El presidente Joe Biden anunció el jueves una serie de protocolos COVID-19 para combatir a la nueva variante omicron. Los protocolos harán poco por promover la salud, pero esa de todos modos no es su intención. En cambio, estas normas condicionan a los estadounidenses a tolerar las continuas intromisiones gubernamentales en nuestras vidas, ya que socavan nuestras libertades con una falsa promesa de seguridad.
Con anterioridad a las medidas anunciadas el jueves, Biden había prohibido los viajes desde Sudáfrica, donde se detectó por primera vez la variante omicron, y otros siete países del sur africano (¿recuerdan cuando esas prohibiciones eran racistas?). Entre los nuevos requisitos anunciados se incluyen la ampliación de la orden federal de usar mascarillas en el transporte público, incluidos los aviones, hasta mediados de marzo y la exigencia de que los viajeros internacionales con destino a los Estados Unidos, incluidos los ciudadanos estadounidenses vacunados, exhiban una prueba de COVID-19 negativa realizada un día antes de su partida.
Estas medidas no impedirán que la nueva variante se propague en los Estados Unidos. El lunes, el propio presidente admitió que "las restricciones de viaje pueden ralentizar la velocidad de omicron, no pueden impedirlo. Pero esto es lo que hace: nos da tiempo. Nos da tiempo para tomar más medidas, para movernos más rápido, para asegurarnos de que la gente entienda que tiene que vacunarse".
¿En serio? Eso resulta tan creíble como aquello de "15 días para aplanar la curva" 21 meses después.
¿Cómo el hecho de extender la ordenanza de utilizar mascarillas hasta mediados de marzo puede conseguir más tiempo? El mandato de las mascarillas existente no expiraba sino recién hasta el 18 de enero. El primer caso de la variante omicron ya había sido detectado en los Estados Unidos al momento de los anuncios de Biden. Si un mandato de mascarillas en los aviones pudiera frenar la propagación, la ordenanza existente otorgaría seis semanas adicionales para "tomar más medidas".
El fomento de la vacunación es uno de los principales puntos de las acciones que Biden desea emprender. Sin embargo, su modificación de los requisitos de las pruebas socava el impulso de esa vacunación. Antes, los ciudadanos estadounidenses no vacunados tenían que contar con una prueba de COVID-19 negativa el día previo a volar hacia los Estados Unidos, mientras que los ciudadanos vacunados podían hacerse la prueba hasta 72 horas antes de la salida. Ahora todos los ciudadanos, independientemente del estado de vacunación, tienen que hacerse la prueba un día antes de su partida.
Acabo de regresar de dos viajes internacionales. En el primero viajé solo, pero en el segundo lo hice con mi hijo aún no vacunado. Es más complicado realizarte la prueba un día antes de la salida que cuando se dispone de unos días para poder incluirla en tu agenda. Quitar esa flexibilidad a los vacunados hará que menos personas, en el margen, vean un beneficio neto en el hecho de vacunarse. Sé que la expectativa de facilitar los viajes influyó en mi propia decisión de vacunarme.
Estas últimas políticas no pretenden frenar la propagación de la variante omicron en los Estados Unidos. Están para ampliar el poder de los políticos y de los burócratas de la salud a fin de dictar arbitrariamente nuestras vidas e infringir nuestras libertades.
Hace más de 100 años, el gran periodista y ensayista H.L. Menken observó que "todo el objetivo de la política práctica es mantener a la población alarmada (y, por tanto, clamando por ser conducida a la seguridad) por una serie interminable de duendes, la mayoría de ellos imaginarios". La amenaza del terrorismo ha servido a dicho propósito durante los últimos 20 años, y todavía toleramos tener que quitarnos los zapatos en los aeropuertos y limitar los líquidos a un máximo de tres onzas como resultado de ello.
Si se lo permitimos, los políticos y los burócratas sanitarios utilizarán cada nueva variante de COVID-19 para mantenernos alarmados y vulnerar nuestra libertad hasta que nos acostumbremos y aceptemos pasivamente estas violaciones. Ya es suficiente. Es hora de exigir la libertad de que las personas, y las empresas que las atienden, determinen por sí mismas las precauciones sanitarias que desean tomar y las molestias que prefieren evitar.
Traducido por Gabriel Gasave
La variante omicron es otra excusa para la intromisión del gobierno
El presidente Joe Biden anunció el jueves una serie de protocolos COVID-19 para combatir a la nueva variante omicron. Los protocolos harán poco por promover la salud, pero esa de todos modos no es su intención. En cambio, estas normas condicionan a los estadounidenses a tolerar las continuas intromisiones gubernamentales en nuestras vidas, ya que socavan nuestras libertades con una falsa promesa de seguridad.
Con anterioridad a las medidas anunciadas el jueves, Biden había prohibido los viajes desde Sudáfrica, donde se detectó por primera vez la variante omicron, y otros siete países del sur africano (¿recuerdan cuando esas prohibiciones eran racistas?). Entre los nuevos requisitos anunciados se incluyen la ampliación de la orden federal de usar mascarillas en el transporte público, incluidos los aviones, hasta mediados de marzo y la exigencia de que los viajeros internacionales con destino a los Estados Unidos, incluidos los ciudadanos estadounidenses vacunados, exhiban una prueba de COVID-19 negativa realizada un día antes de su partida.
Estas medidas no impedirán que la nueva variante se propague en los Estados Unidos. El lunes, el propio presidente admitió que "las restricciones de viaje pueden ralentizar la velocidad de omicron, no pueden impedirlo. Pero esto es lo que hace: nos da tiempo. Nos da tiempo para tomar más medidas, para movernos más rápido, para asegurarnos de que la gente entienda que tiene que vacunarse".
¿En serio? Eso resulta tan creíble como aquello de "15 días para aplanar la curva" 21 meses después.
¿Cómo el hecho de extender la ordenanza de utilizar mascarillas hasta mediados de marzo puede conseguir más tiempo? El mandato de las mascarillas existente no expiraba sino recién hasta el 18 de enero. El primer caso de la variante omicron ya había sido detectado en los Estados Unidos al momento de los anuncios de Biden. Si un mandato de mascarillas en los aviones pudiera frenar la propagación, la ordenanza existente otorgaría seis semanas adicionales para "tomar más medidas".
El fomento de la vacunación es uno de los principales puntos de las acciones que Biden desea emprender. Sin embargo, su modificación de los requisitos de las pruebas socava el impulso de esa vacunación. Antes, los ciudadanos estadounidenses no vacunados tenían que contar con una prueba de COVID-19 negativa el día previo a volar hacia los Estados Unidos, mientras que los ciudadanos vacunados podían hacerse la prueba hasta 72 horas antes de la salida. Ahora todos los ciudadanos, independientemente del estado de vacunación, tienen que hacerse la prueba un día antes de su partida.
Acabo de regresar de dos viajes internacionales. En el primero viajé solo, pero en el segundo lo hice con mi hijo aún no vacunado. Es más complicado realizarte la prueba un día antes de la salida que cuando se dispone de unos días para poder incluirla en tu agenda. Quitar esa flexibilidad a los vacunados hará que menos personas, en el margen, vean un beneficio neto en el hecho de vacunarse. Sé que la expectativa de facilitar los viajes influyó en mi propia decisión de vacunarme.
Estas últimas políticas no pretenden frenar la propagación de la variante omicron en los Estados Unidos. Están para ampliar el poder de los políticos y de los burócratas de la salud a fin de dictar arbitrariamente nuestras vidas e infringir nuestras libertades.
Hace más de 100 años, el gran periodista y ensayista H.L. Menken observó que "todo el objetivo de la política práctica es mantener a la población alarmada (y, por tanto, clamando por ser conducida a la seguridad) por una serie interminable de duendes, la mayoría de ellos imaginarios". La amenaza del terrorismo ha servido a dicho propósito durante los últimos 20 años, y todavía toleramos tener que quitarnos los zapatos en los aeropuertos y limitar los líquidos a un máximo de tres onzas como resultado de ello.
Si se lo permitimos, los políticos y los burócratas sanitarios utilizarán cada nueva variante de COVID-19 para mantenernos alarmados y vulnerar nuestra libertad hasta que nos acostumbremos y aceptemos pasivamente estas violaciones. Ya es suficiente. Es hora de exigir la libertad de que las personas, y las empresas que las atienden, determinen por sí mismas las precauciones sanitarias que desean tomar y las molestias que prefieren evitar.
Traducido por Gabriel Gasave
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