Religión, ciencia y libertad

Razón, moralidad y el engaño del naturalismo
18 de abril, 2022

Disertación pronunciada en la sesión sobre «Religión: ¿Buena o mala?», en el FreedomFest celebrado en Las Vegas, Nevada, el 7 de julio de 2007.

«El bien es en verdad algo objetivo y la razón el órgano con que se lo aprehende». -C.S. Lewis

«La religión sin la ciencia es coja, pero la ciencia sin la religión es ciega». -Albert Einstein

A diferencia de cualquier otra criatura, el hombre busca un significado y lo ha hecho desde que el ser humano se volvió humano, y este es el núcleo de la razón de ser de la religión. Todas las religiones ofrecen respuestas a interrogantes sobre el significado último, pero ¿son verdaderas?

En su libro The Idea of the Holy, el antropólogo cultural alemán Rudolph Otto describe a la religión como la búsqueda metafísica de la verdad, comenzando con la experiencia del hombre primitivo de una realidad misteriosa y absoluta (lo que Otto llama el otro infinito o «numen» o Dios) que trasciende el mundo físico y hacia la que el hombre busca la plenitud, consciente de su propia conciencia moral.[1] Por ello, la religión siempre ha sido central e insustituible para la existencia del hombre y en consecuencia ha evolucionado constantemente. La religión nos proporciona respuestas que se refieren a lo que debería hacerse, no sólo a lo que se hace o podría hacerse. La fe ha sido para algunos, tontamente, un llamamiento a las armas, y esas personas son una verdadera amenaza para los demás. Pero, aunque hacen mucho ruido, son muy pocos entre los religiosos. Para la mayoría de la gente, la religión es lo que siempre ha sido: un cultivo de la piedad, una humillación ante la creación y un intento de vivir de conformidad con un código moral compartido.

A medida que la religión ha ido evolucionando, las teorías del hombre sobre la realidad han sondeado todo tipo de conjeturas y mitos. De ahí que, para comprender qué es lo verdadero y si la religión es buena o mala, como señaló C.S. Lewis, deberíamos evaluar la probabilidad intrínseca de cualquier teoría y las pruebas que se han presentado. [2] Así pues, vamos a hacerlo con una de esas teorías.

Durante muchos años, el mundo intelectual ha estado dominado por una cosmovisión materialista o naturalista o atea que asume que el universo y la vida carecen de propósito y que la humanidad es simplemente una versión más compleja y material de todo lo demás en el mundo natural. En otras palabras, un individuo humano es considerado ni más ni menos que un sistema de procesos moleculares determinados por leyes físicas.

Según Bertrand Russell, «el primer dogma del que llegué a descreer fue el del libre albedrío. Me parecía que todas las nociones de la materia estaban determinadas por las leyes de la dinámica y que, por lo tanto, no podían ser influenciadas por la voluntad humana».

O, como ha afirmado Michael Shermer, «nos sentimos libres, pero es un pseudo-libre albedrío. No es un verdadero libre albedrío en virtud de que no hay una personita dentro de la cabeza tomando decisiones por ti que no esté afectada por todas las variables causales del mundo».[3]

O esto de Tom Clark, fundador y director del Center for Naturalism: «La libertad sobrenatural contra-causal en verdad es innecesaria para lo que consideramos realmente importante, ya sea la personalidad, la moralidad, la dignidad, la creatividad, la individualidad o un sentido robusto de agencia humana». [4] Clark afirma luego que negar el libre albedrío no plantea ningún problema moral porque al hacerlo, los naturalistas «fomentan políticas eficaces y progresistas basadas en la ciencia, en áreas como la justicia penal, la desigualdad social, la salud del comportamiento y el medio ambiente». Pero por supuesto, si nadie tiene libre albedrío, ¿cómo, con qué criterios y por quién son adoptadas esas políticas, ya que todas las elecciones individuales se encuentran determinadas, incluidas aquellas tanto de los condicionantes como las de los condicionados? Y puesto que sus propios puntos de vista están determinados, ¿cómo podrían saber que sus propios puntos de vista son correctos o precisan de una «tutoría»?. Clark señala que «no hay un núcleo de agencia moral independiente. . . No somos. . . »»»»levitadores morales»»»» que nos elevamos por encima de las circunstancias en nuestras elecciones, incluidas las de robar, violar o matar. . . . El ejercicio de la elección . . . no es una cuestión de encontrarnos libres de circunstancias condicionantes, ya que siempre y en todo momento estamos plenamente causados. En cambio, es una cuestión de hacer lo que deseamos, sin estar limitados por la coacción o la enfermedad mental. Las políticas e intervenciones sociales que crean familias y comunidades saludables, que rehabilitan a los reclusos y que, por tanto, fomentan sensibilidades morales benignas, no son coercitivas, sino formativas. Simplemente mejorarían las condiciones, a menudo punitivas, moralmente corruptoras y criminógenas, que ahora imperan en demasiadas familias, comunidades y prisiones». [5] De hecho, el incoherente «estado mentor» de Clark sería nada menos que una tiranía amoral y cientificista, el mismo tema de la brillante novela distópica de C.S. Lewis, That Hideous Strength.[6]

O esto del gurú de la inteligencia artificial Marvin Minsky en el MIT: «La mente humana es una computadora hecha de carne».[7] «Todo, incluso lo que ocurre en nuestros cerebros, depende de esto y sólo de esto: Un conjunto de leyes fijas y deterministas. Un conjunto de accidentes puramente aleatorios». La pregunta que cabe formularle a Minsky es: ¿Es entonces esta teoría determinada o aleatoria, o ambas, y cómo podrías saberlo?

Tal como lo afirmó el biólogo J.B.S. Haldane «Si mis procesos mentales están totalmente determinados por el movimiento de átomos en mi cerebro, no tengo ninguna razón para suponer que mis creencias son verdaderas… y por lo tanto no tengo ninguna razón para suponer que mi cerebro está compuesto de átomos».[8]

C.S. Lewis y filósofos contemporáneos como Alvin Plantinga[9] y Richard Swinburne[10] han examinado esta visión naturalista del mundo y han demostrado que los «hechos» materiales por sí solos, independientemente de cómo se definan, no pueden proporcionar ninguna conclusión si carecen de alguna base independiente para evaluar dichos datos. El análisis de cualquier mundo requiere la existencia de científicos cuyos puntos de vista no estén determinados mecánicamente por el mundo que examinan.[11]

En pocas palabras, el naturalismo lleva a negar la validez del razonamiento y la idea de la ciencia, la verdad y la ética. Porque si no existe libre albedrío, entonces la idea de libertad implosiona, la esclavitud y la tiranía carecen de sentido, la justicia carece de sentido, la responsabilidad individual carece de sentido. Y, por supuesto, en la era modernista, hemos sido testigos del mayor de los horrores, ya que regímenes basados en tales puntos de vista anti-teístas produjeron los hornos de gas, los campos de exterminio y las hambrunas forzadas que mataron a más de 100 millones de personas, así como la ética utilitaria en Occidente que ha generado el armamento para grandes matanzas y el estado de bienestar y beligerante.

Curiosamente, todos los naturalistas están implícitamente de acuerdo con Lewis sobre este problema, ya que se eximen de sus propias teorías deterministas, como fue el caso de Hobbes, Hume, Marx, Freud y Nietzsche. Además, al negar el libre albedrío, increíblemente, ¡el naturalismo incoherentemente niega la existencia del yo!.[12]

El editor de ciencias de la revista Time, Michael Lemonick, afirma: «Después de más de un siglo de buscarlo, los investigadores del cerebro han llegado a la conclusión desde hace mucho tiempo de que no existe ningún lugar concebible para que tal yo se ubique en el cerebro físico, y que simplemente no existe». Pero, por supuesto, ¿cómo sabría Michael si efectivamente él no es un yo?.[13]

Pero como señala Lewis, todos sabemos que tenemos libre albedrío. De ahí el hecho de que usted esté leyendo este artículo y eligiendo considerar alguna de las ideas en discusión.

El neurólogo de Harvard Wilder Penfield declaró: «Me veo obligado a elegir la tesis de que nuestro ser debe ser explicado sobre la base de dos elementos fundamentales, lo material e inmaterial, lo físico y metafísico».[14]

Michael Shermer ha afirmado además que «la ciencia es una forma de pensar. Es una forma de buscar explicaciones naturales para todos los fenómenos».[15] Pero si «científico» significa «sólo aquellos descubrimientos que defienden una visión materialista del mundo», entonces la objetividad viene a significar una doctrina preordenada y hostil a un punto de vista no materialista, y si existen otras realidades, ningún científico podría o debería aceptar nunca las evidencias de ellas.

De ahí que no debería sorprendernos que la idea misma de la ciencia no provenga de los defensores del materialismo. Por el contrario, la ciencia occidental se desarrolló a partir del punto de vista racional-teísta cristiano de que el universo es ordenado y racionalmente inteligible.[16] Y, prácticamente todos los fundadores de los diversos campos científicos eran teístas cristianos, incluyendo a Copérnico, Kepler, Galileo, Boyle, Newton, Maxwell, Faraday, Mendel, Heisenberg, etc.

Además, a partir de los tres primeros siglos, el cristianismo creó las primeras grandes organizaciones benéficas, con las que el mundo pagano romano no podía competir. [17] Como señala incluso el biólogo evolutivo David Sloan Wilson «¿Qué permitió a los cristianos practicar esta nueva moral? . . el hecho central y la interpretación de la muerte de Cristo hacen del altruismo el rasgo definitorio de ser cristiano. . . Jesús es el máximo modelo positivo de altruismo».[18]

En la actualidad, las organizaciones confesionales destinan 20.000 millones de dólares (billones en inglés) a servicios sociales para más de 70 millones de estadounidenses necesitados. Tras el huracán Katrina, el columnista ateo Roy Hattersley declaró en The Guardian «La fe engendra caridad: los ateos tenemos que aceptar que la mayoría de los creyentes son mejores seres humanos. . . Brillan por su ausencia los equipos de las sociedades racionalistas, los clubes de librepensadores y las asociaciones ateas«.[19]

El físico y filósofo Alister McGrath se pregunta: «Entonces, ¿cuál es la evidencia experimental de que Dios es malo para ti? . . . Recientes investigaciones empíricas apuntan a una interacción positiva entre la religión y la salud».[20]

Un estudio tras otro, revisado por expertos, demuestra que la concurrencia a una iglesia y la religiosidad producen menores índices de delincuencia, familias más sanas, menos abusos conyugales, niños con mayores capacidades cognitivas y menos problemas de conducta, menores tasas de divorcio, menores tasas de morbilidad y mortalidad relacionadas con la hipertensión, mayor voluntariado y trabajo caritativo, menor delincuencia juvenil, menor criminalidad adulta y mayor salud mental y física. Los estudios demuestran además que la religiosidad mejora todas las medidas de bienestar. [21]

Como lo afirma una vez más el biólogo David Sloan Wilson, «En promedio, los creyentes religiosos son más prosociales que los no creyentes, se sienten mejor consigo mismos, utilizan su tiempo de manera más constructiva y se dedican a planificar a largo plazo en lugar de satisfacer sus deseos impulsivos. En cada momento, dicen sentirse más felices, activos, sociables, involucrados e ilusionados».[22]

¿Queda alguna duda de por qué la mayoría de la gente es religiosa?

Conclusión:

Así que, aquí lo tienen: El núcleo del naturalismo contemporáneo es, pues, un moderno retroceso a las falacias que mantuvieron a la mayor parte de la humanidad en la oscuridad, la miseria y las cadenas antes del inicio de la era cristiana, una negación incoherente de la verdad objetiva de la elección humana intencionada e individual y de la inferencia racional como base de la acción y la moral humanas. En cambio, y como ha demostrado Rodney Stark en su libro The Victory of Reason, el teísmo cristiano condujo a la libertad, la ciencia, el capitalismo, la caridad y el éxito de Occidente. [23]

Como nota al pie, he aquí una cita más, ésta del ateo evangélico Richard Dawkins respecto a si sus propias teorías deterministas pueden explicar la realidad: «Tenemos el poder de desafiar los genes egoístas de nuestro nacimiento y, si es necesario, los memes egoístas de nuestro adoctrinamiento. Podemos incluso discutir formas de cultivar y alimentar deliberadamente el altruismo puro y desinteresado, algo que no tiene lugar en la naturaleza, algo que nunca ha existido en toda la historia del mundo. Estamos construidos como máquinas de genes y cultivados como máquinas de memes, pero tenemos el poder de volvernos contra nuestros propios creadores. Nosotros, los únicos en la Tierra, podemos rebelarnos contra la tiranía de los replicadores egoístas».[24] De este modo, en un solo párrafo, el propio Dawkins ha refutado involuntariamente toda la visión atea y materialista.

Notas:

[1] Rudolph Otto. 1958. The Idea of the Holy: An Inquiry Into a Non-rational Factor in the Idea of the Divine and Its Relation to the Rational (New York, N.Y.: Oxford University Press), XX.

[2] C.S. Lewis, Miracles: A Preliminary Study (San Francisco: HarperCollins), 2001, 159-171.

[3] Joie Guner. 23 de abril, 2004. “Forum Debates Connection Between Science and Religion,” Daily Bruin, informando sobre el debate en la UCLA con Michael Shermer y Jeffrey Schwartz, celebrado el 21 de abril, 2004, “The Spirit and Nature of Science.” Los Angeles, Calif., 1.

[4] Tom W. Clark, “Denying the Little God: The Next Step for Atheists? An Open Letter to the Atheist Community” (Center for Naturalism, 6 de enero, 2006).

[5] _________, “Maximizing Liberty: Retribution, Responsibility, and the Mentor State” (Center for Naturalism, Mayo 2005).

[6] C.S. Lewis, That Hideous Strength (New York: Scribners, 1974). Véase también Lewis, The Abolition of Man (San Francisco: HarperSanFrancisco, 2001); y su ensayo, “The Humanitarian Theory of Punishment,” en Lewis, God in the Dock: Essays on Theology and Ethics, editado por Walter Hooper (Grand Rapids, Mich.: William Eerdmans Publishing Co., 1970), 287-300.

[7] John Brockman. The Third Culture: Beyond the Scientific Revolution (New York, N.Y.: Simon and Schuster, 1995), 165.

[8] C.S. Lewis. 2001 (1947), 15. Lewis citado por Haldane, J.B.S. 2001 (1927). Possible Worlds and Other Essays (New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers).

[9] Alvin Plantinga, Warrant and Proper Function (New York, N.Y.: Oxford University Press, 1993) y Where the Conflict Really Lies: Science, Religion, and Naturalism (New York, N.Y.: Oxford University Press, 2011).

[10] Richard Swinburne, The Existence of God (New York, N.Y.: Oxford University Press, 2004).

[11] William Lane Craig and J. P. Moreland, eds. Naturalism: A Critical Analysis (London: Routledge, 2000).

[12] Susan Blackmore, The Meme Machine (Oxford: Oxford University Press, 1999), 236.

[13] Michael D. Lemonick, “Glimpses of the Mind,” Time, 17 de julio, 1995.

[14] Citado en Michael Aeschliman, The Restitution of Man: C. S. Lewis and the Case Against Scientism (Grand Rapids, Mich.: William B. Eerdmans, 1998), 21.

[15] Michael Shermer, citado de su presentación en la Conferencia TED2007 (Technology, Entertainment, Design), «Icons. Geniuses. Mavericks.», 7-10 de marzo, 2007, Monterey, California.

[16] Rodney Stark, The Victory of Reason: How Christianity Led to Freedom, Capitalism, and Western Success (New York: Random House, 2005), 12.

[17] Rodney Stark, 1996. The Rise of Christianity: A Sociologist Reconsiders History (Princeton, N.J.: Princeton University Press).

[18] David Sloan Wilson, “Beyond Demonic Memes: Why Richard Dawkins is Wrong About Religion,” eSkeptic, 4 de julio, 2007.

[19] Roy Hattersley, “Faith does breed charity: We atheists have to accept that most believers are better human beings,” The Guardian, 12 de septiembre, 2005.

[20] Alister McGrath, 2004. Dawkins’ God: Genes, Memes, and the Meaning of Life (New York: Blackwell Publishing), 136.

[21] Véase Arthur Brooks, Who Really Cares? America’s Charity Divide: Who Gives, Who Doesn’t, and Why It Matters (New York, N.Y.: Perseus Books, 2006) y Stephen G. Post y Jill Neimark. Why Good Things Happen to Good People: The Exciting New Research that Proves the Link Between Doing Good and Living a Longer, Healthier, Happier Life (New York: Broadway Books/Random House, 2007).

[22] Wilson, “Beyond Demonic Memes: Why Richard Dawkins is Wrong About Religion.”

[23] Stark, The Victory of Reason.

[24] Richard Dawkins, The Selfish Gene (New York: Oxford University Press, 1990), 366.

Traducido por Gabriel Gasave

  • (1949-2022) fue el fundador, presidente y director general del Instituto Independiente.

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