Las estrellas de la música pop Justin Timberlake y Janet Jackson alcanzaron los titulares tras un baile altamente provocativo en el espectáculo del entretiempo del Superbowl, el que culminara con la exposición del busto desnudo de Jackson frente a decenas de millones de sorprendidos espectadores de fútbol americano.

En respuesta al acontecimiento, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC son sus siglas en inglés) planea iniciar una investigación. El titular de la FCC Michael Powell lo llamó una “broma sin clase, vulgar y deplorable” y aseveró que “los niños, padres y ciudadanos de los Estados Unidos merecen algo mejor.” CBS podría hacer frente a multas por más de $5.5 millones ($27,500 por cada una de sus más de 200 afiliadas) y los productores podrían recibir personalmente también sanciones.

Varios millones de teleespectadores consideren probablemente al incidente como trivial o incluso entretenido, y benigno. Otros prefieren que la FCC omita la investigación y revoque las licencias de la CBS.

Una política integral respecto de la obscenidad nunca puede satisfacer a todos-ni incluso a la mayoría a de las personas-ni tampoco funcionará. Las pautas en vigor de la FCC no evitaron el incidente. Ajustar las reglas de la FCC no detendrá incidentes en el futuro, ni tampoco lo hará una costosa e insignificante investigación por parte del organismo. CBS sostiene que el incidente fue inesperado y en violación a los estándares de la emisora, y Jackson ha confirmado esto, asumiendo la responsabilidad de los hechos. Una “investigación” de la FCC tiene pocas probabilidades de descubrir algo de lo que el público no esté ya anoticiado.

Aparte de los supuestos estándares de decencia para el “interés público,” la FCC ha adoptado toda clase de otras funciones desde su inicio durante el New Deal-designando a las estaciones de televisión y de radio; asignando las frecuencias a las cadenas; otorgando y revocando las licencias; y reglametando los telégrafos, los teléfonos celulares, los satélites y la televisión por cable.

Algunos de los “logros” más significativos de la FCC incluyen el proteger a AT&T de la competencia durante décadas al otorgarle a la compañía privilegios monopólicos, el proteger de manera similar a las emisoras de televisión por años al restringir la televisión por cable, y demorar el ingreso al mercado de la telefonía celular por más de una década. Tal estancamiento burocráticamente inflingido sobre la industria de las comunicaciones le ha costado a la economía decenas sino cientos de miles de millones de dólares.

Incorporar a la voluminosa FCC dentro de la mezcolanza es innecesario en la controversia de Timberlake-Jackson. Si las estrellas del pop desafían a su contrato con CBS con su vulgaridad, el mercado lo manejará de la mejor manera posible y CBS siempre puede procurar un reparación legal por los perjuicios. No está en el interés de la cadena el ofender a los televidentes o el quitarle tanta atención al juego propiamente dicho, el que fue muy entretenido este año.

Las promesas contractuales y el temor a perder el empleo tendrán más influencia sobre las celebridades que el acoso gubernamental a las cadenas en las cuales ellos aparecen. CBS ha escuchado el vehemente reclamo de aquellos insultados por el incidente de Timberlake-Jackson y planea ahora adicionar un retardo de cinco minutos en su transmisión de los Grammys, y ya no se prevé que Jackson aparezca en el espectáculo de los premios. La industria se ajustará con o sin las amenazas por parte de la FCC.

La competidora ABC podría incluso instalar un retraso de siete segundos en los Oscars de este año, en respuesta en parte a la obscenidad empleada por Bono, el cantante de la banda de rock U2, durante los Premios Golden Globe. Incluso aún cuando la FCC tenga dudas acerca de si la palabra que comienza con la letra F en este contexto justificaba una multa-lo cual aparentemente depende de si la palabra es usada como un verbo, explicativo, o en un discurso político-el mercado persigue remedios más significativos.

A fin de situar la plena responsabilidad allí donde corresponde, las ondas radioeléctricas deberían ser privatizadas, un sistema de plenos derechos de propiedad sobre el espectro electro-magnético debería ser establecido, y la FCC debería dejar de controlar el contenido y permitir que los propietarios de las cadenas decidan qué propagar al aire. Ellos atenderán al amplio espectro de demandas diversas que las decenas de millones de espectadores de los Estados Unidos y los cientos de anunciantes acuerden a través del mercado. Si algunos individuos consideran a un seno desnudo-o la violencia, o al lenguaje profano, o a cualquier otra cosa-defensivo, no mirarán los canales agraviantes ni publicitarán sus productos en ellos.

Es factible que las equivocaciones que sigan ocurriendo, como sucede en la actualidad y como probablemente siempre sucederá. Algunos televidentes estarán siempre agraviados por ciertas imágenes. Pero deberíamos al menos eliminar la ofensa adicional de la innecesaria, derrochadora y defectuosa intervención de la FCC.

Traducido por Gabriel Gasave


Anthony Gregory fue Investigador Asociado en el Independent Institute y es el autor de American Surveillance.