El presidente Obama removió todos los impedimentos para asegurarse la aprobación por parte del Senado de su postulación de Ben S. Bernanke para un segundo mandato de cuatro años como presidente de la Reserva Federal. Ahora que el presidente parece contar con los votos suficientes a favor de su candidato, la noticia de otra “Compra de Louisiana” podría acaparar pronto los titulares.
El Sr. Bernanke se ha convertido en una suerte de pararrayos para los críticos de izquierdas, que consideran que su respuesta a la crisis financiera que provocó la recesión ha sido demasiado tímida, y para los de derechas, que sostienen que la Fed ha sido sumamente agresiva y será incapaz de terminar con su política de dinero fácil e intervenciones sin precedentes en los mercados financieros, sin graves consecuencias económicas.
Si algo ha demostrado el Sr. Bernanke es ser un burócrata consumado, que en los últimos meses pasó la mayor parte de su tiempo cabildeando a favor de importantes ampliaciones de las facultades reguladoras de la Fed, que de ser concedidas, la llevarían mucho más allá de los propósitos para los que fue creada en 1913.
Como ex profesor de la Princeton University que estableció su reputación académica mediante la publicación de trabajos académicos profesionalmente respetados sobre las causas de la Gran Depresión, el Sr. Bernanke podría haber sido un mejor administrador de la política monetaria. Sus investigaciones complementan la monumental obra “Monetary History of the United States” (“Historia monetaria de los Estados Unidos”) de Milton Friedman y Anna J. Schwartz al demostrar que las quiebras bancarias generalizadas que siguieron a la “gran contracción” de la oferta monetaria de la Fed en 1928, hicieron que los mercados de crédito colapsaran a medida que los clientes de los bancos quebrados hallaban casi imposible obtener préstamos de las instituciones sobrevivientes, las que lógicamente se mostraban renuentes a prestar dinero a personas que no conocían.
La política de dinero fácil de la Fed a mediados de la década de 1920 alimentó la galopante especulación inmobiliaria y bursátil—y su cambio de curso posterior provocó por supuesto que la economía se contrajese fuertemente, ayudando a desencadenar la Gran Depresión.
¿Suena familiar?
Sin embargo, el Sr. Bernanke niega que la política monetaria tuviese algo que ver con la generación de la reciente burbuja inmobiliaria o que la política de su predecesor de refrenar la “exuberancia irracional” al aumentar las tasas de interés finalmente la hizo estallar. En su lugar, culpa a los banqueros irresponsables y a las laxas regulaciones bancarias. Desea transformar a la Fed en una especie de super-regulador con la responsabilidad de eliminar las fuentes del riesgo sistémico que amenazan la estabilidad del sistema financiero, dondequiera que surjan amenazantes, ya sea de los bancos comerciales, los prestamistas hipotecarios, los “hedge funds”, las compañías de seguros o los corredores de bolsa.
En dos valiosos libros publicados a comienzos de esta década, “Reflections on the Great Depression” (“Reflexiones sobre la Gran Depresión”) y “The Economics of the Great Depression” (“La Economía de la Gran Depresión”) Randall E. Parker de la East Carolina University reúne la transcripción de las entrevistas que realizó con docenas de economistas a los que les pidió su opinión profesional sobre los orígenes de la Gran Depresión y las lecciones que uno debería aprender de ella. Mientras uno pensaría que las entrevistas producirían el doble de opiniones que el número de economistas con los que el Sr. Parker conversó—y ciertamente fueron reveladas marcadas diferencias—hubo un acuerdo unánime sobre un punto: La Fed no debería ser un árbitro de los precios de las acciones ni del valor de los inmuebles.
La política monetaria puede ser enigmática para la mayoría de los estadounidenses, incluidos los políticos. Pero no sería algo completamente descabellado interpretar a las acciones de la Fed bajo la conducción de Bernanke como designadas para enriquecer a Wall Street, incluida la cuna de los secretarios del Tesoro, Goldman Sachs.
Los Estados Unidos necesitan un presidente de la Fed que termine con su influencia desestabilizadora en el mal manejo del dinero de la nación y evitar así los ciclos de auge y caída. El Sr. Bernanke ha demostrado su incapacidad para cumplir con esa tarea.
Traducido por Gabriel Gasave
Bernanke el agonista
El presidente Obama removió todos los impedimentos para asegurarse la aprobación por parte del Senado de su postulación de Ben S. Bernanke para un segundo mandato de cuatro años como presidente de la Reserva Federal. Ahora que el presidente parece contar con los votos suficientes a favor de su candidato, la noticia de otra “Compra de Louisiana” podría acaparar pronto los titulares.
El Sr. Bernanke se ha convertido en una suerte de pararrayos para los críticos de izquierdas, que consideran que su respuesta a la crisis financiera que provocó la recesión ha sido demasiado tímida, y para los de derechas, que sostienen que la Fed ha sido sumamente agresiva y será incapaz de terminar con su política de dinero fácil e intervenciones sin precedentes en los mercados financieros, sin graves consecuencias económicas.
Si algo ha demostrado el Sr. Bernanke es ser un burócrata consumado, que en los últimos meses pasó la mayor parte de su tiempo cabildeando a favor de importantes ampliaciones de las facultades reguladoras de la Fed, que de ser concedidas, la llevarían mucho más allá de los propósitos para los que fue creada en 1913.
Como ex profesor de la Princeton University que estableció su reputación académica mediante la publicación de trabajos académicos profesionalmente respetados sobre las causas de la Gran Depresión, el Sr. Bernanke podría haber sido un mejor administrador de la política monetaria. Sus investigaciones complementan la monumental obra “Monetary History of the United States” (“Historia monetaria de los Estados Unidos”) de Milton Friedman y Anna J. Schwartz al demostrar que las quiebras bancarias generalizadas que siguieron a la “gran contracción” de la oferta monetaria de la Fed en 1928, hicieron que los mercados de crédito colapsaran a medida que los clientes de los bancos quebrados hallaban casi imposible obtener préstamos de las instituciones sobrevivientes, las que lógicamente se mostraban renuentes a prestar dinero a personas que no conocían.
La política de dinero fácil de la Fed a mediados de la década de 1920 alimentó la galopante especulación inmobiliaria y bursátil—y su cambio de curso posterior provocó por supuesto que la economía se contrajese fuertemente, ayudando a desencadenar la Gran Depresión.
¿Suena familiar?
Sin embargo, el Sr. Bernanke niega que la política monetaria tuviese algo que ver con la generación de la reciente burbuja inmobiliaria o que la política de su predecesor de refrenar la “exuberancia irracional” al aumentar las tasas de interés finalmente la hizo estallar. En su lugar, culpa a los banqueros irresponsables y a las laxas regulaciones bancarias. Desea transformar a la Fed en una especie de super-regulador con la responsabilidad de eliminar las fuentes del riesgo sistémico que amenazan la estabilidad del sistema financiero, dondequiera que surjan amenazantes, ya sea de los bancos comerciales, los prestamistas hipotecarios, los “hedge funds”, las compañías de seguros o los corredores de bolsa.
En dos valiosos libros publicados a comienzos de esta década, “Reflections on the Great Depression” (“Reflexiones sobre la Gran Depresión”) y “The Economics of the Great Depression” (“La Economía de la Gran Depresión”) Randall E. Parker de la East Carolina University reúne la transcripción de las entrevistas que realizó con docenas de economistas a los que les pidió su opinión profesional sobre los orígenes de la Gran Depresión y las lecciones que uno debería aprender de ella. Mientras uno pensaría que las entrevistas producirían el doble de opiniones que el número de economistas con los que el Sr. Parker conversó—y ciertamente fueron reveladas marcadas diferencias—hubo un acuerdo unánime sobre un punto: La Fed no debería ser un árbitro de los precios de las acciones ni del valor de los inmuebles.
La política monetaria puede ser enigmática para la mayoría de los estadounidenses, incluidos los políticos. Pero no sería algo completamente descabellado interpretar a las acciones de la Fed bajo la conducción de Bernanke como designadas para enriquecer a Wall Street, incluida la cuna de los secretarios del Tesoro, Goldman Sachs.
Los Estados Unidos necesitan un presidente de la Fed que termine con su influencia desestabilizadora en el mal manejo del dinero de la nación y evitar así los ciclos de auge y caída. El Sr. Bernanke ha demostrado su incapacidad para cumplir con esa tarea.
Traducido por Gabriel Gasave
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