A menos que el crecimiento del empleo privado se restablezca pronto, los Estados Unidos corren el riesgo de caer en la misma prolongada esclerosis económica que ha asolado durante décadas a los Estados de Bienestar de Europa occidental.
Grandes, frecuentes y perturbadores cambios en las políticas gubernamentales ya han hecho que la planificación privada, especialmente la inversión a largo plazo, sea demasiado arriesgada como para que muchos inversores privados la afronten. Los resultados han sido devastadores.
Consciente de que tanto el público como los políticos ponen demasiado énfasis en los “puestos de trabajo”, he estado revisando los datos sobre el empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS por su sigla en inglés). En este punto, casi todo el mundo sabe que la tasa oficial de desempleo ha aumentado considerablemente desde 2007 y últimamente se ha atascado en alrededor del 10%.
El empleo no agrícola total alcanzó su máximo en 2007 con 137.600.000 trabajadores, cayó ligeramente en 2008 y luego se desplomó en 2009 hasta los 132 millones, con una pérdida de 5.600.000 puestos de trabajo en dos años. En 2009, el empleo total era aproximadamente igual a su nivel en 2001, aunque la fuerza laboral había crecido considerablemente en el ínterin, convirtiendo al período 2000-2009 en la segunda “década perdida” de los Estados Unidos (siendo la primera la década de 1930 durante la Gran Depresión).
El abrupto descenso en el empleo no agrícola, que normalmente aumenta cada año junto con la fuerza laboral, ha sido bastante malo. Pero cuando se examinan los componentes del empleo agregado, se descubre una novedad aún peor.
Hallamos que la pérdida de empleo se ha producido en su totalidad en el sector privado, donde el empleo cayó de 115.400.000 de trabajadores en 2007 a 109.500.000 en 2009, un descenso que hizo retornar al empleo privado a su nivel de finales de la década de 1990.
Mientras el empleo privado estaba colapsando, las nóminas salariales del gobierno han venido aumentando, trepando ligeramente de 22,2 millones en 2007 a 22,5 millones en 2009, un aumento de aproximadamente 1,7 millones por encima del nivel de 2000.
Los datos mensuales para 2009 muestran descarnadamente esta diferencia. De diciembre de 2008 a diciembre de 2009, el empleo total se redujo de 135,1 millones de personas a 130,9 millones, mientras que el empleo público se mantuvo prácticamente constante en 22,5 millones de trabajadores.
Mientras que los contribuyentes (y los ex contribuyentes ahora desocupados) estaban sin dudas esperando que Washington se concentrase en el crecimiento económico, gran parte del gasto de “estimulo” de la administración Obama estuvo dirigido a asegurar que los trabajadores de los gobiernos estatales y locales no perdiesen sus empleos, a la vez que el normal proceso de asignación de fondos ha venido aumentando el gasto para prácticamente todos los departamentos y agencias gubernamentales.
Esta situación guarda una escalofriante semejanza con la situación laboral durante la Gran Depresión, cuando las horas trabajadas en el sector privado no agrícolas cayeron en picada desde 1929 hasta 1932 y no volvieron a los niveles de 1929 sino hasta 1941, mientras millones se sumaban a las nóminas salariales del gobierno durante el New Deal. En ambos casos, la posibilidad de que el empleo público elimine al empleo privado, en vez de estimularlo, no debería ser descartada.
A los keynesianos les agrada suponer que cada vez que el gobierno realiza nuevos gastos para aumentar las filas de sus empleados un efecto multiplicador tendrá lugar, haciendo que la actividad económica y el empleo privado sigan el mismo curso ascendente.
Los datos sobre el empleo cuentan una historia diferente.
Traducido por Gabriel Gasave
Los desvanecidos empleos del sector privado
A menos que el crecimiento del empleo privado se restablezca pronto, los Estados Unidos corren el riesgo de caer en la misma prolongada esclerosis económica que ha asolado durante décadas a los Estados de Bienestar de Europa occidental.
Grandes, frecuentes y perturbadores cambios en las políticas gubernamentales ya han hecho que la planificación privada, especialmente la inversión a largo plazo, sea demasiado arriesgada como para que muchos inversores privados la afronten. Los resultados han sido devastadores.
Consciente de que tanto el público como los políticos ponen demasiado énfasis en los “puestos de trabajo”, he estado revisando los datos sobre el empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS por su sigla en inglés). En este punto, casi todo el mundo sabe que la tasa oficial de desempleo ha aumentado considerablemente desde 2007 y últimamente se ha atascado en alrededor del 10%.
El empleo no agrícola total alcanzó su máximo en 2007 con 137.600.000 trabajadores, cayó ligeramente en 2008 y luego se desplomó en 2009 hasta los 132 millones, con una pérdida de 5.600.000 puestos de trabajo en dos años. En 2009, el empleo total era aproximadamente igual a su nivel en 2001, aunque la fuerza laboral había crecido considerablemente en el ínterin, convirtiendo al período 2000-2009 en la segunda “década perdida” de los Estados Unidos (siendo la primera la década de 1930 durante la Gran Depresión).
El abrupto descenso en el empleo no agrícola, que normalmente aumenta cada año junto con la fuerza laboral, ha sido bastante malo. Pero cuando se examinan los componentes del empleo agregado, se descubre una novedad aún peor.
Hallamos que la pérdida de empleo se ha producido en su totalidad en el sector privado, donde el empleo cayó de 115.400.000 de trabajadores en 2007 a 109.500.000 en 2009, un descenso que hizo retornar al empleo privado a su nivel de finales de la década de 1990.
Mientras el empleo privado estaba colapsando, las nóminas salariales del gobierno han venido aumentando, trepando ligeramente de 22,2 millones en 2007 a 22,5 millones en 2009, un aumento de aproximadamente 1,7 millones por encima del nivel de 2000.
Los datos mensuales para 2009 muestran descarnadamente esta diferencia. De diciembre de 2008 a diciembre de 2009, el empleo total se redujo de 135,1 millones de personas a 130,9 millones, mientras que el empleo público se mantuvo prácticamente constante en 22,5 millones de trabajadores.
Mientras que los contribuyentes (y los ex contribuyentes ahora desocupados) estaban sin dudas esperando que Washington se concentrase en el crecimiento económico, gran parte del gasto de “estimulo” de la administración Obama estuvo dirigido a asegurar que los trabajadores de los gobiernos estatales y locales no perdiesen sus empleos, a la vez que el normal proceso de asignación de fondos ha venido aumentando el gasto para prácticamente todos los departamentos y agencias gubernamentales.
Esta situación guarda una escalofriante semejanza con la situación laboral durante la Gran Depresión, cuando las horas trabajadas en el sector privado no agrícolas cayeron en picada desde 1929 hasta 1932 y no volvieron a los niveles de 1929 sino hasta 1941, mientras millones se sumaban a las nóminas salariales del gobierno durante el New Deal. En ambos casos, la posibilidad de que el empleo público elimine al empleo privado, en vez de estimularlo, no debería ser descartada.
A los keynesianos les agrada suponer que cada vez que el gobierno realiza nuevos gastos para aumentar las filas de sus empleados un efecto multiplicador tendrá lugar, haciendo que la actividad económica y el empleo privado sigan el mismo curso ascendente.
Los datos sobre el empleo cuentan una historia diferente.
Traducido por Gabriel Gasave
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