Mientras los delegados a la convención del Partido Republicano se congratulaban por la férrea posición de sus candidatos contra el terrorismo, la administración Bush estaba generando un incidente internacional—poco publicitado en los Estados Unidos—al albergar en territorio estadounidense a un notorio grupo de terroristas internacionales.

A comienzos de este mes, tres exilados cubanos anti-castristas volaron a Miami desde Panamá tras cumplir cuatro años en prisión por “poner en riesgo la seguridad pública.” Ellos habían sido arrestados en el año 2000 por complotar para asesinar a Fidel Castro al colocar explosivos en una reunión que el dictador cubano planeaba mantener con estudiantes universitarios en Panamá.

El condenado como terrorista promedio no se mueve con soltura frente a las autoridades de inmigración estadounidenses en esta era post el 11/09 de alertas anaranjadas, listas de “no vuela” e inspecciones del calzado. Según se informa, el senador Edward Kennedy es detenido por las autoridades aeroportuarias cada vez que intenta realizar un vuelo, debido supuestamente a que el nombre “Kennedy” aparece en una base de datos de sospechosos.

Solamente la influencia política ejercida en el nivel más alto podría pesar para que los terroristas reingresaran a través de las fronteras de los EE.UU. sin impedimentos, a pesar de sus prontuarios los que se remontan tanto como a cuarenta años atrás:

  • Pedro Rémon, condenado a siete años por el complot con las bombas en Panamá, se declaró culpable en 1986 por atacar con bombas a la misión de Cuba en las Naciones Unidas y más tarde conspirar para asesinar al embajador de ese país ante la ONU. Un detective de Nueva York también acusó a Rémon por los asesinatos con ametralladoras de dos oponentes políticos.

  • oGaspar Jiménez, condenado a ocho años por el complot con bombas en Panamá y la falsificación de documentos, había cumplido previamente una condena en Méjico por el intento de secuestro y asesinato de diplomáticos cubanos en ese país. Fue también procesado en Florida por volarle las piernas al conductor de un programa radial de Miami, de tendencia izquierdista, en 1976. (El procesamiento fue eventualmente desistido por ser insuficiente la evidencia, aún a pesar de que el principal testigo pasó varias pruebas ante el detector de mentiras.)

  • Guillermo Novo, condenado a 7 años por el complot de terror en Panamá, fue arrestado en 1964 por disparar una bazuca en las Naciones Unidas, donde el Che Guevara se encontraba disertando. En 1978, fue declarado culpable de participar en uno de los peores actos de terrorismo jamás cometidos en suelo estadounidense, la voladura con bombas en Washington, D.C. del automóvil del ex Ministro de Relaciones Exteriores chileno Orlando Letelier. (La condena fue más tarde revertida sobre la base de un tecnicismo, aunque Novo fue condenado por perjurio.)

  • Un cuarto conspirador de los sucesos de Panamá, Louis Posada Carriles, abandonó Panamá hacia Honduras. Es aún buscado en Venezuela acusado de atacar con bombas a una aeronave cubana en 1976, matando a todos los 73 pasajeros. En 1998, en una entrevista con el New York Times desde un escondite en América Central, Posada admitió participar en varios actos de terrorismo, incluida una oleada de atentados con bombas en hoteles de la Habana en 1997 que mató a un turista italiano. Sostuvo que su violencia estuvo financiada por prominentes simpatizantes en la comunidad cubana en el exilio con sede en los EE.UU..

La liberación de estos terroristas de Panamá—ordenada por su presidente saliente—ha causado furor en América Central. Venezuela retiró a su embajador y Cuba rompió relaciones diplomáticas con Panamá.

Honduras también protestó. “Exigiré . . . que los Estados Unidos y Panamá expliquen cómo Posada Carriles utilizó un pasaporte estadounidense falso,” declaró el presidente hondureño Ricardo Maduro. “¿Cómo hizo esa aeronave para abandonar Panamá con Posada Carriles, llegar a Honduras, y terminar en los Estados Unidos?”

“Sabemos que estamos lidiando con influencias internacionales importantes,” agregó el presidente.

Esas influencias incluyen sin duda el hecho de que Posada fue entrenado por la CIA durante los años ''''60 en técnicas de sabotaje, permaneció en la nomina de pagos de la CIA durante los ''''70, y a mediados de los ''''80 (tras escapar de una cárcel venezolana) asistió a la operación encubierta de abastecimiento de la administración Reagan en favor de los Contras nicarag�enses.

Por ende, existe la innegable circunstancia de que los terroristas cubanos exilados gozan de un fuerte apoyo político en el estado de Florida, oscilante en materia política, gracias a la organizada presión política por parte de grupos tales como la Cuban American National Foundation. Eso explica porqué el Presidente Bush, en el año 2001, rechazó el consejo del FBI y liberó de la custodia del Servicio Nacional de Inmigración y Naturalización (INS como se lo conoce en inglés) a dos colegas de Guillermo Novo condenados en el asesinato de Letelier.

Los conservadores han largamente (y debidamente) ridiculizado a la superficial frase, “el terrorista de un hombre es el combatiente por la libertad de otro.” El presidente panameño entrante, Martín Torrijos, igualmente defendió el principio cuando rechazó la decisión de su predecesor de perdonar a los terroristas, diciendo, “Para mí, no existen dos clases de terrorismo, una que es condenada y otra que es perdonada. . . . El mismo debe ser combatido sin importar qué lo origina.”

Tres años atrás, después del 11/09, el Presidente Bush pareció trazar la misma línea en la arena. Dirigiéndose a miembros de la División Aerotransportada 101, declaró, “Si usted encubre a terroristas, usted es un terrorista.”

Hoy día, los estadounidenses deberían cuestionarse si aquellos duros términos eran solamente retóricos, rápidamente olvidados cuando la conveniencia política así lo ordena.

Traducido por Gabriel Gasave


William Marina, Investigador Asociado en The Independent Institute en Oakland, California, y Profesor Emérito en Historia en la Florida Atlantic University.