El rol del gobierno en los Estados Unidos y otras democracias occidentales se ha expandido de manera dramática durante el siglo pasado. Comparado con sus funciones previas al siglo veinte, el gobierno ha asumido nuevos y vastos roles, incluidas las pensiones a la vejez, el cuidado de la salud gubernamentalmente proporcionado y un cúmulo de otros programas que típicamente hacen al moderno estado benefactor.
¿Qué diría Adam Smith, el filosofo moral escocés del siglo dieciocho, acerca del expandido rol de nuestro gobierno moderno? Para Smith, las funciones ideales del gobierno eran pocas y bien definidas. En su obra clásica, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, escrita en 1776, Smith delineó tres importantes funciones gubernamentales: la defensa nacional, la administración de justicia (ley y orden) y la provisión de ciertos bienes públicos (Ej.: infraestructura de transporte y educación básica y aplicada). Claramente, el gobierno ha crecido más allá de los límites de estos simples deberes.
Algunos sostendrán que el gobierno se ha expandido debido a una necesidad, que la sociedad moderna requiere de la redistribución de la riqueza para la estabilidad y la reglamentación para constreñir los excesos de un mercado sin restricciones. Muchos consideran que no resulta realista que en el siglo veintiuno el gobierno se adhiera a los roles limitados imaginados por Smith. Tenemos nuestras dudas acerca de estos argumentos. No obstante, planteamos un interrogante distinto pero relacionado: sí Smith está en lo correcto respecto de que la defensa nacional, la administración de justicia y los bienes públicos resultan esenciales para una sociedad libre y próspera, ¿podrían los roles expandidos del gobierno abandonar un día sus funciones tradicionales y esenciales en detrimento de esa sociedad?
Cuando examinamos la evidencia sobre esta cuestión, los hallazgos resultan impactantes. Primero categorizamos a los gastos del gobierno nacional según sí Smith los habría apoyado o no. Bajo la categoría de los que son apoyados por Smith, incluimos a los gastos en defensa nacional, administración de justicia, transporte y educación. Consideramos como gastos sociales a los de la Seguridad Social, el Medicare, la salud, la seguridad del ingreso y los servicios labores y sociales más allá de los límites de lo que Smith apoyaría. Luego, examinamos las tendencias en estos gastos.
He aquí algunos de nuestros descubrimientos:
- En 1962, los gastos defendidos por Smith representaban el 54,4 por ciento del presupuesto de los EE.UU.. Sin embargo, para 2005, este porcentaje había caído al 27,6 por ciento, y la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO es su sigla en inglés) proyecta que este porcentaje caiga al 22,0 por ciento para 2011.
- La tendencia para la categoría del gasto social corre en la dirección opuesta. En 1962, los gastos sociales representaban tan solo el 23,4 por ciento del presupuesto estadounidense, pero para 2005, representaban el 58,1 por ciento y se espera que representen el 63,3 por ciento del presupuesto para 2011.
- Cuando examinamos los gastos de los gobiernos estaduales y locales, encontramos las mismas tendencias, a pesar de que son menos pronunciadas que las de sus contrapartes federales. Las tendencias no evidencian signo alguno de revertirse en ninguno de los niveles de gobierno.
Nuestro análisis muestra que el gasto social está reemplazando rápidamente a los gastos en las funciones gubernamentales tradicionales defendidas por Smith. Como resultado de ello, los gobiernos se encontrarán que es crecientemente dificultoso suministrar y mantener los servicios tradicionales sin significativos incrementos tributarios o mayores déficits.
Estas observaciones no son algo oculto y al alcance de tan solo los expertos en materia presupuestaria federal. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) documenta que el monto y composición del gasto federal se ha “modificado dramáticamente” y que gran parte de ese crecimiento ha tenido lugar en tres programas: Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Estos programas representan actualmente el 42 por ciento de los gastos federales. En total, los programas obligatorios representan ahora más de la mitad del gasto federal. La CBO destaca que los gastos en salud aumentarán mucho más que los gastos de la Seguridad Social en los próximos años, y que “sí persisten las tasas de crecimiento del pasado, el gasto para la salud eventualmente consumirá una parte tan grande del producto de la nación que el gasto real (ajustado por inflación) en otros bienes tendrá que declinar drásticamente”.
Las consecuencias son claras. Continuas tasas de gasto social más altas exigirán impuestos más altos, déficits más grandes o recortes dramáticos en otros programas gubernamentales, tales como aquellos estimados esenciales por Smith. Estos, a su vez, pueden provocar una “lenta formación de capital privado, crecimiento económico más bajo y en el extremo…una contracción económica sostenida”, según la CBO. Estos resultados son lo opuesto al modelo de Smith para la prosperidad económica.
A pesar de esta predicciones calamitosas y sus consecuencias resultantes, la voluntad política a favor de un cambio es débil. Y cuanto más tiempo estas tendencias prosigan, políticamente será más difícil cambiarlas. Quizás es el momento de que el publico estadounidense y sus funcionarios electos presten más atención a las sabias palabras de un filósofo escocés que escribió hace 230 años.
Traducido por Gabriel Gasave
Este artículo está basado en un trabajo publicado en la edición correspondiente a la primavera de 2007 de The Independent Review.
El rol del gobierno en la sociedad estadounidense moderna: ¿Qué diría Adam Smith?
El rol del gobierno en los Estados Unidos y otras democracias occidentales se ha expandido de manera dramática durante el siglo pasado. Comparado con sus funciones previas al siglo veinte, el gobierno ha asumido nuevos y vastos roles, incluidas las pensiones a la vejez, el cuidado de la salud gubernamentalmente proporcionado y un cúmulo de otros programas que típicamente hacen al moderno estado benefactor.
¿Qué diría Adam Smith, el filosofo moral escocés del siglo dieciocho, acerca del expandido rol de nuestro gobierno moderno? Para Smith, las funciones ideales del gobierno eran pocas y bien definidas. En su obra clásica, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, escrita en 1776, Smith delineó tres importantes funciones gubernamentales: la defensa nacional, la administración de justicia (ley y orden) y la provisión de ciertos bienes públicos (Ej.: infraestructura de transporte y educación básica y aplicada). Claramente, el gobierno ha crecido más allá de los límites de estos simples deberes.
Algunos sostendrán que el gobierno se ha expandido debido a una necesidad, que la sociedad moderna requiere de la redistribución de la riqueza para la estabilidad y la reglamentación para constreñir los excesos de un mercado sin restricciones. Muchos consideran que no resulta realista que en el siglo veintiuno el gobierno se adhiera a los roles limitados imaginados por Smith. Tenemos nuestras dudas acerca de estos argumentos. No obstante, planteamos un interrogante distinto pero relacionado: sí Smith está en lo correcto respecto de que la defensa nacional, la administración de justicia y los bienes públicos resultan esenciales para una sociedad libre y próspera, ¿podrían los roles expandidos del gobierno abandonar un día sus funciones tradicionales y esenciales en detrimento de esa sociedad?
Cuando examinamos la evidencia sobre esta cuestión, los hallazgos resultan impactantes. Primero categorizamos a los gastos del gobierno nacional según sí Smith los habría apoyado o no. Bajo la categoría de los que son apoyados por Smith, incluimos a los gastos en defensa nacional, administración de justicia, transporte y educación. Consideramos como gastos sociales a los de la Seguridad Social, el Medicare, la salud, la seguridad del ingreso y los servicios labores y sociales más allá de los límites de lo que Smith apoyaría. Luego, examinamos las tendencias en estos gastos.
He aquí algunos de nuestros descubrimientos:
Nuestro análisis muestra que el gasto social está reemplazando rápidamente a los gastos en las funciones gubernamentales tradicionales defendidas por Smith. Como resultado de ello, los gobiernos se encontrarán que es crecientemente dificultoso suministrar y mantener los servicios tradicionales sin significativos incrementos tributarios o mayores déficits.
Estas observaciones no son algo oculto y al alcance de tan solo los expertos en materia presupuestaria federal. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) documenta que el monto y composición del gasto federal se ha “modificado dramáticamente” y que gran parte de ese crecimiento ha tenido lugar en tres programas: Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Estos programas representan actualmente el 42 por ciento de los gastos federales. En total, los programas obligatorios representan ahora más de la mitad del gasto federal. La CBO destaca que los gastos en salud aumentarán mucho más que los gastos de la Seguridad Social en los próximos años, y que “sí persisten las tasas de crecimiento del pasado, el gasto para la salud eventualmente consumirá una parte tan grande del producto de la nación que el gasto real (ajustado por inflación) en otros bienes tendrá que declinar drásticamente”.
Las consecuencias son claras. Continuas tasas de gasto social más altas exigirán impuestos más altos, déficits más grandes o recortes dramáticos en otros programas gubernamentales, tales como aquellos estimados esenciales por Smith. Estos, a su vez, pueden provocar una “lenta formación de capital privado, crecimiento económico más bajo y en el extremo…una contracción económica sostenida”, según la CBO. Estos resultados son lo opuesto al modelo de Smith para la prosperidad económica.
A pesar de esta predicciones calamitosas y sus consecuencias resultantes, la voluntad política a favor de un cambio es débil. Y cuanto más tiempo estas tendencias prosigan, políticamente será más difícil cambiarlas. Quizás es el momento de que el publico estadounidense y sus funcionarios electos presten más atención a las sabias palabras de un filósofo escocés que escribió hace 230 años.
Traducido por Gabriel Gasave
Este artículo está basado en un trabajo publicado en la edición correspondiente a la primavera de 2007 de The Independent Review.
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