En febrero, se espera que el Ayuntamiento de la Ciudad de Los Angeles vote sobre una ordenanza que evitaría que la firma Wal-Mart inaugure Supercentros dentro de los limites de la ciudad. Los intereses de los trabajadores se encuentran trabajando duro para prohibir estas tiendas minoristas no sindicalizadas, las cuales compiten con las tiendas de almacenes tradicionales. Sin embargo, los sindicatos llegarán a lamentar tales limitaciones.

Una ordenanza de la ciudad puede evitar que Wal-Mart efectúe aperturas en Los Angeles, pero la misma no impedirá a los residentes realizar sus compras en Wal-Mart. Si se le restringe situarse en Los Angeles, Wal-Mart considerará espacios en las áreas vecinas sobre los límites de la ciudad. A medida que los residentes de Los Angeles modifiquen sus gastos hacia Wal-Mart, los ingresos tributarios de la ciudad serán reducidos.

Oakland ha prohibido las grandes tiendas, y tan sólo la semana pasada el ayuntamiento de la Ciudad de West Covina rechazó una venta de tierras que hubiese dado lugar a un Wal-Mart en su ciudad. En la elección del 6 de abril en Inglewood, los votantes decidirán si similar prohibición de su alcaldía seguirá vigente.

En Los Angeles, los planes comunitarios existentes y la dificultad de encontrar grandes terrenos impiden a Wal-Mart encontrar localidades apropiadas para sus Supercentros. La propuesta de Los Angeles introducida por el Concejal Eric Garcetti y encabezada con el Fiscal de la Ciudad Rocky Delgadillo prohibiría la construcción de Supercentros en las áreas designadas para el redesarrollo y la revitalización.

Hay una tremenda ironía en todo esto. Los Angeles, que por años ha rogado a los supermercados radicarse en áreas tales como el Sur Centro, prohibiría las supertiendas en las mismas áreas que más las necesitan. De acuerdo con un colaborador de Garcetti, la inquietud es que la supertienda pudiese poner en riesgo las inversiones existentes de desarrollo económico minorista. Por lo tanto, en un más extraño giro de los acontecimientos, la burocracia del desarrollo económico se opone al desarrollo económico.

Si la ordenanza es aprobada en febrero, como se espera, la misma privará a los vecindarios pobres de compras más convenientes y a bajo precio, y de empleos para los cuales no se precisa experiencia. Las comunidades pobres permanecerán ensilladas con los ineficaces esfuerzos de revitalización en lugar del redesarrollo impulsado a través del mercado que seguiría a la apertura de un Wal-Mart.

Aquellos que se oponen al crecimiento de las supertiendas citan estudios que descubren que por cada empleo que Wal-Mart genera, dos son destruidos. Esto suena horrendo, pero es engañoso. Se pierden empleos cada día a medida que el trabajo se ajusta a los cambios en la tecnología y en las preferencias de los consumidores. La industria minorista no es la primera en desarrollar formas de utilizar al trabajo más eficientemente. Pero esto no significa un desempleo permanente. La historia nos dice que el resultado no sería el de un creciente desempleo regional sino el de un cambio en los trabajos hacia las actividades que se están expandiendo.

A pesar de que las cadenas de almacenes minoristas pueden contraerse, nadie espera que las mismas cesen en sus actividades. Como cualquiera que haya comprado en Wal-Mart y en Ralphs lo sabe, ellas son muy diferentes. Existe un buen número de consumidores que encuentran que esa diferencia vale el dinero extra.

El cambio hacia las supertiendas es parte de un una tendencia general del menudeo que saca provecho de la compra, la distribución y la venta minorista en escala. No podemos a la corta o a la larga detener a esta tendencia más de lo que pudimos años atrás evitar que los almacenes de mamá y papá cedieran ante las cadenas regionales de supermercados. Las supertiendas nos ofrecen comodidad y menores precios. Esto es algo bueno.

Todo esto implica que los esfuerzos por restringir la radicación de una supertienda en una ciudad son miopes. La ciudad como un todo perdería sustanciales ingresos por ventas minoristas.

Una vez que Wal-Mart haya radicado sus nuevas tiendas en otras zonas, será demasiado tarde para hacer algo respecto de remediar el ingreso perdido. Los Angeles, en particular, está renunciando a una tremenda oportunidad de revitalizar sus vecindarios pobres.

En California, el impuesto a las ventas minoristas es una de las pocas fuentes de ingresos que los políticos pueden usar para el gasto discrecional. Las ciudades agasajan a los potenciales establecimientos minoristas, ofreciéndoles tentaciones para ubicarse dentro de sus limites. No obstante ello, en ciudades tales como Los Angeles, Oakland y West Covina, y en los Condados de Contra Costa y de Alameda, los poderes están esforzándose por mantenerlos alejados.

Traducido por Gabriel Gasave


Shirley Svorny es Profesora de Economía y Jefa del Departamento de Economía de la California State University, Northridge.