El petróleo está siempre presente en las noticias, especialmente en un año electoral, cuando los políticos temen que los votantes molestos por los altos precios de la gasolina los castiguen. Además, mucha atención se ha centrado en las próximas sanciones económicas a las importaciones de petróleo iraní (que pronto serán impuestas por los europeos) y sobre las instituciones financieras de otros países que realizan transacciones con el banco central de Irán para adquirir petróleo de ese país (que serán impuestas por los Estados Unidos)—en un quijotesco intento por lograr que Irán abandone su programa nuclear. Este programa nuclear proporcionará seguridad y prestigio al radical pero impopular gobierno iraní. Pero el bloqueo del petróleo de Irán del mercado mundial tenderá en teoría a reducir la oferta mundial de petróleo, generando precios del combustible más elevados algo a lo que los políticos temen mucho.
Para sortear este problema electoral y tener su pastel y también comérselo, Obama ha obtenido la confirmación de Arabia Saudita, un enemigo importante de Irán, de que el reino del desierto bombeará más petróleo al mercado mundial para compensar la reducción de las exportaciones de petróleo iraní. Al final, sin embargo, podría tener lugar un aumento en la oferta mundial de petróleo, debido a que los embargos comerciales, especialmente aquellos sobre productos relativamente fungibles como el petróleo, son por lo general coladores, repletos de oportunidades para la evasión. Irán rebajará el precio de su petróleo, haciendo que el producto sea difícil de resistir para las economías sedientas de petróleo del mundo industrializado. Los buques petroleros misteriosamente cambiarán de rumbo mientras se encuentren en el mar. Incluso las prohibiciones sobre las transacciones financieras pueden ser evadidas—por ejemplo, China, el mayor cliente mundial del petróleo iraní, puede utilizar canales para adquirir dicho petróleo que eviten al banco central iraní, proporcionando así un vericueto legal a las instituciones financieras chinas a fin de evitar ser excluidas del sistema bancario de los EE.UU.. El probable exceso en la oferta de petróleo puede tornarse significativo cuando una menor demanda generada por una economía mundial en desaceleración se sume a la acrecentada producción saudí y a los subrepticios suministros iraníes.
Sin embargo, las sanciones severamente plagadas de goteras que no logren perjudicar económicamente, pueden ser una bendición para la administración Obama. Debido al probable aumento en su oferta, el precio del petróleo se mantendrá bajo para las elecciones, mientras Obama retiene el simbolismo de estar “haciendo algo” respecto del programa nuclear de Irán.
En otro ejemplo de un mal manejo por parte de la administración de la política energética, esta ha promocionado la disminución de la dependencia de los EE.UU. del petróleo extranjero debido a la menor demanda generada por el incremento de la eficiencia en el consumo de combustible de los automóviles y por el rápido aumento de la producción estadounidense de petróleo (la producción ha aumentado una cuarta parte en los últimos cuatro años). Y ello es verdad en cierta medida, pero no mucho. Las importaciones netas de petróleo de los EE.UU. se han reducido desde representar un 60% del consumo total en 2005 a poco más del 40% en la actualidad. Sin embargo, el proteccionismo (eufemísticamente llamado “seguridad energética” o “independencia energética”) es tan económicamente ineficiente en materia de la energía como lo es respecto de cualquier otro producto. En un mercado mundial de petróleo, las empresas estadounidenses deberían comprarle al proveedor más barato, sin importar dónde el petróleo sea producido. De hecho, algo de la nueva producción estadounidense podría ser vendida en el exterior.
Sin embargo, a pesar de una demanda estadounidense en declive y el incremento de la producción local, es poco probable que los Estados Unidos se vuelvan independientes en materia de energía en el corto plazo. Aunque este objetivo es una de las pocas cosas respecto de la cual ambos partidos políticos están de acuerdo, es una patraña y ni siquiera es deseable. Nadie les dice jamás a los votantes y consumidores estadounidenses que la independencia energética, incluso si fuese posible, saldría muy cara en virtud de los aumentos de precios inducidos por la ineficiencia. La tecnología ha incrementado la producción de los EE.UU., pero muchas fuentes extranjeras de petróleo siguen siendo más baratas que la perforación local.
Incluso para aquellos políticos incapaces desprenderse de la errónea idea de que el petróleo es un producto básico “estratégico” que llega a los Estados Unidos desde peligrosos u hostiles países del Medio Oriente, el aumento de la producción en Brasil y en las arenas alquitranadas canadienses hará que esta noción quede obsoleta. Contrariamente a la creencia popular, los Estados Unidos actualmente no importan gran parte de su petróleo del Golfo Pérsico y es probable que importen menos en el futuro a medida que suba la producción en los Estados Unidos y el Hemisferio Occidental.
Por lo tanto, teniendo en cuenta estos hechos, el contribuyente y el consumidor estadounidense debe preguntarse por qué los EE.UU. gastan exorbitantes sumas en fuerzas militares para “defender” el petróleo del Golfo Pérsico y se entrometen constantemente en los asuntos de los países del Oriente Medio.
Traducido por Gabriel Gasave
Mal manejo de la política energética
El petróleo está siempre presente en las noticias, especialmente en un año electoral, cuando los políticos temen que los votantes molestos por los altos precios de la gasolina los castiguen. Además, mucha atención se ha centrado en las próximas sanciones económicas a las importaciones de petróleo iraní (que pronto serán impuestas por los europeos) y sobre las instituciones financieras de otros países que realizan transacciones con el banco central de Irán para adquirir petróleo de ese país (que serán impuestas por los Estados Unidos)—en un quijotesco intento por lograr que Irán abandone su programa nuclear. Este programa nuclear proporcionará seguridad y prestigio al radical pero impopular gobierno iraní. Pero el bloqueo del petróleo de Irán del mercado mundial tenderá en teoría a reducir la oferta mundial de petróleo, generando precios del combustible más elevados algo a lo que los políticos temen mucho.
Para sortear este problema electoral y tener su pastel y también comérselo, Obama ha obtenido la confirmación de Arabia Saudita, un enemigo importante de Irán, de que el reino del desierto bombeará más petróleo al mercado mundial para compensar la reducción de las exportaciones de petróleo iraní. Al final, sin embargo, podría tener lugar un aumento en la oferta mundial de petróleo, debido a que los embargos comerciales, especialmente aquellos sobre productos relativamente fungibles como el petróleo, son por lo general coladores, repletos de oportunidades para la evasión. Irán rebajará el precio de su petróleo, haciendo que el producto sea difícil de resistir para las economías sedientas de petróleo del mundo industrializado. Los buques petroleros misteriosamente cambiarán de rumbo mientras se encuentren en el mar. Incluso las prohibiciones sobre las transacciones financieras pueden ser evadidas—por ejemplo, China, el mayor cliente mundial del petróleo iraní, puede utilizar canales para adquirir dicho petróleo que eviten al banco central iraní, proporcionando así un vericueto legal a las instituciones financieras chinas a fin de evitar ser excluidas del sistema bancario de los EE.UU.. El probable exceso en la oferta de petróleo puede tornarse significativo cuando una menor demanda generada por una economía mundial en desaceleración se sume a la acrecentada producción saudí y a los subrepticios suministros iraníes.
Sin embargo, las sanciones severamente plagadas de goteras que no logren perjudicar económicamente, pueden ser una bendición para la administración Obama. Debido al probable aumento en su oferta, el precio del petróleo se mantendrá bajo para las elecciones, mientras Obama retiene el simbolismo de estar “haciendo algo” respecto del programa nuclear de Irán.
En otro ejemplo de un mal manejo por parte de la administración de la política energética, esta ha promocionado la disminución de la dependencia de los EE.UU. del petróleo extranjero debido a la menor demanda generada por el incremento de la eficiencia en el consumo de combustible de los automóviles y por el rápido aumento de la producción estadounidense de petróleo (la producción ha aumentado una cuarta parte en los últimos cuatro años). Y ello es verdad en cierta medida, pero no mucho. Las importaciones netas de petróleo de los EE.UU. se han reducido desde representar un 60% del consumo total en 2005 a poco más del 40% en la actualidad. Sin embargo, el proteccionismo (eufemísticamente llamado “seguridad energética” o “independencia energética”) es tan económicamente ineficiente en materia de la energía como lo es respecto de cualquier otro producto. En un mercado mundial de petróleo, las empresas estadounidenses deberían comprarle al proveedor más barato, sin importar dónde el petróleo sea producido. De hecho, algo de la nueva producción estadounidense podría ser vendida en el exterior.
Sin embargo, a pesar de una demanda estadounidense en declive y el incremento de la producción local, es poco probable que los Estados Unidos se vuelvan independientes en materia de energía en el corto plazo. Aunque este objetivo es una de las pocas cosas respecto de la cual ambos partidos políticos están de acuerdo, es una patraña y ni siquiera es deseable. Nadie les dice jamás a los votantes y consumidores estadounidenses que la independencia energética, incluso si fuese posible, saldría muy cara en virtud de los aumentos de precios inducidos por la ineficiencia. La tecnología ha incrementado la producción de los EE.UU., pero muchas fuentes extranjeras de petróleo siguen siendo más baratas que la perforación local.
Incluso para aquellos políticos incapaces desprenderse de la errónea idea de que el petróleo es un producto básico “estratégico” que llega a los Estados Unidos desde peligrosos u hostiles países del Medio Oriente, el aumento de la producción en Brasil y en las arenas alquitranadas canadienses hará que esta noción quede obsoleta. Contrariamente a la creencia popular, los Estados Unidos actualmente no importan gran parte de su petróleo del Golfo Pérsico y es probable que importen menos en el futuro a medida que suba la producción en los Estados Unidos y el Hemisferio Occidental.
Por lo tanto, teniendo en cuenta estos hechos, el contribuyente y el consumidor estadounidense debe preguntarse por qué los EE.UU. gastan exorbitantes sumas en fuerzas militares para “defender” el petróleo del Golfo Pérsico y se entrometen constantemente en los asuntos de los países del Oriente Medio.
Traducido por Gabriel Gasave
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