Al retirarse de las negociaciones con los acreedores internacionales de Grecia y convocar a un referéndum sobre si el país debería adoptar la mayor austeridad exigida por el paquete de ayuda financiera de los acreedores, el primer ministro griego Alexis Tsipras figurativamente sacó una pistola y amenazó con hacer un agujero en el bote salvavidas que le dieron a su país en aras de conseguir un barco más bonito. El referéndum puede salvar a su partido de izquierda Syriza, pero puede hacer que Grecia deje de pagar sus compromisos y salga del Euro, la moneda común.
Grecia ha sido durante mucho tiempo financieramente irresponsable— teniendo originalmente pensiones excesivas, edades de jubilación anticipadas, una economía sobre regulada y corrupta, el 20 por ciento de la fuerza laboral al servicio de un gobierno hinchado, y una recaudación tributaria desigual. Aunque algunos avances en estas categorías fueron requeridos por los acreedores internacionales a efectos de conceder los dos rescates financieros que Grecia ya ha recibido, se necesita más austeridad y reformas para despejar la todavía abundante improductividad de la economía griega de modo tal que ésta pueda reanudar el crecimiento económico normal.
Tsipras fue elegido en primer lugar por prometer desmedidamente a un público griego cansado de la austeridad que repudiaría el último acuerdo de rescate con los acreedores y negociaría el fin de la austeridad requerida. En las negociaciones, los acreedores han hecho nuevamente ciertas concesiones, pero se han hartado de las payasadas de Grecia. Años de gozar excesivamente de la buena vida realmente exige una más severa austeridad y reformas por parte de Grecia con el fin de conseguir nuevamente una oportunidad de acceder a la verdadera prosperidad.
De manera sorprendente, algunos economistas occidentales, entre ellos el premio Nobel Paul Krugman, están en cambio culpando a los gobiernos europeos, como Alemania y Francia, por no dejar que Grecia se levante de la lona mediante la cancelación de parte de su deuda, de modo tal que la economía griega pueda crecer nuevamente y por lo tanto eventualmente cancelar el resto de la deuda. Como era de esperar, estos países, después de haber rescatado financieramente a Grecia en dos oportunidades, son poco entusiastas respecto de un costoso saneamiento de la deuda. Y el crecimiento artificial propuesto por tales economistas sólo empeorará las cosas. A la larga, Grecia y el sistema financiero internacional estarán mejor si Grecia se ve obligada a enderezar el barco en vez de permanecer a flote en escombros. En el largo plazo, las empresas e incluso los países deben ser considerados responsables por sus acciones, aún si eso significa “amor duro”. De lo contrario, se darán cuenta de que nuevamente pueden vivir algún día más allá de sus posibilidades.
Políticamente, el referéndum es algo inteligente por parte de Tsipras. Al apuntar con un arma al bote salvavidas, juega con los temores de que si Grecia cae también lo harán otras economías europeas frágiles—como España, Portugal e Italia—a fin de mejorar su posición negociadora. Un voto por el “sí” por parte del pueblo griego a aceptar más austeridad lo alivia de sus excesivas promesas de campaña de luchar contra la continuación de tan desagradable ajuste del cinturón. Tsipras aboga por un voto de “sólo di que no”, considerando que éste demostrará que los griegos negocian amartillando el arma para futuras tratativas de alivio de la deuda.
Sin embargo, las cosas han cambiado después de cinco años de rescatar financieramente a Grecia. En su conjunto, la economía europea está mejor de lo que se encontraba en 2011 o 2012 y es menos susceptible al contagio financiero de una caída de Grecia. Además, las otras economías más frágiles de la Eurozona son ahora más saludables, con España y Portugal volviendo a crecer e Italia empezando a hacerlo. Asimismo, actualmente hay muchos menos tenedores privados de deuda griega, hay ahora un nuevo fondo de rescate de emergencia para casos de urgencia, y el Banco Central Europeo se ha comprometido a “hacer lo que sea necesario para salvar el euro”. A pesar de que dichas políticas de fondos de reserva y la impresión de dinero son imprudentes, ha erosionado la posición negociadora de Grecia frente a Europa. Finalmente, erosionando aún más la posición de Grecia está el hecho de que en definitiva, la economía griega es sólo el 1,5 por ciento de la Eurozona.
Políticamente, han surgido temores de que si Grecia incumple con el pago de su deuda y sale del euro, todavía sería un miembro de la Unión Europea y por lo tanto podría vetar las prorrogadas sanciones económicas europeas contra Rusia por sus intervenciones en Crimea y el este de Ucrania. La inferencia tácita es que el fin de las sanciones europeas podría de alguna manera tornar más agresiva a Rusia y conducir a una guerra futura. Una nimiedad. Las sanciones, aunque perjudican económicamente a Rusia, han tenido poco efecto sobre su comportamiento en cualquier lugar.
Los más importante de todo esto es que los acreedores internacionales de Grecia deberían poner fin a los rescates financieros y dejar que la ingrata y arrogante Grecia incumpla su deuda y salga del euro. El principal efecto perjudicial a largo plazo que este trastorno de corto plazo generaría, sería sobre el orgullo europeo de una moneda común que nunca debió haber sido creada en primer lugar. Para el largo plazo, el hecho de cortar las amarras del barco salvavidas griego, dejándolo a la deriva y librado a su suerte, le enseñará a los griegos—y a otros países irresponsables, como España, Portugal e Italia—que cuando usted se comporta irresponsablemente a lo largo de muchos años, un poco de dolor es necesario para obtener un renovado vigor económico.
En cuanto a los Estados Unidos, con una recuperación artificial de la economía impulsada por la impresión de carradas de dinero y una deuda pública de 18 billones de dólares (trillones en inglés) causada por el excesivo gasto en defensa y programas sociales nacionales durante un largo período, la respuesta adecuada al lío griego y de la Eurozona es un humilde silencio y la no intervención y enfocarse en poner a su propia casa fiscal en orden mediante su propio programa de austeridad para sufragar una deuda que crece de manera agobiante.
Traducido por Gabriel Gasave
Dejen que Grecia abandone la Eurozona
Al retirarse de las negociaciones con los acreedores internacionales de Grecia y convocar a un referéndum sobre si el país debería adoptar la mayor austeridad exigida por el paquete de ayuda financiera de los acreedores, el primer ministro griego Alexis Tsipras figurativamente sacó una pistola y amenazó con hacer un agujero en el bote salvavidas que le dieron a su país en aras de conseguir un barco más bonito. El referéndum puede salvar a su partido de izquierda Syriza, pero puede hacer que Grecia deje de pagar sus compromisos y salga del Euro, la moneda común.
Grecia ha sido durante mucho tiempo financieramente irresponsable— teniendo originalmente pensiones excesivas, edades de jubilación anticipadas, una economía sobre regulada y corrupta, el 20 por ciento de la fuerza laboral al servicio de un gobierno hinchado, y una recaudación tributaria desigual. Aunque algunos avances en estas categorías fueron requeridos por los acreedores internacionales a efectos de conceder los dos rescates financieros que Grecia ya ha recibido, se necesita más austeridad y reformas para despejar la todavía abundante improductividad de la economía griega de modo tal que ésta pueda reanudar el crecimiento económico normal.
Tsipras fue elegido en primer lugar por prometer desmedidamente a un público griego cansado de la austeridad que repudiaría el último acuerdo de rescate con los acreedores y negociaría el fin de la austeridad requerida. En las negociaciones, los acreedores han hecho nuevamente ciertas concesiones, pero se han hartado de las payasadas de Grecia. Años de gozar excesivamente de la buena vida realmente exige una más severa austeridad y reformas por parte de Grecia con el fin de conseguir nuevamente una oportunidad de acceder a la verdadera prosperidad.
De manera sorprendente, algunos economistas occidentales, entre ellos el premio Nobel Paul Krugman, están en cambio culpando a los gobiernos europeos, como Alemania y Francia, por no dejar que Grecia se levante de la lona mediante la cancelación de parte de su deuda, de modo tal que la economía griega pueda crecer nuevamente y por lo tanto eventualmente cancelar el resto de la deuda. Como era de esperar, estos países, después de haber rescatado financieramente a Grecia en dos oportunidades, son poco entusiastas respecto de un costoso saneamiento de la deuda. Y el crecimiento artificial propuesto por tales economistas sólo empeorará las cosas. A la larga, Grecia y el sistema financiero internacional estarán mejor si Grecia se ve obligada a enderezar el barco en vez de permanecer a flote en escombros. En el largo plazo, las empresas e incluso los países deben ser considerados responsables por sus acciones, aún si eso significa “amor duro”. De lo contrario, se darán cuenta de que nuevamente pueden vivir algún día más allá de sus posibilidades.
Políticamente, el referéndum es algo inteligente por parte de Tsipras. Al apuntar con un arma al bote salvavidas, juega con los temores de que si Grecia cae también lo harán otras economías europeas frágiles—como España, Portugal e Italia—a fin de mejorar su posición negociadora. Un voto por el “sí” por parte del pueblo griego a aceptar más austeridad lo alivia de sus excesivas promesas de campaña de luchar contra la continuación de tan desagradable ajuste del cinturón. Tsipras aboga por un voto de “sólo di que no”, considerando que éste demostrará que los griegos negocian amartillando el arma para futuras tratativas de alivio de la deuda.
Sin embargo, las cosas han cambiado después de cinco años de rescatar financieramente a Grecia. En su conjunto, la economía europea está mejor de lo que se encontraba en 2011 o 2012 y es menos susceptible al contagio financiero de una caída de Grecia. Además, las otras economías más frágiles de la Eurozona son ahora más saludables, con España y Portugal volviendo a crecer e Italia empezando a hacerlo. Asimismo, actualmente hay muchos menos tenedores privados de deuda griega, hay ahora un nuevo fondo de rescate de emergencia para casos de urgencia, y el Banco Central Europeo se ha comprometido a “hacer lo que sea necesario para salvar el euro”. A pesar de que dichas políticas de fondos de reserva y la impresión de dinero son imprudentes, ha erosionado la posición negociadora de Grecia frente a Europa. Finalmente, erosionando aún más la posición de Grecia está el hecho de que en definitiva, la economía griega es sólo el 1,5 por ciento de la Eurozona.
Políticamente, han surgido temores de que si Grecia incumple con el pago de su deuda y sale del euro, todavía sería un miembro de la Unión Europea y por lo tanto podría vetar las prorrogadas sanciones económicas europeas contra Rusia por sus intervenciones en Crimea y el este de Ucrania. La inferencia tácita es que el fin de las sanciones europeas podría de alguna manera tornar más agresiva a Rusia y conducir a una guerra futura. Una nimiedad. Las sanciones, aunque perjudican económicamente a Rusia, han tenido poco efecto sobre su comportamiento en cualquier lugar.
Los más importante de todo esto es que los acreedores internacionales de Grecia deberían poner fin a los rescates financieros y dejar que la ingrata y arrogante Grecia incumpla su deuda y salga del euro. El principal efecto perjudicial a largo plazo que este trastorno de corto plazo generaría, sería sobre el orgullo europeo de una moneda común que nunca debió haber sido creada en primer lugar. Para el largo plazo, el hecho de cortar las amarras del barco salvavidas griego, dejándolo a la deriva y librado a su suerte, le enseñará a los griegos—y a otros países irresponsables, como España, Portugal e Italia—que cuando usted se comporta irresponsablemente a lo largo de muchos años, un poco de dolor es necesario para obtener un renovado vigor económico.
En cuanto a los Estados Unidos, con una recuperación artificial de la economía impulsada por la impresión de carradas de dinero y una deuda pública de 18 billones de dólares (trillones en inglés) causada por el excesivo gasto en defensa y programas sociales nacionales durante un largo período, la respuesta adecuada al lío griego y de la Eurozona es un humilde silencio y la no intervención y enfocarse en poner a su propia casa fiscal en orden mediante su propio programa de austeridad para sufragar una deuda que crece de manera agobiante.
Traducido por Gabriel Gasave
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