El Servicio Postal de los Estados Unidos (USPS según su sigla en inglés), se encuentra profundamente en rojo. Proyectando un déficit de 238 mil millones de dólares durante la próxima década, sus directores proponen dos soluciones: dejar de entregar correspondencia los días sábado e incrementar los precios de las estampillas un tres por ciento este año y un diez por ciento el próximo. Según la Comisión de Tarifas Postales, los ahorros originados en operar tan sólo cinco días a la semana y los ingresos adicionales previstos por el aumento en las tasas permitirán, por fin, que el USPS alcance la estabilidad financiera y detener la hemorragia de fondos de los contribuyentes.
Pero elevar el precio de las estampillas de primera clase una vez más y restringir el servicio de correo electrónico a los días de semana solamente acelerará la tendencia a alejarse del fallido modelo de negocios del USPS.
¿Por qué? Bien, para empezar, el correo de primera clase está siendo constantemente desplazado por el correo electrónico a medida que los individuos y las empresas mudan sus comunicaciones a Internet. En consecuencia, el servicio prestado por el USPS se está limitando paulatinamente al denominado correo estándar, tal como el envió de revistas, periódicos, catálogos y folletos comerciales. La entrega de dicho “correo al por mayor” es mucho menos rentable, en promedio, que la de la correspondencia. Mientras tanto, el monopolio del correo de primera clase del USPS también ha perdido terreno frente a UPS, FedEx y otras empresas del sector privado con fines de lucro.
Otra importante contribución a los problemas financieros del USPS son las obligaciones futuras que ha asumido bajo la forma de las generosas pensiones prometidas a los jubilados del servicio postal. Pero los costos contingentes de las pensiones afectan también a los balances de las empresas privadas.
En primer lugar, no obstante, el USPS rutinariamente pierde dinero porque es una empresa pública, en vez de una de propiedad privada con accionistas que presten atención los problemas de fondo. Por ende, sólo posee débiles incentivos para controlar los costos y atender bien a sus clientes.
Tarifas más altas y menos días de entrega sólo servirán para exacerbar estos problemas, pero una solución se encuentra sin dudas disponible: la privatización de la recolección y entrega del correo de primera clase del USPS. Este cambio de régimen ha sido bastante exitoso en Alemania y ha sido recomendado para Canadá.
En un estudio de noviembre de 2009 publicado por el Frontier Centre for Public Policy de Canadá que analiza los efectos de la liberalización del correo alemán, la cual se inició en 2000, el autor Adrian Vannahme halló que las tarifas postales se redujeron sustancialmente (en más del 16 por ciento), los niveles del servicio mejoraron y el total de empleo incluso aumentó. Fueron creados empleos por un servicio postal alemán liberalizado debido a que se volvió mucho más competitivo a nivel internacional y de ese modo comenzó a penetrar mercados en otras naciones que también habían eliminado sus monopolios postales gubernamentales.
Una de las principales inquietudes de quienes se oponen a la liberalización es que los repartidores privados y con fines de lucro de correo evitarán a los clientes situados en zonas remotas. Sin embargo, como lo sugiere el modelo alemán, una compañía de correo privado que se presenta a una licitación por el derecho de atender a la Ciudad de Nueva York también atenderá a clientes en, digamos, Kiln, Mississippi (la ciudad natal de Brett Favre) siempre que los ingresos postales sean superiores al promedio de sus costos globales. (Tales subsidios cruzados en un mercado son comunes hoy en día: el precio de la estampilla en una carta a su vecino inmediato es el mismo que el de la carta dirigida a alguien a 3.000 millas de distancia.)
El objeto de introducir competencia no es el de negarle el servicio postal a cliente alguno. Se trata en cambio de garantizar que los servicios postales sean ofrecidos de manera rentable.
Si no fuese por la garantía implícita, al estilo de Fannie Mae y Freddie Mac, de que los contribuyentes asumirán sus pérdidas, hace mucho tiempo que el USPS se habría declarado en quiebra.
El meollo de la cuestión es que la recolección y entrega del correo no son funciones en las que el sector público tenga—o debiera esperarse que tenga—una ventaja comparativa con respecto a la empresa privada. La experiencia del correo alemán demuestra que el de la liberalización del USPS es un escenario beneficioso para todos.
Traducido por Gabriel Gasave
Es tiempo (pasado) de liberar al Servicio Postal de los EE.UU.
El Servicio Postal de los Estados Unidos (USPS según su sigla en inglés), se encuentra profundamente en rojo. Proyectando un déficit de 238 mil millones de dólares durante la próxima década, sus directores proponen dos soluciones: dejar de entregar correspondencia los días sábado e incrementar los precios de las estampillas un tres por ciento este año y un diez por ciento el próximo. Según la Comisión de Tarifas Postales, los ahorros originados en operar tan sólo cinco días a la semana y los ingresos adicionales previstos por el aumento en las tasas permitirán, por fin, que el USPS alcance la estabilidad financiera y detener la hemorragia de fondos de los contribuyentes.
Pero elevar el precio de las estampillas de primera clase una vez más y restringir el servicio de correo electrónico a los días de semana solamente acelerará la tendencia a alejarse del fallido modelo de negocios del USPS.
¿Por qué? Bien, para empezar, el correo de primera clase está siendo constantemente desplazado por el correo electrónico a medida que los individuos y las empresas mudan sus comunicaciones a Internet. En consecuencia, el servicio prestado por el USPS se está limitando paulatinamente al denominado correo estándar, tal como el envió de revistas, periódicos, catálogos y folletos comerciales. La entrega de dicho “correo al por mayor” es mucho menos rentable, en promedio, que la de la correspondencia. Mientras tanto, el monopolio del correo de primera clase del USPS también ha perdido terreno frente a UPS, FedEx y otras empresas del sector privado con fines de lucro.
Otra importante contribución a los problemas financieros del USPS son las obligaciones futuras que ha asumido bajo la forma de las generosas pensiones prometidas a los jubilados del servicio postal. Pero los costos contingentes de las pensiones afectan también a los balances de las empresas privadas.
En primer lugar, no obstante, el USPS rutinariamente pierde dinero porque es una empresa pública, en vez de una de propiedad privada con accionistas que presten atención los problemas de fondo. Por ende, sólo posee débiles incentivos para controlar los costos y atender bien a sus clientes.
Tarifas más altas y menos días de entrega sólo servirán para exacerbar estos problemas, pero una solución se encuentra sin dudas disponible: la privatización de la recolección y entrega del correo de primera clase del USPS. Este cambio de régimen ha sido bastante exitoso en Alemania y ha sido recomendado para Canadá.
En un estudio de noviembre de 2009 publicado por el Frontier Centre for Public Policy de Canadá que analiza los efectos de la liberalización del correo alemán, la cual se inició en 2000, el autor Adrian Vannahme halló que las tarifas postales se redujeron sustancialmente (en más del 16 por ciento), los niveles del servicio mejoraron y el total de empleo incluso aumentó. Fueron creados empleos por un servicio postal alemán liberalizado debido a que se volvió mucho más competitivo a nivel internacional y de ese modo comenzó a penetrar mercados en otras naciones que también habían eliminado sus monopolios postales gubernamentales.
Una de las principales inquietudes de quienes se oponen a la liberalización es que los repartidores privados y con fines de lucro de correo evitarán a los clientes situados en zonas remotas. Sin embargo, como lo sugiere el modelo alemán, una compañía de correo privado que se presenta a una licitación por el derecho de atender a la Ciudad de Nueva York también atenderá a clientes en, digamos, Kiln, Mississippi (la ciudad natal de Brett Favre) siempre que los ingresos postales sean superiores al promedio de sus costos globales. (Tales subsidios cruzados en un mercado son comunes hoy en día: el precio de la estampilla en una carta a su vecino inmediato es el mismo que el de la carta dirigida a alguien a 3.000 millas de distancia.)
El objeto de introducir competencia no es el de negarle el servicio postal a cliente alguno. Se trata en cambio de garantizar que los servicios postales sean ofrecidos de manera rentable.
Si no fuese por la garantía implícita, al estilo de Fannie Mae y Freddie Mac, de que los contribuyentes asumirán sus pérdidas, hace mucho tiempo que el USPS se habría declarado en quiebra.
El meollo de la cuestión es que la recolección y entrega del correo no son funciones en las que el sector público tenga—o debiera esperarse que tenga—una ventaja comparativa con respecto a la empresa privada. La experiencia del correo alemán demuestra que el de la liberalización del USPS es un escenario beneficioso para todos.
Traducido por Gabriel Gasave
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