Buenos Aires—La intención del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba era, se nos había hecho creer, rejuvenecer y modernizar las estructuras del Estado…..razón por la cual el Buró Político de quince miembros que acaban de “elegir” está dominado por septuagenarios y octogenarios que llevan rejuveneciendo y modernizando a Cuba desde hace cincuenta y dos años.
El verdadero propósito era mantener la forma en que se asigna el poder. Los hermanos Castro están dispuestos, astutos estrategas que son, a efectuar concesiones en muchas áreas. Pero no en la cuestión definitiva: el monopolio del poder.
Basta observar al Buró Político para advertir que Cuba ya no es una dictadura ideológica sino puramente militar. Raúl Castro, que ahora sucede a su hermano como Primer Secretario, ha sido tradicionalmente el jefe de las fuerzas armadas. La pequeña camarilla de la vieja guardia “elegida” para servir en el Politburó ha demostrado su servil lealtad durante décadas de colaboración con él en el ejército. El “Segundo Secretario”, José Machado Ventura así como Ramiro Valdés, Abelardo Colomé Ibarra y compañía tienen la misión de evitar fracturas en los cuarteles, no de forjar al “hombre nuevo” socialista.
El hecho de que todos estos hombres llamados a inyectar nueva vida en el sistema sean revolucionarios de la primer ahora no es el aspecto más farsesco del VI Congreso. Lo es más bien la afirmación de Castro, durante su cháchara de dos horas y media, de que “el país carece de una reserva de sustitutos bien preparados”, lo que significa que él y su camarilla se sacrificarán un poco más antes de que puedan ceder el poder a una nueva generación. ¿Y cuánto tiempo, cabe preguntarse, transcurrirá para que a una generación bien preparada se le permita surgir? Diez años, según Castro, que parecía hablar en serio cuando propuso que a partir de ahora los líderes del partido sólo sirvan dos mandatos de cinco años. Esto debería darle el tiempo suficiente para hacer una nueva propuesta, justo antes de cumplir 90 años en 2021, a fin de prolongar el gobierno de su vieja guardia un poquito más.
En lo que no se equivoca es en la falta de preparación. La razón de que no haya nuevas generaciones en el partido, claro, es el hábito de los hermanos Castro de aplicar la guillotina política a las figuras más jóvenes. Carlos Lage, el ex secretario del Consejo de Ministros, y Felipe Pérez Roque, el ex Ministro de Relaciones Exteriores, dos “apparatchiks” que parecían, hasta hace pocos años, puntas de lanza de un liderazgo emergente, fueron purgados tan pronto asomaron sus cabezas. ¿Cómo podía prepararse a una nueva generación cuando los Castro dejaron transcurrir catorce años entre el V y el VI Congreso?
Raúl Castro, más admirador de la vía china que su hermano, ha puesto en marcha lo que denomina “la actualización del modelo socialista”. Pretende que la iniciativa privada absorba al 50 por ciento de los trabajadores de la isla como parte de un plan para eliminar medio millón de empleos ahora, y otro medio millón más adelante. Las empresas estatales podrán gozar de más “autonomía” y los gobiernos locales controlarán una mayor parte de sus presupuestos. Se permitirá el trabajo por cuenta propia en un total de 178 actividades.
El objetivo es aumentar la capacidad productiva de la isla para mantener a la burocracia política. En su estado actual, y con los subsidios que envía Venezuela a la isla bajo constante amenaza debido al apocalipsis que vive ese país, Cuba corre el riesgo de agitaciones sociales y políticas. Ha habido síntomas de ello en los últimos años al ganar algunos grupos oposotores cierta notoriedad (y pagar un alto precio por ello).
Pero las reformas de Castro son insuficientes para que tenga lugar un salto económico importante. Rigoberto Díaz, un corresponsal en La Habana, entrevistó recientemente a un número de cubanos que ha tratado de iniciar negocios bajo las nuevas reglas. El caso de Elia Pastrana, quien renunció a su empleo gubernamental, es dueña de un puesto de comida rápida y emplea a una persona en la localidad de Artemisa, unos cuarenta kilómetros al sur de La Habana, es típico. Ha decidido cerrar su negocio porque el costo de la licencia, los impuestos a la renta, las cargas laborales y la seguridad social no le permiten mantenerlo.
La presencia de Fidel Castro durante el VI Congreso debería bastar para acabar con las constantes conjeturas sobre cuánto quiere Raúl apartarse de la ortodoxia de su hermano. Fidel lo dijo todo cuando resumió el propósito del VI Congreso: “Preservar el socialismo”. Ambos Castro están totalmente de acuerdo en eso.
(c) 2011, The Washington Post Writers Group
Actualización cubana
Buenos Aires—La intención del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba era, se nos había hecho creer, rejuvenecer y modernizar las estructuras del Estado…..razón por la cual el Buró Político de quince miembros que acaban de “elegir” está dominado por septuagenarios y octogenarios que llevan rejuveneciendo y modernizando a Cuba desde hace cincuenta y dos años.
El verdadero propósito era mantener la forma en que se asigna el poder. Los hermanos Castro están dispuestos, astutos estrategas que son, a efectuar concesiones en muchas áreas. Pero no en la cuestión definitiva: el monopolio del poder.
Basta observar al Buró Político para advertir que Cuba ya no es una dictadura ideológica sino puramente militar. Raúl Castro, que ahora sucede a su hermano como Primer Secretario, ha sido tradicionalmente el jefe de las fuerzas armadas. La pequeña camarilla de la vieja guardia “elegida” para servir en el Politburó ha demostrado su servil lealtad durante décadas de colaboración con él en el ejército. El “Segundo Secretario”, José Machado Ventura así como Ramiro Valdés, Abelardo Colomé Ibarra y compañía tienen la misión de evitar fracturas en los cuarteles, no de forjar al “hombre nuevo” socialista.
El hecho de que todos estos hombres llamados a inyectar nueva vida en el sistema sean revolucionarios de la primer ahora no es el aspecto más farsesco del VI Congreso. Lo es más bien la afirmación de Castro, durante su cháchara de dos horas y media, de que “el país carece de una reserva de sustitutos bien preparados”, lo que significa que él y su camarilla se sacrificarán un poco más antes de que puedan ceder el poder a una nueva generación. ¿Y cuánto tiempo, cabe preguntarse, transcurrirá para que a una generación bien preparada se le permita surgir? Diez años, según Castro, que parecía hablar en serio cuando propuso que a partir de ahora los líderes del partido sólo sirvan dos mandatos de cinco años. Esto debería darle el tiempo suficiente para hacer una nueva propuesta, justo antes de cumplir 90 años en 2021, a fin de prolongar el gobierno de su vieja guardia un poquito más.
En lo que no se equivoca es en la falta de preparación. La razón de que no haya nuevas generaciones en el partido, claro, es el hábito de los hermanos Castro de aplicar la guillotina política a las figuras más jóvenes. Carlos Lage, el ex secretario del Consejo de Ministros, y Felipe Pérez Roque, el ex Ministro de Relaciones Exteriores, dos “apparatchiks” que parecían, hasta hace pocos años, puntas de lanza de un liderazgo emergente, fueron purgados tan pronto asomaron sus cabezas. ¿Cómo podía prepararse a una nueva generación cuando los Castro dejaron transcurrir catorce años entre el V y el VI Congreso?
Raúl Castro, más admirador de la vía china que su hermano, ha puesto en marcha lo que denomina “la actualización del modelo socialista”. Pretende que la iniciativa privada absorba al 50 por ciento de los trabajadores de la isla como parte de un plan para eliminar medio millón de empleos ahora, y otro medio millón más adelante. Las empresas estatales podrán gozar de más “autonomía” y los gobiernos locales controlarán una mayor parte de sus presupuestos. Se permitirá el trabajo por cuenta propia en un total de 178 actividades.
El objetivo es aumentar la capacidad productiva de la isla para mantener a la burocracia política. En su estado actual, y con los subsidios que envía Venezuela a la isla bajo constante amenaza debido al apocalipsis que vive ese país, Cuba corre el riesgo de agitaciones sociales y políticas. Ha habido síntomas de ello en los últimos años al ganar algunos grupos oposotores cierta notoriedad (y pagar un alto precio por ello).
Pero las reformas de Castro son insuficientes para que tenga lugar un salto económico importante. Rigoberto Díaz, un corresponsal en La Habana, entrevistó recientemente a un número de cubanos que ha tratado de iniciar negocios bajo las nuevas reglas. El caso de Elia Pastrana, quien renunció a su empleo gubernamental, es dueña de un puesto de comida rápida y emplea a una persona en la localidad de Artemisa, unos cuarenta kilómetros al sur de La Habana, es típico. Ha decidido cerrar su negocio porque el costo de la licencia, los impuestos a la renta, las cargas laborales y la seguridad social no le permiten mantenerlo.
La presencia de Fidel Castro durante el VI Congreso debería bastar para acabar con las constantes conjeturas sobre cuánto quiere Raúl apartarse de la ortodoxia de su hermano. Fidel lo dijo todo cuando resumió el propósito del VI Congreso: “Preservar el socialismo”. Ambos Castro están totalmente de acuerdo en eso.
(c) 2011, The Washington Post Writers Group
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