Desde el experimento constitucional estadounidense de 1788 hasta la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos evitaron enérgicamente verse arrastrados a los conflictos de Europa.
Sin embargo, tras la segunda y aún más catastrófica guerra europea, causada en parte por la primera conflagración y el ingreso de los EE.UU. en ella, los Estados Unidos se metieron de lleno en los asuntos europeos con ambos pies. Embriagados por su victoria sobre los nazis y paralizados por el miedo ante la exagerada amenaza de una también victoriosa, pero devastada, Unión Soviética, los dirigentes estadounidenses ofrecieron garantías de seguridad en el marco de la OTAN para la defensa de Europa Occidental durante la Guerra Fría.
Tras el fin de la Guerra Fría, cuando una debilitada Unión Soviética replegó su imperio de Europa y colapsó, y a pesar de que la antigua Yugoslavia ni siquiera se encontraba en ese momento dentro de la zona de seguridad de una OTAN en expansión, los Estados Unidos fueron arrastrados a las guerras civiles de Bosnia, Serbia y Kosovo a mediados y finales de la década de 1990. Los debilitados soviéticos no pudieron hacer mucho ante estas intervenciones militares estadounidenses. Luego, la OTAN siguió expandiéndose hasta las fronteras de Rusia.
En 2014, después de que los Estados Unidos ayudaran a derrocar a un gobierno prorruso electo en la estratégica -al menos para Rusia- Ucrania y lo reemplazaran con un gobierno favorable a Occidente, el presidente ruso Vladimir Putin invadió la Crimea ucraniana, la anexó porque allí se ubicaba el cuartel general de la flota del Mar Negro, y respaldó a un movimiento separatista de habla rusa en la región del Donbás de ese país.
Mientras la administración Biden reafirmaba la insensata promesa de George W. Bush en 2008 de admitir a Ucrania y Georgia en la OTAN, Putin arremetió con una invasión total de la Crimea ucraniana. No hay excusas para la brutal invasión de Putin de otra nación soberana (al igual que no había justificación válida para la invasión de Irak por parte de Bush en 2003). Sin embargo, el continuo involucramiento de los Estados Unidos en las cuestiones de seguridad de Europa, y en Ucrania en particular, y su ignorancia de las legítimas inquietudes rusas en materia de seguridad han asegurado cierta culpabilidad de los EE.UU. y de la OTAN, a través de una negligencia comparativa, en las reprobables acciones de Putin.
Lo hecho, hecho está, pero ahora que los Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea están armando fuertemente a Ucrania para intentar aplastar a la economía de Ruia mediante la imposición de duras sanciones económicas a fin de motivar una retirada rusa del país, la principal precaución debería ser evitar la escalada de Occidente con una potencia que posee armas nucleares. Cualquier triunfalismo por parte de Occidente de que las incompetentes y huecas fuerzas armadas rusas se están desempeñando mal frente a unas fuerzas armadas ucranianas bastamente superadas en número y en armamento, debería ser atenuado por el entendimiento de que cuanto más pobremente actúen las fuerzas armadas rusas, más propensa estará Rusia a escalar con armamentos nucleares.
Por el momento, el presidente Biden está rechazando con vehemencia emprender acciones que supondrían un riesgo de conflicto directo entre las fuerzas rusas y las de los Estados Unidos y la OTAN, el que podría potencialmente llegar a escalar, por ejemplo, con la inserción de esas fuerzas occidentales en Ucrania o en sus alrededores.
No obstante, cuando alguna gran potencia inunda a un país amigo o aliado con armas y dinero (por un total de más de 50.000 millones de dólares [billones en inglés] hasta la fecha), desarrolla un interés en el conflicto, abriendo así la puerta a una escalada cuando su aliado empiece a flaquear en el campo de batalla o fuera tan exitoso que pudiese hacer retroceder al enemigo; cualquiera de las dos cosas podría ocurrirle a Ucrania.
Además, a pesar de la actual oposición de Biden a involucrar a las fuerzas estadounidenses, recientemente han surgido algunas propuestas que podrían hacer precisamente eso.
El almirante James Stavridis, antiguo comandante de la OTAN, ha lanzado una propuesta para que las armadas de la OTAN, incluida la de los Estados Unidos, escolten a los barcos mercantes ucranianos a través del bloqueo ruso de la costa ucraniana. Otra propuesta del ex congresista republicano Joe Scarborough, de Florida, tomaría las propuestas de principios de la guerra de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania y las aplicaría más estrechamente a los corredores humanitarios a fin de proteger a los civiles ucranianos en el oeste de Ucrania.
La primera propuesta se arriesga a un combate naval con los buques rusos que realizan el bloqueo, similar a cuando el presidente Ronald Reagan se metió en una guerra naval no declarada con Irán al escoltar a los petroleros kuwaitíes a través del Golfo Pérsico en 1988, durante la guerra entre Irak e Irán; la principal diferencia ahora es que Irán era un país en desarrollo con unas fuerzas armadas débiles y Rusia es una de las dos potencias nucleares más poderosas del planeta.
La segunda propuesta de una zona de exclusión aérea no ha sido mejorada mucho respecto de las peligrosas propuestas similares de imponer dicha zona sobre todo el país al inicio de la contienda. Aunque el poder aéreo ruso no ha funcionado bien durante el conflicto, esa no es la cuestión. Incluso si el poder aéreo de la OTAN fuera superior, o aún dominante, como podría ser, cualquier interacción hostil accidental entre aviones de la OTAN y rusos podría desencadenar una escalada. Además, ¿qué ocurre si Rusia dispara misiles de crucero o de otro tipo en la zona de exclusión aérea del oeste de Ucrania, como ya ha ocurrido? ¿Una represalia occidental en el este o el sur de Ucrania, en manos de Rusia, y un agravamiento de la situación?
El último punto de conflicto se encuentra totalmente alejado de Ucrania. Rusia alega que Lituania está tratando de bloquear los trenes de suministro a Kaliningrado, una zona no contigua de Rusia rodeada por Lituania, Polonia y el Mar Báltico y que es la sede de la flota del Mar Báltico.
Lituania rechaza tímidamente esta idea diciendo que se limita a aplicar las sanciones económicas de la Unión Europea contra Rusia. Pero como esas medidas están siendo aplicadas gradualmente, no se ha interrumpido aún mucho el comercio ruso a través del enclave de Kaliningrado.
Si las sanciones de la UE se endurecen, como está previsto, Rusia podría temer legítimamente que Occidente esté intentando imponer un bloqueo a parte de su país. Rusia ya ha acusado a la UE de violar su compromiso de no obstaculizar el comercio entre las dos partes de Rusia. Aunque algunas fuerzas rusas han sido trasladadas de Kaliningrado a Ucrania y las fuerzas de la OTAN en Lituania han sido reforzadas ligeramente, un potencial recrudecimiento se origina en el hecho de que Lituania es miembro de la OTAN. Si Rusia intentase amenazar o emprender una acción militar para aflojar el bloqueo efectivo, podría activarse el artículo V del pacto de defensa mutua del tratado de la OTAN y desatarse los perros de la escalada, incluido el uso de misiles rusos con capacidad nuclear alojados en Kaliningrado.
Actualmente es un hecho que los Estados Unidos se han comprometido a realizar un gran esfuerzo para ayudar a los ucranianos en su guerra defensiva contra un agresor extranjero. Sin embargo, el gobierno de Biden debería seguir siendo cauto en estos tres posibles puntos conflictivos para evitar una intensificación de los hechos, porque debería recordarse que los intereses de la seguridad estadounidenses en Ucrania son limitados, y las consecuencias de una recrudescencia podrían ser catastróficas.
Traducido por Gabriel Gasave
Puntos conflictivos de un potencial recrudecimiento de la guerra en Ucrania
Desde el experimento constitucional estadounidense de 1788 hasta la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos evitaron enérgicamente verse arrastrados a los conflictos de Europa.
Sin embargo, tras la segunda y aún más catastrófica guerra europea, causada en parte por la primera conflagración y el ingreso de los EE.UU. en ella, los Estados Unidos se metieron de lleno en los asuntos europeos con ambos pies. Embriagados por su victoria sobre los nazis y paralizados por el miedo ante la exagerada amenaza de una también victoriosa, pero devastada, Unión Soviética, los dirigentes estadounidenses ofrecieron garantías de seguridad en el marco de la OTAN para la defensa de Europa Occidental durante la Guerra Fría.
Tras el fin de la Guerra Fría, cuando una debilitada Unión Soviética replegó su imperio de Europa y colapsó, y a pesar de que la antigua Yugoslavia ni siquiera se encontraba en ese momento dentro de la zona de seguridad de una OTAN en expansión, los Estados Unidos fueron arrastrados a las guerras civiles de Bosnia, Serbia y Kosovo a mediados y finales de la década de 1990. Los debilitados soviéticos no pudieron hacer mucho ante estas intervenciones militares estadounidenses. Luego, la OTAN siguió expandiéndose hasta las fronteras de Rusia.
En 2014, después de que los Estados Unidos ayudaran a derrocar a un gobierno prorruso electo en la estratégica -al menos para Rusia- Ucrania y lo reemplazaran con un gobierno favorable a Occidente, el presidente ruso Vladimir Putin invadió la Crimea ucraniana, la anexó porque allí se ubicaba el cuartel general de la flota del Mar Negro, y respaldó a un movimiento separatista de habla rusa en la región del Donbás de ese país.
Mientras la administración Biden reafirmaba la insensata promesa de George W. Bush en 2008 de admitir a Ucrania y Georgia en la OTAN, Putin arremetió con una invasión total de la Crimea ucraniana. No hay excusas para la brutal invasión de Putin de otra nación soberana (al igual que no había justificación válida para la invasión de Irak por parte de Bush en 2003). Sin embargo, el continuo involucramiento de los Estados Unidos en las cuestiones de seguridad de Europa, y en Ucrania en particular, y su ignorancia de las legítimas inquietudes rusas en materia de seguridad han asegurado cierta culpabilidad de los EE.UU. y de la OTAN, a través de una negligencia comparativa, en las reprobables acciones de Putin.
Lo hecho, hecho está, pero ahora que los Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea están armando fuertemente a Ucrania para intentar aplastar a la economía de Ruia mediante la imposición de duras sanciones económicas a fin de motivar una retirada rusa del país, la principal precaución debería ser evitar la escalada de Occidente con una potencia que posee armas nucleares. Cualquier triunfalismo por parte de Occidente de que las incompetentes y huecas fuerzas armadas rusas se están desempeñando mal frente a unas fuerzas armadas ucranianas bastamente superadas en número y en armamento, debería ser atenuado por el entendimiento de que cuanto más pobremente actúen las fuerzas armadas rusas, más propensa estará Rusia a escalar con armamentos nucleares.
Por el momento, el presidente Biden está rechazando con vehemencia emprender acciones que supondrían un riesgo de conflicto directo entre las fuerzas rusas y las de los Estados Unidos y la OTAN, el que podría potencialmente llegar a escalar, por ejemplo, con la inserción de esas fuerzas occidentales en Ucrania o en sus alrededores.
No obstante, cuando alguna gran potencia inunda a un país amigo o aliado con armas y dinero (por un total de más de 50.000 millones de dólares [billones en inglés] hasta la fecha), desarrolla un interés en el conflicto, abriendo así la puerta a una escalada cuando su aliado empiece a flaquear en el campo de batalla o fuera tan exitoso que pudiese hacer retroceder al enemigo; cualquiera de las dos cosas podría ocurrirle a Ucrania.
Además, a pesar de la actual oposición de Biden a involucrar a las fuerzas estadounidenses, recientemente han surgido algunas propuestas que podrían hacer precisamente eso.
El almirante James Stavridis, antiguo comandante de la OTAN, ha lanzado una propuesta para que las armadas de la OTAN, incluida la de los Estados Unidos, escolten a los barcos mercantes ucranianos a través del bloqueo ruso de la costa ucraniana. Otra propuesta del ex congresista republicano Joe Scarborough, de Florida, tomaría las propuestas de principios de la guerra de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania y las aplicaría más estrechamente a los corredores humanitarios a fin de proteger a los civiles ucranianos en el oeste de Ucrania.
La primera propuesta se arriesga a un combate naval con los buques rusos que realizan el bloqueo, similar a cuando el presidente Ronald Reagan se metió en una guerra naval no declarada con Irán al escoltar a los petroleros kuwaitíes a través del Golfo Pérsico en 1988, durante la guerra entre Irak e Irán; la principal diferencia ahora es que Irán era un país en desarrollo con unas fuerzas armadas débiles y Rusia es una de las dos potencias nucleares más poderosas del planeta.
La segunda propuesta de una zona de exclusión aérea no ha sido mejorada mucho respecto de las peligrosas propuestas similares de imponer dicha zona sobre todo el país al inicio de la contienda. Aunque el poder aéreo ruso no ha funcionado bien durante el conflicto, esa no es la cuestión. Incluso si el poder aéreo de la OTAN fuera superior, o aún dominante, como podría ser, cualquier interacción hostil accidental entre aviones de la OTAN y rusos podría desencadenar una escalada. Además, ¿qué ocurre si Rusia dispara misiles de crucero o de otro tipo en la zona de exclusión aérea del oeste de Ucrania, como ya ha ocurrido? ¿Una represalia occidental en el este o el sur de Ucrania, en manos de Rusia, y un agravamiento de la situación?
El último punto de conflicto se encuentra totalmente alejado de Ucrania. Rusia alega que Lituania está tratando de bloquear los trenes de suministro a Kaliningrado, una zona no contigua de Rusia rodeada por Lituania, Polonia y el Mar Báltico y que es la sede de la flota del Mar Báltico.
Lituania rechaza tímidamente esta idea diciendo que se limita a aplicar las sanciones económicas de la Unión Europea contra Rusia. Pero como esas medidas están siendo aplicadas gradualmente, no se ha interrumpido aún mucho el comercio ruso a través del enclave de Kaliningrado.
Si las sanciones de la UE se endurecen, como está previsto, Rusia podría temer legítimamente que Occidente esté intentando imponer un bloqueo a parte de su país. Rusia ya ha acusado a la UE de violar su compromiso de no obstaculizar el comercio entre las dos partes de Rusia. Aunque algunas fuerzas rusas han sido trasladadas de Kaliningrado a Ucrania y las fuerzas de la OTAN en Lituania han sido reforzadas ligeramente, un potencial recrudecimiento se origina en el hecho de que Lituania es miembro de la OTAN. Si Rusia intentase amenazar o emprender una acción militar para aflojar el bloqueo efectivo, podría activarse el artículo V del pacto de defensa mutua del tratado de la OTAN y desatarse los perros de la escalada, incluido el uso de misiles rusos con capacidad nuclear alojados en Kaliningrado.
Actualmente es un hecho que los Estados Unidos se han comprometido a realizar un gran esfuerzo para ayudar a los ucranianos en su guerra defensiva contra un agresor extranjero. Sin embargo, el gobierno de Biden debería seguir siendo cauto en estos tres posibles puntos conflictivos para evitar una intensificación de los hechos, porque debería recordarse que los intereses de la seguridad estadounidenses en Ucrania son limitados, y las consecuencias de una recrudescencia podrían ser catastróficas.
Traducido por Gabriel Gasave
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