La Guerra contra el Terrorismo se está encaminando hacia las cortes, pero no a las del tipo con un juez y un jurado imparciales. Recientemente el Pentágono anunció que enjuiciará a dos de los detenidos en la Bahía de Guantánamo empleando tribunales militares. Esta es la primera utilización de los tribunales militares desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Los acusados son Ibrahim Ahmed Mahmoud al Qosi y Ali Hamza Ahmed Sulayman al Bahlul. Ambos sirvieron como guardaespaldas y asistentes de Osama bin Laden y están acusados de conspirar para cometer crímenes de guerra. Bahlul es especialmente notorio por la creación de un video de reclutamiento de al Qaida que glorificaba el ataque contra el navío USS Cole en el cual 17 marineros estadounidenses fueron muertos. La decisión de emplear a los tribunales militares para juzgar a los terroristas sospechados se remonta a una orden de noviembre de 2001 emitida por el Presidente Bush. Los no-ciudadanos se encuentran sujetos a la orden presidencial si “existe razón para creer” que son miembros de al Qaida, han asistido o colaborado con el terrorismo, o han cobijado a terroristas.

Los tribunales se asemejarán tan sólo vagamente a algo que un ciudadano estadounidense reconocería como una “corte.” Los tribunales consistirán de tres a siete oficiales militares, no de los doce miembros del jurado utilizados en los casos criminales federales. En vez de una decisión unánime, la convicción puede ser obtenida por los dos-tercios de los votos. La evidencia que normalmente estaría prohibida en una corte federal (ej., el testimonio originado en un rumor), será permitida si la misma posee “valor probatorio para una persona razonable.” El acusado no puede siquiera consultar con sus abogados en privado sin el riesgo de que el gobierno escuche la conversación. Si son condenados, Bahlul y Sulayman no podrán apelar ante un tribunal del circuito federal. Cuán extraño es que mientras se lleva a cabo una Guerra contra el Terror para supuestamente preservar nuestro sistema de gobierno y tradiciones, descartemos lo más básico de nuestro sistema de justicia. Qué poderosa manifestación sería para al Qaida concederles a Bahlul y a Sulayman un juicio justo en los tribunales civiles. En efecto, le estaríamos diciendo a bin Laden que incluso después de su mejor golpe, aún creemos en la superioridad de nuestro sistema. Y para probar el punto, estamos ofreciéndoles a sus secuaces extranjeros los mismos derechos y protecciones acordadas a los ciudadanos estadounidenses.

La típica respuesta del Halcón de la Guerra a tal posición es que el juzgamiento de los terroristas sospechados en los tribunales civiles inevitablemente se hundirá en información clasificada. Si bien esto es cierto, ello no autoriza el uso de los tribunales militares. Si el gobierno está preocupado respecto de la información secreta, solamente precisa invocar la Ley de Procedimientos de la Información Clasificada, la cual establece pasos tendientes A la salvaguardia de la información sensible durante el curso de los juicios criminales.

Otros sostienen que los tribunales militares se encuentran mejor adaptados para tratar a estos “enemigos combatientes” terroristas. Esto es mentira. El gobierno federal enjuició a los terroristas que bombardearon el World Trade Center en 1993 en las cortes civiles así como también a los conspiradores que complotaron para volar al Túnel Holland de Nueva York. Las partes responsables por las bombas de 1998 en dos embajadas estadounidenses en África fueron también juzgadas en cortes civiles. ¿Y quién puede olvidar el enjuiciamiento en un tribunal federal de Timothy McVeigh, nuestro terrorista autóctono?

En 1798, James Madison observaba que “es una verdad universal que la pérdida de la libertad en el país debe ser atribuida a las provisiones contra el peligro, real o aparente, del exterior.” Con la reciente decisión de enjuiciar a Bahlul y a Sulayman en cortes militares, la administración Bush pone en duda la adherencia estadounidense al estado de derecho, la cual es el fundamento de nuestro sistema de libertad ordenada. Incluso en su pico de poder, al Qaida jamás podría acercarse a tal logro. Osma bin Laden, quien se cree está a la carrera en las montañas de Afganistán, debería tomarse el tiempo de agradecerle a Washington por esta victoria.

Traducido por Gabriel Gasave


William J. Watkins, Jr. Es Investigador Asociado en the Independent Institute en Oakland, California y autor del libro del Instituto, Reclaiming the American Revolution.