Dinero por nada, o aún peor

24 de agosto, 2005

Supongamos que una mañana usted toma su ejemplar del Wall Street Journal y observa un artículo en la portada con los siguientes titulares: “Ford Informa que sus Actuales Modelos Han Sido Fracasos Aún Mayores que el del Edsel; Las Acciones de Ford Suben un 500 por ciento; Los Inversores Bailan en Wall Street.” Luego, se dirige a la página editorial, donde encuentra que los directores del periódico expresan su punto de vista de que “a la luz del anuncio de Ford, la celebración de Wall Street está bien justificada.” Usted procuraría constatar qué fecha es, preguntándose si es el mes de abril y si se trata de alguna broma del Día de los Inocentes. Las malas noticias normalmente no provocan tal regocijo.

Sin embargo, una reacción así de disonante pero respecto de un caso de la vida real apareció recientemente en el Journal, cuando los directores concluyeron en su columna “Review & Outlook” (“Reseña y Perspectiva”) del 17 de agosto de 2005, que “podemos celebrar un cuadro fiscal dramáticamente mejor en el corto y en el mediano plazo.”¿Qué aspecto de ese cuadro los impresionó como para hacerlo merecedor de una celebración?

Resulta extraño decirlo, pero estaban reaccionando ante la presentación por parte de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO es su sigla en inglés) de su versión actualizada de la “Perspectiva Presupuestaria y Económica” correspondiente al mes de agosto de 2005. Este robusto informe, producto de demasiados profesionales de las estadísticas gubernamentales equipados con demasiada potencia informática, presenta una serie de proyecciones presupuestarias y económicas que llegan tan lejos como hasta el año 2015. Aquellas que se adentran en el futuro más allá de los seis meses, probablemente no valgan ni el papel en el que están impresas, en virtud de que se basan en presupuestos manifiestamente falsos, y aquellas para el más corto plazo difícilmente sean más valiosas, debido a que las mismas no nos dicen mucho más de lo que ya sabemos. Sin embargo, una cifra razonablemente “sólida” en todas las tablas y gráficos, y que dio origen a la celebración del Journal, es la de que en el año fiscal 2005 los ingresos federales serán superiores en $262 mil millones (billones en inglés) respecto de lo que fueron en el año fiscal 2004. Los directores del Journal describen con algarabía a este cambio como “el mayor incremento en los ingresos tributarios producido en un solo año en toda la historia estadounidense.”

Realmente, estamos aquí ante una historia de un “hombre que muerde a un perro.” Todos los lectores regulares del Wall Street Journal saben ahora que los directores apoyan consistentemente solamente a dos políticas federales: primero, el bombardeo de otros países; segundo, la reducción de los impuestos federales. No obstante, bizarramente, los directores parecieran encontrar placer en la conjetura de que “una gran parte del torrente de los ingresos de este año está originándose en el impuesto sobre las ganancias de capital y los ingresos por dividendos, los que fueron más altos de lo esperado” y que por lo tanto “las tasas impositivas más bajas sobre el ingreso por inversiones pueden haberse pagado a sí mismas.”

Veamos si puedo poner esto en claro. El año pasado, yo regresaba caminando a casa desde el trabajo con un dólar en mi bolsillo, pero antes de llegar a la puerta un asaltante invariablemente me abordaba y me exigía 50 centavos o mi vida, con lo cual le pagaba los 50 centavos. Este año, camino rumbo a casa con dos dólares en mi bolsillo, y el asaltante me exige 75 centavos, los que procedo a entregarle. Pero pensemos: En la actualidad, vuelvo a casa cada día con $1,25 en mi bolsillo, mientras que el año pasado lo hacía con tan solo 50 centavos. Doy gracias al cielo por una tasa impositiva efectiva más baja para este año del 37,5 por ciento, inferior a la del 50 por ciento del año pasado. Además, no solamente a mí me queda más de mi dinero después de que el ladrón armado viene y se va, sino que también el asaltante disfruta ahora de un “cuadro fiscal dramáticamente mejor en el corto y en el mediano plazo.”

Los directores del Journal destacan que “el ingreso tributario como una parte de la economía está retornando a sus niveles normales,” pasando del 17,5 por ciento del PBI este año al 17,9 por ciento que fuera el promedio de la post guerra. Todos sabemos que lo normal es bueno. Además, el déficit federal “ha también declinado a cerca de su promedio moderno” y que será de aproximadamente del 2,7 por ciento del PBI en el año fiscal 2005. Pronto, si este movimiento persiste, arribaremos a los niveles maravillosamente normales del 2,4 por ciento el año próximo y del 2,0 por ciento en el 2010, “incluso si las tasas impositivas de Bush continúan.” El déficit declinaría incluso más rápido sino fuese por la “continua orgía de gastos en el Capitolio,” a la cual los directores del diario se detienen brevemente a criticar. Los gastos federales están galopando hacia arriba en cerca de 7 por ciento por año, lo que sin duda le conviene a una nación con tantas “necesidades insatisfechas”—es decir, las necesidades de mantener cómodos a los buscadores de renta y parásitos políticamente más poderosos a fin de otorgarles más y más del dinero que otras personas han ganado.

Seamos realistas. Según el informe de la CBO, en el actual ejercicio fiscal el gobierno estadounidense se está atiborrando con unos $2.142 millardos (miles de millones) en concepto de ingresos, consistentes en impuestos, honorarios, cargos, multas, y otras clases de extracciones de las carteras del pueblo. Esta suma representa aproximadamente $7.500 por cada hombre, mujer y niño que reside en este país, o $30.000 para una familia promedio de cuatro miembros. Quizás algunas de estas personas sientan que están recibiendo beneficios que al menos valgan tanto. Personalmente, yo no tengo esa sensación.

Ni tampoco estoy encantado de saber que este año los federales extraerán $910 adicionales por cada hombre, mujer y niño en este país, comparado con el año pasado. Para plantear la pregunta en términos que hubiese utilizado Reagan, ¿Siente usted que el gobierno federal le está brindando $910 más en concepto de beneficios este año de los que le dio el año pasado? ¿O tiene usted la furtiva sensación de que cada año el gobierno transforma su incremento en los ingresos en incluso más maneras para desperdiciar sus ganancias y para privarlo de sus libertades?

Tal como veo la cuestión, el gobierno federal se quedó falto de cosas útiles y constitucionalmente autorizadas para hacer en algún momento allá por el siglo diecinueve. Desde entonces, los políticos federales han estado buscando otras cosas por hacer, sin tomar en consideración la justificación económica ni la legitimidad constitucional de esos proyectos. En los pasados setenta y cinco años, los políticos se han vuelto diabólicamente buenos para ubicar tales nichos para gastos. Actualmente, no pueden dar un paso sin zambullirse en uno de ellos.

Tan desesperados se han vuelto los miembros del Congreso en su interminable búsqueda por superar a los charlatanes rivales que se postulan contra ellos en las elecciones, que han extendido un financiamiento masivo para proyectos tan cuestionables como los de la destrucción militar de pequeños y remotos países, habitados por individuos de piel morena y el generoso apoyo a los opulentos jubilados cómodamente establecidos en los condominios del sur de la Florida y Arizona. Me parece que puede haber ido demasiado lejos.

En verdad, lo que los directores del Wall Street Journal ven como una causa de celebración puede ser en cambio una razón para la justa indignación, o incluso para que usted se una a sus vecinos para tomar las horquetas y encaminarse hacia el Distrito de Columbia a fin de limpiar esos establos augeanos*.

*Nota del Traductor:
Hace alusión a la leyenda de Augeas, rey de Elis, Grecia, cuyo establo, tras permanecer abandonado durante 30 años, fue finalmente limpiado por Hércules.

Traducido por Gabriel Gasave

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