Cómo el próximo Papa puede liberar a los pobres

La estrategia de “redistribución de beneficios económicos por parte del Estado” del Papa Francisco empeoró el problema, no lo mejoró.
10 de mayo, 2025

“Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres”. Eso decía el fallecido Papa Francisco en Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”). Por desgracia, la concepción de “liberación” de Francisco implicaba la redistribución masiva de la riqueza a través de altos impuestos, lo que perjudica la movilidad ascendente de los pobres.

En un discurso ante la ONU en 2014, Francisco pidió “la redistribución de los beneficios económicos por parte del Estado”. En 2017, calificó la filantropía privada como simples “migajas”. El Papa no fue el único que consideró la redistribución gubernamental como legítima y necesaria para combatir la pobreza, pero décadas de experiencia demuestran que este enfoque es un fracaso tanto moral como práctico.

La ayuda exterior, a menudo transferencias de gobierno a gobierno, afianza a gobiernos dictatoriales y cleptocráticos que asesinan y saquean a su propio pueblo. Las transferencias de gobiernos y organismos multinacionales a menudo llenan los bolsillos de los compinches de gobernantes corruptos a expensas de lo que Francisco llama el “pueblo descartado”.

El modelo de redistribución gubernamental forzada promovido por Francisco ha dejado un camino de dependencia y destrucción en todos los lugares donde ha sido aplicado. La historia enseña que la redistribución por parte de los políticos no acaba con la pobreza ni genera prosperidad. La verdad es que los programas gubernamentales masivos para “luchar” contra la pobreza son impersonales, inhumanos y contraproducentes, socavando la verdadera compasión y la dignidad humana en el proceso.

El Papa Francisco no tuvo en cuenta que la riqueza primero debe ser creada antes de poder ayudar a otros. El capitalismo, impulsado por los emprendedores, es el mayor creador de riqueza que el mundo ha visto, sacando a miles de millones de personas de la pobreza extrema solo durante las últimas tres décadas a medida que la liberalización del mercado se extendía por todo el mundo. El programa más eficaz contra la pobreza es un empleo. La estrategia de desarrollo más efectiva es la inversión privada sostenida por parte de empresarios basados en el mercado.

En los países con mayor libertad económica, donde el espíritu empresarial prospera y la propiedad privada está asegurada, los individuos acumulan más riqueza, tienen más para dar y donan a gran escala para ayudar a los desfavorecidos. Cuando los políticos de todo el mundo socavan el capitalismo subiendo los impuestos o atacando los derechos de propiedad privada, atacan el corazón de la caridad privada efectiva.

La mayor abundancia que ofrece el capitalismo posibilita a la gente imcrementar sus donaciones caritativas. El capitalismo refuerza las virtudes cívicas que Francisco tan bien promovió en todo el mundo.

La redistribución gubernamental -ya sea a través de programas nacionales de bienestar, ayuda exterior u otros medios- no es ni “dar” ni “caridad” en el sentido estricto de esas palabras.  De hecho, es todo lo contrario, ya que requiere que el gobierno le quite primero el dinero a otra persona, ya sea a través de impuestos o de endeudamiento (impuestos futuros). Esto requiere el uso de la fuerza, violando el mandamiento “No robarás”.

Jesús, en la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10: 25-37), dijo que la gente debería seguir el ejemplo del Buen Samaritano, que empleó su propio tiempo y dinero para ayudar a un forastero en apuros. La verdadera compasión es abnegación: “sufrir con”. No hay nada compasivo en utilizar al gobierno para quitarle el dinero o la propiedad a una persona y entregársela a otra.

Las donaciones benéficas voluntarias garantizan que la ayuda refleje los valores de los donantes, no el interés propio de políticos y burócratas. Fomenta la innovación y la competencia entre organizaciones privadas de ayuda para atender mejor el sufrimiento de los pobres y otros. Tal vez lo más importante sea que la caridad voluntaria exige un reconocimiento personal de la difícil situación de los demás y el sacrificio personal, elegido libremente, para ayudar a los necesitados. Esta acción personal alimenta la verdadera compasión, la integridad moral y una sociedad más solidaria.

Por bien intencionado que fuese, el Papa Francisco se equivocó al buscar un mayor papel del gobierno en la economía y en la asistencia a los pobres porque enfrenta a un grupo contra otro, desgarrando el tejido social. Los elevados impuestos resultantes ralentizan el crecimiento económico y reducen el excedente que la gente utiliza para crear empresas, contratar empleados y apoyar causas que les importan profundamente a través de donaciones voluntarias efectivas. El enfoque de Francisco trae más sufrimiento, no menos, socavando su llamamiento a ayudar a los pobres.

El capitalismo es una de las mayores bendiciones de la historia de la humanidad. En vez de atacar a los mercados y promover gobiernos centralizados más grandes y poderosos, el próximo Papa debería abogar por la expansión de la libertad económica y garantizar los derechos de propiedad privada. Eso es lo que mejor impulsará las donaciones efectivas, aliviará la pobreza y mejorará el bienestar de los menos afortunados en todo el mundo.

Traducido por Gabriel Gasave

Artículos relacionados