Dejemos de adelantar y atrasar los relojes y mantengamos la hora estándar

7 de marzo, 2025

El horario de verano regresa el domingo a las 2 a. m. A menos que el Congreso ponga fin a la absurda práctica de adelantar y atrasar la hora cada año, este finalizará el 2 de noviembre, cuando retorne el horario estándar.

Veinte estados han propuesto o promulgado leyes para implantar de manera permanente el horario de verano. Pero esas leyes no pueden entrar en vigor hasta que el Congreso modifique o derogue la Ley de Horario Uniforme de 1966, que estableció el actual régimen de cambio de hora dos veces al año.

Ya hemos pasado por esto antes. Estados Unidos adoptó el horario de verano todo el año durante las dos guerras mundiales del siglo XX y nuevamente a partir del 6 de enero de 1974. Ambas políticas se justificaron como un medio de ahorrar no tiempo, sino energía.

Cuando el Departamento de Energía de EE.UU. finalmente estudió la cuestión en 2008 -una ampliación de cuatro semanas del horario de verano ordenada por una enmienda a la Ley de Horario Uniforme de 1966-, se descubrió que el ahorro de energía era trivial: sólo alrededor de un 0,03 por ciento de reducción en el consumo nacional de energía. Investigaciones posteriores, incluido un estudio de 2010 de los economistas medioambientales Matthew Kotchen, de Yale, y Laura Grant, entonces en la University of California en Santa Bárbara, indican que el horario de verano en realidad “incrementa la demanda de electricidad”.

Resulta significativo que el experimento permanente de 1974 con el horario de verano finalizó tras sólo ocho meses. Aunque estaba previsto que durara dos años, se canceló en respuesta a la fuerte oposición de los padres, que se oponían a enviar a sus hijos a la escuela en medio de la oscuridad a finales de otoño y principios de invierno. Según la revista Time, “ocho niños de Florida se vieron involucrados en accidentes de tráfico antes del amanecer a raíz del cambio de hora, lo que llevó a un comentarista de televisión a acuñar la expresión horario de verano desastroso”.

El horario de verano tiene otros aspectos oscuros graves. Adelantar los relojes una hora en marzo tiene efectos preocupantes sobre la salud física y mental, incluyendo aumentos de los infartos de miocardio, los derrames cerebrales y los accidentes automovilísticos. La falta de sueño hace que las personas estén aturdidas, menos concentradas y sean menos productivas en el trabajo hasta que se adaptan al cambio de hora. Esta adaptación es más lenta en edades más avanzadas.

Las consecuencias adversas para la salud del horario de verano explican por qué la American Medical Association y muchos especialistas del sueño y fisiólogos recomiendan mantener la hora estándar durante todo el año calendario.

La hora estándar alinea el cuerpo humano más estrechamente con el sol. La luz solar ajusta de forma óptima nuestros relojes corporales (ritmos circadianos).

La Ley de Hora Uniforme de 1966 permite a cado estado adoptar la hora estándar durante todo el año sin la intervención del Congreso. Pero sólo Hawai, partes de Arizona (zonas más allá de los límites de la Nación Navajo, que comprende 70.000 kilómetros cuadrados de ese estado más partes de Utah y Nuevo México) y los territorios periféricos de EE.UU. no observan el horario de verano. Así que Arizona funciona con dos regímenes horarios distintos de marzo a noviembre: horario de verano para los que viven en la reserva y hora estándar para el resto.

El número de horas durante las que brilla el sol no tiene nada que ver con hacia dónde apuntan las manecillas del reloj. La duración del día la determinan la estación del año y la distancia de arco que hay desde el ecuador hasta tu posición en el globo terráqueo.

Las ventajas para los que practican golf a la salida del trabajo y para otros aficionados a las tardes soleadas más largas apenas justifican los sustanciales costos de los cambios de hora que se producen dos veces al año y que el resto de nosotros nos vemos obligados a soportar. Si la gente desea ir de compras o jugar al golf después del trabajo, puede salir de sus oficinas a primera hora de la tarde, cuando el día ya es más largo en las latitudes septentrionales.

A finales del siglo XIX, los ferrocarriles adoptaron la convención de la “hora estándar”, que actualmente se encuentra en vigor durante unos ridículamente breves cuatro meses al año. La hora estándar y las zonas horarias definidas geográficamente ayudaron a transportistas y pasajeros a planificar con facilidad y precisión las salidas y llegadas.

El horario de verano desplaza bruscamente a la mayoría de los estadounidenses un huso horario hacia el este. ¿Por qué?

El horario de verano no “ahorra” nada. Ya hemos probado el horario de verano permanente en todo el país. Repetir el mismo error político y esperar un resultado diferente es una definición de locura. Mantener el horario estándar de forma permanente es la mejor solución para este debate

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asesor de Investigación Distinguido en el Independent Institute y Profesor J. Fish Smith de Public Choice en la Utah State University.

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