Si no hubiese fallecido (aproximadamente un mes y medio antes de cumplir 93 años en 1992), F.A. Hayek hubiera celebrado su cumpleaños 120 hace unos días. Hayek llevó la bandera de lo que Peter J. Boettke llama la “economía de la línea troncal” o “mainline economics” (en contraposición a la economía de la “corriente predominante” o “mainstream economics”) en el siglo XX. Hace aproximadamente una década, exhorté a los estudiantes de un seminario del Institute for Humane Studies a que leyeran Camino de servidumbre de Hayek como si las vidas de sus hijos dependieran de ello.

El nuevo libro de Boettke, F.A. Hayek: Economics, Political Economy, and Social Philosophy refuerza mi aseveración, y el nuevo entusiasmo público por el socialismo -el socialismo democrático, por supuesto, como se practica en Noruega, y no la variedad totalitaria y verticalista de la Unión Soviética y la China de Mao, que de todos modos no era “socialismo real”- refuerza mi sentido de urgencia. El libro de Boettke, espero, inducirá a más académicos a tomar en serio a Hayek y a reexaminar sus contribuciones a la ciencia económica, la teoría política y la filosofía social.

El problema del conocimiento, que Hayek explicó de manera más afamada en su clásico ensayo “El uso del conocimiento en la sociedad” y su colección de ensayos Individualism and Economic Order -que incluye “El uso del conocimiento en la sociedad”- se encuentra en el centro del trabajo de Hayek de principio a fin. ¿Cómo, se pregunta Hayek, las personas que poseen un conocimiento fragmentado disperso en unas 7.500 millones de mentes coordinan y reconcilian sus planes dispares y a menudo opuestos? Como Boettke ha escrito en otra parte con Zachary Cáceres y Adam Martin, “el error es obvio, la coordinación es el rompecabezas” (en un trabajo con ese título). Para Hayek (y Boettke), gran parte de los modelos económicos que exploran las características y transiciones entre los diferentes equilibrios oscurece (o soslaya) las cuestiones científicamente importantes y científicamente interesantes sobre, por ejemplo, el contexto institucional que rige el intercambio político y comercial.

Boettke divide la carrera de Hayek en cuatro períodos. Desde 1920 hasta 1945 (aunque nunca abandonó el proyecto), Hayek se centró en “la economía como un problema de coordinación”, tomando prestado el título de un libro de Gerald O''''''''Driscoll. Entre 1940-1960 fue el “proyecto del abuso de la razón”, en el que Hayek reprendió a las ciencias sociales por creer en la razón articulada y la planificación como “soluciones” a los problemas sociales del cálculo y la coordinación. De 1960 a 1980, Hayek trabajó en la “reafirmación de los principios liberales de la justicia”, y desde 1980 hasta su deceso hizo un énfasis prolongado en la “antropología filosófica y el estudio del hombre”.

En su análisis de estas fases de la evolución intelectual de Hayek, Boettke disipa algunos mitos y trabajos (aunque implícitamente) para rescatar el programa científico de Hayek de las calumnias de sus críticos ideológicos modernos. Keynes, argumenta Boettke, no ganó el debate Hayek-Keynes, así como los socialistas no vencieron en el debate del cálculo socialista. Es importante destacar que Camino de servidumbre no fue un argumento de “pendiente resbaladiza” en el que cualquier intervención en última instancia conduce al totalitarismo.

Tomemos por ejemplo el debate Hayek-Keynes. Boettke señala que “la teoría de Keynes comienza con una falla de la demanda agregada y, por lo tanto, con desempleo. Los recursos ociosos se encuentran postulados, no explicados” (p. 43). Hayek, por el contrario, se basa en una tradición que se remonta a Adam Smith y J.B. Say y que se extiende a través de luminarias de la escuela austriaca como Carl Menger, Eugen von Boehm-Bawerk, Friedrich von Wieser y Ludwig von Mises trabajando para explicar cómo, a la luz de lo que sabemos acerca de cómo los arreglos institucionales alternativos generan resultados alternativos, terminamos con descoordinación y con recursos ociosos en primer lugar. Hayek concluye que “los agregados del Sr. Keynes ocultan los mecanismos más fundamentales del cambio”. Esos mecanismos del cambio más fundamentales, a su vez, se basan en “la función epistémica de arreglos institucionales alternativos y su impacto en la especialización productiva y la cooperación pacífica” (pp. 29-30, palabras de Boettke, énfasis en el original).

Esto informa las cuatro fases del trabajo de Hayek. El debate del cálculo socialista ha sido malinterpretado como lo que podríamos llamar un problema de una “computadora lo suficientemente grande”. De acuerdo con esta perspectiva, Hayek criticó la planificación socialista sobre la base de que es meramente ineficiente respecto del cálculo del mercado. Los avances en el modelado económico combinados con los aumentos en el orden de magnitud de la capacidad computacional a finales del siglo XX y principios del XXI significan que las críticas de Hayek a la ineficiencia de la planificación socialista ya no se aplican. Hayek, al parecer, ha sido refutado por la ley de Moore.

Pero este es un hombre de paja, y es uno al que Hayek trata justo al principio de “El uso del conocimiento en la sociedad”. Señala que si definimos el problema del cálculo económico como la resolución de un sistema masivo de ecuaciones conocidas que produce resultados conocidos utilizando entradas conocidas, entonces el “cálculo económico” es simplemente una cuestión de matemáticas. Puede que sean matemáticas duras, pero son matemáticas de todos modos.

Sin embargo, ese no es el argumento de Hayek, y como Boettke explica en detalle, Hayek no es respondido completa o correctamente por los estudios de diseño de mecanismos por los que Leonid Hurwicz recibió el premio Nobel o por las contribuciones de la economía de la información que le valieron un Nobel a Joseph Stiglitz. El énfasis de Hayek, señala Boettke (p. 82), es en “cómo los actores dentro del proceso van a aprender lo que necesitan aprender y por qué necesitan aprenderlo para que puedan ajustar sus planes a los de otros que también se encuentran aprendiendo continuamente de modo tal que la coordinación de las actividades económicas a través del tiempo es alcanzada”.

La competencia, entonces, se convierte en una forma de descubrir la naturaleza de las “cosas” e “implica la existencia de una pura (o “radical”) ignorancia y de una genuina incertidumbre, que es un elemento muy significativo del pensamiento económico de Hayek y marca un importante alejamiento de la economía predominante” (p. 86). O, como dice Boettke al resumir la posición hayekiana (p. 111): “El competitivo proceso de mercado encarna un conocimiento mayor que el que podría poseer una sola mente, ya que su estructura institucional permite a los individuos utilizar su propio conocimiento subjetivo en la consecución de sus objetivos, y contiene mecanismos endógenos que fomentan el descubrimiento empresarial y la corrección espontánea de los errores económicos”.

Desde este punto de vista, argumenta Boettke, deberíamos leer Camino de servidumbre no como un tratado político sino como un examen detallado de cómo una economía socialista de la vida real tendría que resolver los problemas económicos y sociales. Plantea un punto crucial que se basa en los interrogantes perseguidos por Adam Smith, el padre de la economía de la línea troncal. Smith, Hayek y otros en la “mainline" difieren en gran medida en sus suposiciones sobre la capacidad moral y cognitiva de las personas, y el problema institucional para la economía de la línea troncal no es, como cita Boettke a Hayek sobre el análisis de nuestras capacidades de Smith, la búsqueda de un sistema que ayude a las buenas personas a hacer el mayor bien, sino de “un sistema bajo el cual los hombres malos puedan hacer el menor daño” (pp. 228-29).

Esto influyó en el giro de Hayek hacia la teoría política y la “antropología filosófica” en La Constitución de la Libertad; Derecho, legislación y libertad y La fatal arrogancia. ¿Cuáles son, preguntó Hayek, los “principios liberales de la justicia” y los principios subyacentes que fomentan y gobiernan la cooperación social en sentido amplio? ¿Qué constituye, se pregunta, “el orden político de un pueblo libre”? El tratamiento de Boettke nos muestra que vale la pena leer a Hayek bajo una nueva luz.

Hayek trabajó en el contexto de la casi muerte de la civilización en las guerras mundiales, el entusiasmo casi universal por el socialismo entre los intelectuales y las repetidas exhortaciones frente a los periódicos problemas económicos de que esta vez era realmente la Crisis Final del Capitalismo. En las manos de Boettke, el trabajo de Hayek es un comienzo, no un final: es el punto de partida hacia un programa de investigación vital y dinámico sobre cómo se produce la coordinación económica en un mundo plagado de falibilidad e ignorancia. El libro F.A. Hayek: Economics, Political Economy, and Social Philosophy es una lectura esencial para cualquier académico interesado en la tradición hayekiana.

Traducido por Gabriel Gasave


Art Carden es Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor Asociado de Economía en la Samford University.