenta una muy tenaz resistencia “preventiva” de parte del establishment, algo que Chávez no tuvo que padecer antes de que hubiese consolidado su posición. Además, Humala no tendrá a su disposición ingresos petroleros por valor de 50 mil millones de dólares cada año.

No obstante, si Humala triunfa, tendrá un montón de efectivo en sus manos debido a que los minerales que Perú exporta están generando muchos ingresos para las arcas fiscales y la administración saliente está dejando sustanciales reservas monetarias. Si esto no fuese suficiente para convertir al Perú de una democracia mediocre en un régimen autoritario, sí lo será para abandonarse con impunidad a un desenfreno fiscal y un populismo izquierdista durante algunos años.

Si Humala cumple sus promesas de revisar los contratos de inversión extranjera, de votar contra el reciente TLC con los Estados Unidos y de nacionalizar los recursos naturales, la inversión en Perú disminuirá. Esto no es nada bueno para un país que precisa más de ella. La economía ha crecido cerca de un 20 por ciento en los últimos cinco años pero la pobreza ha sido reducida entre el 2 y el 4 por ciento. Esto significa que Perú necesita niveles de inversión más altos para reducir de manera dramática la pobreza.

Los electores peruanos tiene razón en sentir ira contra la instituciones prevalecientes y sentirse excluidos del ámbito de las oportunidades en una nación donde el 98 por ciento de las empresas se ven forzadas a operar fuera de la ley y por ende a tener una baja productividad. El problema aquí es que el remedio de Humala terminará por matar al paciente.

Si, por el otro lado, triunfase Alan García, podríamos esperar una administración menos catastrófica que la que condujo en 1985-1990, pero también practicará cierto populismo izquierdista. Es improbable que él emprenda la clase de reformas que Perú necesita a efectos de liberar a esos millones de ciudadanos excluidos que precisan ser incorporados a la economía de mercado. Una administración de Lourdes Flores, por su parte, a pesar de que sería probablemente mucho mejor en el nivel macroeconómico que en el microeconómico, preservaría gran parte del legado actual.

El tema de la ley y el orden se ha vuelto incluso más importante que el de los empleos para millones de peruanos. El crimen y la violencia en los vecindarios pobres ha tenido una pobre respuesta de parte del estado y muchos individuos están tomando la ley en sus propias manos por desesperación. Muchos peruanos pobres ven a Humala como un tipo “duro” que les brindará seguridad. Lo que terminarán haciendo, más bien, a menos que se alejen de él en la segunda vuelta, es poner al zorro a cargo del gallinero.


Alvaro Vargas Llosa es Asociado Senior en el Independent Institute.