El original en idioma inglés fue publicado el 02/03/24 en The New York Sun y puede leerse aquí.
En ciertas ocasiones, se presencia un milagro político. La elección de Javier Milei como nuevo presidente de la Argentina podría ser tanto un evento encantador como, con el tiempo, descorazonador en la historia de nuestro vecino del hemisferio occidental. O bien, podría ser la chispa que encienda un apasionado abrazo a la libertad individual y la libre empresa, lo cual sería poco menos que revolucionario.
En un momento en el que los Estados Unidos parecen estar perdiendo la confianza en las virtudes de sus valores fundacionales y en el capitalismo democrático, renunciando a poner límites al gasto del gobierno federal o a limitar su alcance, llega el Sr. Milei para recordarnos que debemos seguir luchando. Con audacia proclama: «El enemigo es el socialismo. El enemigo es el estatismo, el enemigo es el colectivismo».
Milei advierte que no debemos permitir que los políticos expandan el Estado, lamentando que la Argentina, alguna vez una de las naciones más ricas del mundo, se haya convertido en un país miserable debido a las políticas redistribucionistas. Es un mensaje contundente en un momento crítico, aún más intrigante porque proviene de un economista formado cuyas iniciativas políticas están alineadas con su filosofía política libertaria.
El Sr. Milei no duda en invocar a los grandes pensadores de la escuela austriaca de economía, Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, para afirmar que unas finanzas y un dinero saludables son los pilares necesarios para una sociedad libre enfocada en las oportunidades y la prosperidad. Según Milei, el gasto público en nombre de la justicia social es una forma de robo.
El nuevo presidente ha mostrado un enfoque radical. Ha enviado al Congreso un proyecto de ley que prohibe el uso de la palabra «gratuito» para describir las prestaciones o servicios proporcionados por el gobierno, insistiendo en que es crucial que quede claro que son los contribuyentes quienes pagan la factura. Además, promete enviar a la cárcel a cualquier funcionario del banco central que emita dinero para financiar los déficits presupuestarios del gobierno.
¿Puede tanta radicalidad para restaurar la responsabilidad fiscal y la integridad monetaria revertir la tendencia hacia un gobierno cada vez más grande? En enero, el primer mes completo desde que el Sr. Milei asumió el cargo, Argentina logró su primer superávit presupuestario mensual en casi 12 años. El gasto del gobierno central se redujo en un 39,4% mediante el recorte de los subsidios gubernamentales, el congelamiento de la obra pública y la reducción de los empleados públicos.
¿Cómo justifica el presidente de la Argentina tales medidas? «No hay plata«, explica Milei. Ciertamente, no hay moneda de emisión nacional que no se haya corrompido irremediablemente como patrón de valor a través de la erosión de su poder adquisitivo. Décadas de imprimir dinero para cubrir el déficit del gobierno han dado lugar a una tasa de inflación anual del 254%.
La promesa de Milei de abandonar el peso y adoptar el dólar estadounidense fue uno de los pilares de su campaña presidencial, aunque los primeros planes para llevar a cabo este cambio parecen haberse estancado. Aquí es donde los Estados Unidos deberían prestar especial atención. La importancia del nuevo compromiso de Argentina con el enriquecimiento de la sociedad a través de un gobierno limitado y un sistema de libre mercado va más allá de la mera reafirmación ideológica de su desmoralizado vecino del Norte.
La decisión de dolarizar por parte de la Argentina, el segundo país y la tercera economía de América Latina, tiene importantes implicancias geopolíticas que no deberían ser ignoradas. No es ningún secreto que el aumento de las sanciones económicas ha generado un creciente resentimiento contra la hegemonía monetaria estadounidense en todo el mundo.
La China comunista ha venido trabajando activamente con otras naciones, no todas ellas rivales, para desalentar el uso del dólar estadounidense en las transacciones mundiales. Como la principal fuerza política y económica del bloque de los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, China busca proporcionar un contrapeso al mundo liderado por Occidente promoviendo el comercio en su propia moneda, el yuan.
En una reunión regional celebrada en agosto, el grupo BRICS invitó formalmente a la Argentina a unirse a ellos. El entonces presidente de ese país, Alberto Fernández, consideró la invitación como una «gran oportunidad» que abriría un «nuevo escenario» para la Argentina, y estaba completamente dispuesto a aceptarla. En octubre, el Banco Central de Argentina recurrió a una línea de canje de divisas con el Banco Central de China para saldar su deuda con el Fondo Monetario Internacional utilizando yuanes, lo cual fue aprobado por el FMI.
Estaba previsto que la Argentina fuera aceptada en los BRICS el 1 de enero, junto con otros cinco nuevos miembros: Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, el Sr. Milei, que busca abiertamente una mayor alineación con las «naciones libres de Occidente», especialmente los Estados Unidos e Israel, anunció el 29 de diciembre que Argentina retiraba oficialmente su ingreso previsto en los BRICS.
Sin dudas, esto generó consternación en algunas capitales, no siendo una razón nada desdeñable para ello la circunstancia de que la Argentina posee enormes reservas de litio. El Ministerio de Asuntos Exteriores chino advirtió a la Argentina que romper los lazos sería un «grave error». Rusia calificó la decisión de «lamentable» y confió en que Buenos Aires reconsiderara su decisión.
Nada de esto implica que los Estados Unidos deberían presumir de la preferencia del Sr. Milei por las alianzas basadas en valores compartidos: libertad, democracia, empresa privada. Tampoco deberíamos dar por sentado su entusiasmo por la dolarización. «Todos los bancos centrales son una estafa», declaró en una entrevista el pasado septiembre, calificando a la Reserva Federal de «mal menor» en comparación con el banco central de su propio país.
El Sr. Milei tiene mucho que enseñar a los Estados Unidos y a otras democracias de mercado. El imperativo de poner orden en nuestra propia casa fiscal nunca ha estado tan claro. Tenemos que hacer que el dólar estadounidense merezca ser la moneda más confiable del mundo. Y recuerden que los milagros existen.
Traducido por Gabriel Gasave
El milagro de Milei: Argentina podría desencadenar un apasionado abrazo a la libertad individual y la prosperidad
El original en idioma inglés fue publicado el 02/03/24 en The New York Sun y puede leerse aquí.
En ciertas ocasiones, se presencia un milagro político. La elección de Javier Milei como nuevo presidente de la Argentina podría ser tanto un evento encantador como, con el tiempo, descorazonador en la historia de nuestro vecino del hemisferio occidental. O bien, podría ser la chispa que encienda un apasionado abrazo a la libertad individual y la libre empresa, lo cual sería poco menos que revolucionario.
En un momento en el que los Estados Unidos parecen estar perdiendo la confianza en las virtudes de sus valores fundacionales y en el capitalismo democrático, renunciando a poner límites al gasto del gobierno federal o a limitar su alcance, llega el Sr. Milei para recordarnos que debemos seguir luchando. Con audacia proclama: «El enemigo es el socialismo. El enemigo es el estatismo, el enemigo es el colectivismo».
Milei advierte que no debemos permitir que los políticos expandan el Estado, lamentando que la Argentina, alguna vez una de las naciones más ricas del mundo, se haya convertido en un país miserable debido a las políticas redistribucionistas. Es un mensaje contundente en un momento crítico, aún más intrigante porque proviene de un economista formado cuyas iniciativas políticas están alineadas con su filosofía política libertaria.
El Sr. Milei no duda en invocar a los grandes pensadores de la escuela austriaca de economía, Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, para afirmar que unas finanzas y un dinero saludables son los pilares necesarios para una sociedad libre enfocada en las oportunidades y la prosperidad. Según Milei, el gasto público en nombre de la justicia social es una forma de robo.
El nuevo presidente ha mostrado un enfoque radical. Ha enviado al Congreso un proyecto de ley que prohibe el uso de la palabra «gratuito» para describir las prestaciones o servicios proporcionados por el gobierno, insistiendo en que es crucial que quede claro que son los contribuyentes quienes pagan la factura. Además, promete enviar a la cárcel a cualquier funcionario del banco central que emita dinero para financiar los déficits presupuestarios del gobierno.
¿Puede tanta radicalidad para restaurar la responsabilidad fiscal y la integridad monetaria revertir la tendencia hacia un gobierno cada vez más grande? En enero, el primer mes completo desde que el Sr. Milei asumió el cargo, Argentina logró su primer superávit presupuestario mensual en casi 12 años. El gasto del gobierno central se redujo en un 39,4% mediante el recorte de los subsidios gubernamentales, el congelamiento de la obra pública y la reducción de los empleados públicos.
¿Cómo justifica el presidente de la Argentina tales medidas? «No hay plata«, explica Milei. Ciertamente, no hay moneda de emisión nacional que no se haya corrompido irremediablemente como patrón de valor a través de la erosión de su poder adquisitivo. Décadas de imprimir dinero para cubrir el déficit del gobierno han dado lugar a una tasa de inflación anual del 254%.
La promesa de Milei de abandonar el peso y adoptar el dólar estadounidense fue uno de los pilares de su campaña presidencial, aunque los primeros planes para llevar a cabo este cambio parecen haberse estancado. Aquí es donde los Estados Unidos deberían prestar especial atención. La importancia del nuevo compromiso de Argentina con el enriquecimiento de la sociedad a través de un gobierno limitado y un sistema de libre mercado va más allá de la mera reafirmación ideológica de su desmoralizado vecino del Norte.
La decisión de dolarizar por parte de la Argentina, el segundo país y la tercera economía de América Latina, tiene importantes implicancias geopolíticas que no deberían ser ignoradas. No es ningún secreto que el aumento de las sanciones económicas ha generado un creciente resentimiento contra la hegemonía monetaria estadounidense en todo el mundo.
La China comunista ha venido trabajando activamente con otras naciones, no todas ellas rivales, para desalentar el uso del dólar estadounidense en las transacciones mundiales. Como la principal fuerza política y económica del bloque de los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, China busca proporcionar un contrapeso al mundo liderado por Occidente promoviendo el comercio en su propia moneda, el yuan.
En una reunión regional celebrada en agosto, el grupo BRICS invitó formalmente a la Argentina a unirse a ellos. El entonces presidente de ese país, Alberto Fernández, consideró la invitación como una «gran oportunidad» que abriría un «nuevo escenario» para la Argentina, y estaba completamente dispuesto a aceptarla. En octubre, el Banco Central de Argentina recurrió a una línea de canje de divisas con el Banco Central de China para saldar su deuda con el Fondo Monetario Internacional utilizando yuanes, lo cual fue aprobado por el FMI.
Estaba previsto que la Argentina fuera aceptada en los BRICS el 1 de enero, junto con otros cinco nuevos miembros: Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, el Sr. Milei, que busca abiertamente una mayor alineación con las «naciones libres de Occidente», especialmente los Estados Unidos e Israel, anunció el 29 de diciembre que Argentina retiraba oficialmente su ingreso previsto en los BRICS.
Sin dudas, esto generó consternación en algunas capitales, no siendo una razón nada desdeñable para ello la circunstancia de que la Argentina posee enormes reservas de litio. El Ministerio de Asuntos Exteriores chino advirtió a la Argentina que romper los lazos sería un «grave error». Rusia calificó la decisión de «lamentable» y confió en que Buenos Aires reconsiderara su decisión.
Nada de esto implica que los Estados Unidos deberían presumir de la preferencia del Sr. Milei por las alianzas basadas en valores compartidos: libertad, democracia, empresa privada. Tampoco deberíamos dar por sentado su entusiasmo por la dolarización. «Todos los bancos centrales son una estafa», declaró en una entrevista el pasado septiembre, calificando a la Reserva Federal de «mal menor» en comparación con el banco central de su propio país.
El Sr. Milei tiene mucho que enseñar a los Estados Unidos y a otras democracias de mercado. El imperativo de poner orden en nuestra propia casa fiscal nunca ha estado tan claro. Tenemos que hacer que el dólar estadounidense merezca ser la moneda más confiable del mundo. Y recuerden que los milagros existen.
Traducido por Gabriel Gasave
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